HOMENAJE A CARMEN SEVILLA
Antes, cuando llegaba Semana Santa siempre daban por la tevé la película Rey de reyes (Nicholas Ray-1961)protagonizada por el extinto Jeffrey Hunter. Era un actor apuesto aunque de limitados recursos. Así y todo compuso a un buen Jesucristo. Murió prematuramente (digo Jeffrey, aunque Jesús también pero este último tuvo la suerte de resucitar) y las revistas del corazón norteamericanas inventaron una maldición para todos los que actuaban haciendo de Jesucristo. Todo porque se había muerto también el Jesús de Zeffirelli. La actriz que hacía de María Magdalena era Carmen Sevilla, una cantante española que en 1986 vino a la Argentina a filmar una novela para la tevé, La viuda blanca , con Gerardo Romano y Héctor Calori. Carmen era bonita y no cantaba mal; un ojo parecía más pequeño que el otro y una ceja se le levantaba y se le bajaba dándole a su rostro un aire levísimamente vicioso. Digo levísimamente porque no podemos olvidar que la chica trabajaba en la época del generalísimo Franco y allí no había cabida siquiera para los pecados cavilados en la soledad del retrete. Carmen Sevilla, en su calidad de cantante del género español, visitó la Argentina varias veces durante las década del sesenta y setenta. En esos tiempos la televisión nacional desbordaba de programas “musicales”, también llamados “shows”, donde, sin solución de continuidad, desfilaban cantantes, magos, humoristas, malabaristas, ballets, todo mechado con algún que otro chiste a cargo del atildado y nunca desbordado “maestro de ceremonias”. De todas las cantantes españolas que llegaron al país la que estaba mejor, sin dudas, era Carmencita Sevilla. La mayoría eran feas (Sarita Montiel, Lola Flores, Carmen Amaya) Pero Carmen de España, como la mentaban, estaba de rechupete. Cuando la orquesta ejecutaba esas largas introducciones que engordaban como lechón navideño las canciones, Carmen de España y otras de similar valía, ataviadas con sus vestidos típicos llenos de volados, solían bailar, tocar las castañuelas y patear el aire lo que hacía levantar intencionadamente sus faldas voladizas. Algunas de esas chicas, con sus cabriolas, dejaban ver un poco de las piernas. Otras no tenían ningún resquemor en que se les viera redondamente la bombacha, bien que una bombacha de dimensiones respetables. Ay, amigos. Qué momento estelar del “show” para un purrete que, como yo, estaba aprendiendo los primeros pininos en el arte de la erótica realizada a mano.
En la película Rey de Reyes, la Sevilla no estaba tan bien pintada como en los “shows” porque interpretaba a María Magdalena que, a estar por sus vestiduras miserables, era un personaje que no pasaba por una buena posición económica. Pero en el “show”, con esa cejita juguetona y esa bombacha generalísima franca, qué morrocotudos momentos me supo hacer pasar y cuánto se lo agradezco.
Otra vuelta he de contar cuando pasaron una película de Libertad Leblanc por televisión. Creo que llegó la hora de blanquearlo.
2 Comments:
Es verdad, Carmencita Sevilla era la única de las yoyegas que estaba más o menos buena y no tenía aspecto de adicionista (masculino) de restaurante de Av. de Mayo. Mi abuela, que era de Galicia, la adoraba, y yo me tenía que sufrir los programas mencionados en domingos tórridos, cuando se ponía a castañuelear.
Las descripciones eróticas me hacen llorar de risa, julito. Y lo del rechupete, ni le cuento.
Hay que blanquear las noches blancas pasadas con el espíritu de la Leblanc, eso es cierto.
si, si, hay que ponerlo en negro sobre blanco. Pensar que Carmen ya cumplió los 80! Tenemos como mil años!!
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