HOMENAJE A JOE RÍGOLI
Tuve que renovar el registro de conducir en la municipalidad que corresponde al caserío en donde vivo. Las autoridades de la intendencia han ideado un original sistema para emplear a la mayor cantidad de personas y así quitarlas de la nefanda estadística de desocupados. La filosofía parece ser (y yo estoy de acuerdo con ella): ¿Para qué hacer este trabajo entre cinco personas si se puede hacer entre cincuenta? Deduzco esto observando que el trámite en cuestión requiere el concurso de decenas de funcionarios municipales y la formación de ocho (8) colas (o filas) a saber: 1) para iniciar el trámite, 2) para pagar el primer arancel, 3) para sacarse la foto, 4) para el examen de la vista, 5) para la confección del formulario de aprobación de dicho examen, 6) para el pago del segundo y más suculento arancel, 7) para las últimas declaraciones que irán a cargar el ordenador, como ser si quiero donar mis órganos y, por último 8) para retirar el registro. Total cinco horas. Una señora muy bella, que aparentaba unos cuarenta años llevados divinamente dijo:
-Esto es peor que el arbolito.
Para los chiquilines que leen mis agradables aguafuertes les informo que a mediados de los sesenta del siglo pasado había un programa cómico de la televisión llamado La Tuerca donde pasaban un célebre “sketch” (“Sketch” se llamaba a una breve comedia que desde el comienzo a su resolución no duraba más de diez minutos). El “sketch” se llamaba El arbolito y supuso el más ajustado testimonio histórico sobre la burocracia argentina. Trataba sobre un pobre señor, encarnado por el notable actor Joe Rígoli, que concurría a la municipalidad para pedir que le permitiesen plantar un arbolito en la vereda de su casa “porque el que había se secó”. Pero siempre lo rebotaban por algún papel que faltaba. Cada vez que iba a la dependencia le pedían un certificado distinto y debía volver en otra oportunidad, una vez conseguido dicho certificado. Nunca paraban de pedirle algo para autorizarle la plantación del arbolito y el pobre tipo acumulaba papeles y papeles en una carpeta inmensa que apenas podía cargar (junto con el arbolito). El funcionario municipal le preguntaba, mientras examinaba la carpeta o expediente del ciudadano:
-¿Dónde está el certificado de libre tránsito para las hormiguitas que quieran ascender por el tronco y comerse las hojitas de la copa?
O cosas por el estilo. Siempre faltaba una autorización, un “tramitecito más” como decía el gran Joe. Entonces tenemos que la señora hermosa que dijo: “esto es peor que el arbolito”, sin querer, confesó su edad. Pensemos que en el año 1965, más o menos la época en que salía La Tuerca, ella tendría al menos siete años. Con esa edad le damos a la preciosa la posibilidad de haber visto el "sketch" y recordarlo hasta nuestros días. Si a 2010 le restamos 1965, nos da 45, más siete años que tenía la bella mujer cuando era niña, eso nos da 52. ¡Qué bien que se mantenía esa mujer a los 52!
6 Comments:
me hubieras avisado.
tenés contactos??
Se enamoró perdidamente y no puede ocultarlo!!!!!
Yo ya estaba haciendo la cuenta y veía que los 40 no cerraban ni ahí con el paso de comedia (este me gusta más que "sketch" porque es casteyano) del nabo de Rigoli.
Nunca me lo banqué a Rigoli, siempre haciendo de pelotudo sacando esos dientes ridículos p'afuera. Todavía vive y todavía roba, pero nunca tanto como la señora cantante con nombre de fenómeno meteorologico (me toco el izquierdo) que conduce un programa con Rubén Matos en el canal 26. Esa gente sí que no tiene vergüenza.
La Tuerca era feo, no me gustaba mucho, las pocas veces que lo miré no me reía tanto, pero supongo que era porque a mis viejos les disgustaba ese tipo de humor, y cuando me pescaban con esas cosas me mandaban a estudiar a mi cuarto.
Así quedé.
Y cuando hacía de coquito en la nena ¡se pasaba!
ah, eso de que todavía roba no es tan asi. Me enteré que el tipo está en la lona y vive en la casa del teatro.
Publicar un comentario
<< Home