Días pasados me reuní con mis compañeros y compañeras del colegio secundario en lo que fue el primer encuentro después de muchísimos años. Ya nos habíamos juntado hace un par de décadas pero eso fue apenas después de muchos años. Lo de ahora fue después de muchísimos años; para ser más precisos, una bocha. Mis expectativas con respecto a la velada se reducían a algo parecido a una sátira que escuché alguna vez en el programa radial de Alejandro Dolina en el que el artista de Caseros imagina una reunión de ex alumnos de una escuela técnica en la que lo único que los comensales sólo atinan a decir, en medio de incomodísimos silencios, es: “¿te acordás cuando estudiábamos eletrotenia?” para regresar al mutismo penoso de aquel que no puede recordar ni siquiera el afecto compartido de los años viejos. En nuestro caso, por fortuna, no fue así. Por empezar mi colegio era mixto así que a la reunión fueron las chicas, hoy mujeres, con quienes formábamos el núcleo duro de la división, la mesa chica de la amistad adolescente, conformada por no más de quince compañeros. Con el plus invalorable de que estas, nuestras chicas, eran las más lindas de la división, por no decir del colegio. Jóvenes preciosas que nos ornaban de prestigio entre los muchachos del barrio cuando nos veían con ellas tomados del brazo. Y después de muchísimos años estaban allí, esta vez no con las impactantes minifaldas que entonces les dificultaban seriamente un acto tan sencillo como estar sentadas. Teníamos claro, los varones, que no íbamos a encontrarnos con esas hermosas mujercitas de los novecientos, amores de estudiante, odiosas mujercitas que los sábados se iban con sus novios, tiernas muchachas en flor, siempre estudiosas y con sus carpetas forradas e inmaculadas. Nosotros también estaríamos a años luz de aquellos muchachos recién salidos de la condición de imberbes, delgados hasta la sospecha y el cabello arreglado según nuestra propia voluntad. Ellas no serían las dulces chiquillas que siempre iban juntas al baño, muchachitas de novios celosos que apenas las dejaban vivir. Pero para nuestra sorpresa, algún tipo de milagro del tiempo se había producido porque nos encontramos con unas hermosas, briosas y elegantes mujeres, luciendo una alegría limpia, propia del que ya está de vuelta de casi todo y se permite no ocultar casi nada. Estas modernas damas de hoy no son otras que las que inventaron hace muchísimos años la minifalda y la defendieron a rajatabla a fuerza de ajustar el cinto del delantal para administrar el largo de la prenda. La legal pollerita corta que hoy goza nuestra juventud no sería posible sin la lucha desigual de las actuales abuelas, allá lejos y hace tiempo. Gloria a esas muchachitas que visitábamos cuando sus padres nos admitían el acceso sólo para estar un rato con ellas. Usábamos el pretexto del apunte que nos faltaba, la explicación que necesitábamos sobre la ley de Boyle y Mariotte, la pronunciación francesa que tanto defeccionaba en nuestras bocas de bocasucias: sur me cahier de ecollier, je ecris ton nom. Esas muchachas hoy son mujeres hechas y derechas, o izquierdas, la ideología ya no importa. Lo que sorprendió es que en sus ojos de hoy parecía haber quedado testimonio de algo de aquello, también en sus voces intactas, en sus risas.
Nosotros, los varones no tanto. Resulta más complicado asociar esto en que nos hemos convertido con esos muchachos impacientes, pacientes únicamente para copiar la lección que ellas nos dictaban y el premio era disfrutar de su proximidad y de la vecindad de sus perfumes y sus alientos de chicle. Los muchachos estamos ligeramente más anchos, un poco más calvos y algo más hipertensos. Pero un poco nos queda de esos muchachos de la amistad inalterable, de los proyectos en común que luego se transforman en sueños y por fin en nada. Con varios de los que estábamos esa noche de sosiego milagroso pensábamos en formar la mejor banda de rock, filmar la mejor película, comprar cuanto antes un fitito, casarnos con la más linda (con el acompañamiento de la música de Pompa y Circunstancia), pero antes intentar ser felices, que para el matrimonio hay tiempo. Y por supuesto sortear con suerte el sorteo al servicio militar, primer obstáculo real de la vida adulta, nube borrascosa en el cielo límpido que creemos será nuestro futuro. Amigos con quienes compartíamos el faso, el sandwich, la pasta frola, el silencio y el llanto.
Lo que quedó de todos nosotros se juntó esa noche, algunas de ellas tuvieron sufrimientos indecibles durante estos muchísimos años, de esos que cuando los vemos en los filmes decimos ¡Naa! por lo profundo y variado de sus tribulaciones. Sin embargo resurgieron como hacen las mujeres que nunca se dan por vencidas, y que por eso no tienen fecha de vencimiento. A pesar de traiciones y enfermedades, de pérdidas y absurdos estaban radiantes, con su belleza intacta y con su mente más amplia, ya arrojado al mar el lastre de las cosas que no tienen entidad, que son casi todas. Hoy estaban casi igual que ayer, acaso en alguna el brillo de la mirada atenuado por efecto de tantas vicisitudes, pero cuando el vino hizo lo suyo se restableció la alegría y hubo fiesta, con anteojos para ver las fotos, pero fiesta y tiempo para hablar de las realizaciones y de los brotes en el árbol familiar. No hubo sobreabundancia de la frase ¿Te acordás cuándo…” y eso suma mucho porque generalmente lo que me acuerdo yo no lo recuerda el otro y lo que recuerda el otro no se lo acuerda el tercero y podríamos seguir hasta el infinito con la cadena del olvido. Y además porque las anécdotas a través de los muchísimos años pierden fuerza porque la tapa corona de la botella no sirve para una segunda vez. Hablamos del pasado que todos desconocíamos y que serviría para varias novelas, pero interesantes, no como las que se escriben ahora. A pesar de sinsabores y azares ellas salieron incólumes, y nosotros también: incólumes y con dolores de columna. Las chicas estaban tan buenas que uno se podría enamorar tranquilamente de cualquiera de ellas. Y tal vez esa noche nos ocurrió pero como leones herbívoros, inofensivos, ahítos de tantas batallas por guerras inútiles, adoloridos de la cintura, necesitados de una pastilla para cada cosa. Estamos mayores, reconozcamoslón. Pero qué lindazas estaban las purretas.
Nosotros, los varones no tanto. Resulta más complicado asociar esto en que nos hemos convertido con esos muchachos impacientes, pacientes únicamente para copiar la lección que ellas nos dictaban y el premio era disfrutar de su proximidad y de la vecindad de sus perfumes y sus alientos de chicle. Los muchachos estamos ligeramente más anchos, un poco más calvos y algo más hipertensos. Pero un poco nos queda de esos muchachos de la amistad inalterable, de los proyectos en común que luego se transforman en sueños y por fin en nada. Con varios de los que estábamos esa noche de sosiego milagroso pensábamos en formar la mejor banda de rock, filmar la mejor película, comprar cuanto antes un fitito, casarnos con la más linda (con el acompañamiento de la música de Pompa y Circunstancia), pero antes intentar ser felices, que para el matrimonio hay tiempo. Y por supuesto sortear con suerte el sorteo al servicio militar, primer obstáculo real de la vida adulta, nube borrascosa en el cielo límpido que creemos será nuestro futuro. Amigos con quienes compartíamos el faso, el sandwich, la pasta frola, el silencio y el llanto.
Lo que quedó de todos nosotros se juntó esa noche, algunas de ellas tuvieron sufrimientos indecibles durante estos muchísimos años, de esos que cuando los vemos en los filmes decimos ¡Naa! por lo profundo y variado de sus tribulaciones. Sin embargo resurgieron como hacen las mujeres que nunca se dan por vencidas, y que por eso no tienen fecha de vencimiento. A pesar de traiciones y enfermedades, de pérdidas y absurdos estaban radiantes, con su belleza intacta y con su mente más amplia, ya arrojado al mar el lastre de las cosas que no tienen entidad, que son casi todas. Hoy estaban casi igual que ayer, acaso en alguna el brillo de la mirada atenuado por efecto de tantas vicisitudes, pero cuando el vino hizo lo suyo se restableció la alegría y hubo fiesta, con anteojos para ver las fotos, pero fiesta y tiempo para hablar de las realizaciones y de los brotes en el árbol familiar. No hubo sobreabundancia de la frase ¿Te acordás cuándo…” y eso suma mucho porque generalmente lo que me acuerdo yo no lo recuerda el otro y lo que recuerda el otro no se lo acuerda el tercero y podríamos seguir hasta el infinito con la cadena del olvido. Y además porque las anécdotas a través de los muchísimos años pierden fuerza porque la tapa corona de la botella no sirve para una segunda vez. Hablamos del pasado que todos desconocíamos y que serviría para varias novelas, pero interesantes, no como las que se escriben ahora. A pesar de sinsabores y azares ellas salieron incólumes, y nosotros también: incólumes y con dolores de columna. Las chicas estaban tan buenas que uno se podría enamorar tranquilamente de cualquiera de ellas. Y tal vez esa noche nos ocurrió pero como leones herbívoros, inofensivos, ahítos de tantas batallas por guerras inútiles, adoloridos de la cintura, necesitados de una pastilla para cada cosa. Estamos mayores, reconozcamoslón. Pero qué lindazas estaban las purretas.
10 Comments:
Hermoso el post.
Hermoso usté, Yulai.
beso
Gracias condesita
Cuando no se pone en pose antiK tipo La Nación, usted sabe escribir, Julito.
Yo también me encuentro de vez en cuando con esa clase de gente, y créame que siento lo mismo.
Abrazo,
Gracias Roedor, eso de sabe escribir tapa largamente lo de pose antiK tipo La Nación (prefiero pose antiK tipo Monopolio Clarín)
gracias Roedor, eso de "usted sabe escribir" me gustó mucho. Seguí por esa senda
oops!
disfrutaba más la lectura de los blogs cuando los comentaristas no se definían como K o antiK.
Usted sabe ecribir y tiene un corazoncito, me gustó juli, me gustó. Felices Pascuas desde las Dunas de Maspalomas.-
gracias y saludos a las palomitas de las dunas.
Ah, condesa, no soy anti k, soy antioficialista
qué suerte !!! colegio MIXTO ! de 1ro. a 5to. sólo varones, muy duro el acercamiento a las beldades de la foto para nosotros. Esperábamos que entrara el turno tarde (de mujeres) para el cruce (de miradas).
muy bueno saber apreciar la belleza femenina a pesar de los años, lo felicito
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