EL CABELLO DE LOS ARTISTAS
Hay una serie norteamericana llamada Mad men (Hombres de la avenida Madison) que está ambientada en los últimos años de la década del cincuenta y los primeros de la siguiente. Para preservar la verosimilitud todos los actores y actrices participantes lucen el cabello cortado a la usanza y moda de aquella época.
Cuando se filmó la película argentina Así es la vida, me refiero a la segunda versión, que es la peor, participaba en un papel importante el actor infantil Marcelito Marcote y como el filme transcurría en la década del treinta fue necesario cortarle sus angélicos bucles oscuros que le daban a su cabecita el delicioso aspecto de una palangana invertida. El chico se negó y lloró mucho, después de todo ya era una estrellita. Hubo que pedir ayuda al gran actor Luis Sandrini, protagonista de la cinta, para que convenciera al niño, con dulzura y amor de abuelo, de que era imprescindible podar su pelambrera setentista. Finalmente el nene apareció en el plató con el pelo que reclamaba la moda de la época. A fines del sesenta y principios del setenta era costumbre en los hombres usar el pelo largo y las patillas extensas. A la vez se habían puesto de moda en el cine argentino las películas históricas sobre nuestros próceres y no tan próceres como San Martín y Belgrano y Rosas. Enancados en la circunstancia de que a principios del siglo diecinueve los criollos y realistas usaban patillas, pelo largo y flequillo, no fue difícil adaptar los cabellos de los setentistas a aquella moda patriota. La pregunta crucial, siguiendo con los años setenta, sería: ¿Qué ocurría cuando había que filmar una historia que se ambientara en la década del treinta, cuarenta o cincuenta, del siglo veinte, esto es, cuando los hombres invariablemente usaban el pelo corto. Pues que las estrellas argentinas, salvo, excepciones como Marcelito Marcote, de quien se aprovecharon por su condición de mocosito-de-mierda-quien-se-cree-que es, no se cortaban el pelo ni locos. Deberían haber aprendido de Alfredo Alcón, que no temía pasar por la tijera en pos de hallar el personaje justo, la máscara precisa. A los otros, a los rebeldes, sólo podía persuadirlos un director prestigioso, y hasta por ahí nomás, digamos un Torre Nilsson. Allí quedaba poco margen para desobedecer al maestro. En la tele era peor, actores como Tony Vilas o Héctor Da Rosa, invariablemente a lo largo de su extensa carrera, lucieron cabellos con rulos alla moda afro, ya fuese que su rol fuese de un malevo de los años cuarenta, un enfermo terminal sometido a quimioterapia, o Lex Luthor. Se conoce que eran hombres de carácter antes que actores y por eso nunca casi nadie pudo meterse con sus marañas supracraneanas. En sus antípodas, el actor y cantante Raú Padovani tenía una melenita divina y para participar en la película de 1972 Mi Amigo Luis, también con Luis Sandrini, se avino a cortársela (la melena) para personificar de manera realista a un cadete del Colegio Militar de la Nación. Es claro que el joven trovador de temas como “Hoy será una noche excepcional” y otros, apenas era casi un debutante en el mundo del sha, la la la sha la la, sha la la la, sha la la la sha la, la la la, sha la la la la, la, la y un diletante en este mundo criollo de películas mal filmadas y peor dobladas.
Cuando se filmó la película argentina Así es la vida, me refiero a la segunda versión, que es la peor, participaba en un papel importante el actor infantil Marcelito Marcote y como el filme transcurría en la década del treinta fue necesario cortarle sus angélicos bucles oscuros que le daban a su cabecita el delicioso aspecto de una palangana invertida. El chico se negó y lloró mucho, después de todo ya era una estrellita. Hubo que pedir ayuda al gran actor Luis Sandrini, protagonista de la cinta, para que convenciera al niño, con dulzura y amor de abuelo, de que era imprescindible podar su pelambrera setentista. Finalmente el nene apareció en el plató con el pelo que reclamaba la moda de la época. A fines del sesenta y principios del setenta era costumbre en los hombres usar el pelo largo y las patillas extensas. A la vez se habían puesto de moda en el cine argentino las películas históricas sobre nuestros próceres y no tan próceres como San Martín y Belgrano y Rosas. Enancados en la circunstancia de que a principios del siglo diecinueve los criollos y realistas usaban patillas, pelo largo y flequillo, no fue difícil adaptar los cabellos de los setentistas a aquella moda patriota. La pregunta crucial, siguiendo con los años setenta, sería: ¿Qué ocurría cuando había que filmar una historia que se ambientara en la década del treinta, cuarenta o cincuenta, del siglo veinte, esto es, cuando los hombres invariablemente usaban el pelo corto. Pues que las estrellas argentinas, salvo, excepciones como Marcelito Marcote, de quien se aprovecharon por su condición de mocosito-de-mierda-quien-se-cree-que es, no se cortaban el pelo ni locos. Deberían haber aprendido de Alfredo Alcón, que no temía pasar por la tijera en pos de hallar el personaje justo, la máscara precisa. A los otros, a los rebeldes, sólo podía persuadirlos un director prestigioso, y hasta por ahí nomás, digamos un Torre Nilsson. Allí quedaba poco margen para desobedecer al maestro. En la tele era peor, actores como Tony Vilas o Héctor Da Rosa, invariablemente a lo largo de su extensa carrera, lucieron cabellos con rulos alla moda afro, ya fuese que su rol fuese de un malevo de los años cuarenta, un enfermo terminal sometido a quimioterapia, o Lex Luthor. Se conoce que eran hombres de carácter antes que actores y por eso nunca casi nadie pudo meterse con sus marañas supracraneanas. En sus antípodas, el actor y cantante Raú Padovani tenía una melenita divina y para participar en la película de 1972 Mi Amigo Luis, también con Luis Sandrini, se avino a cortársela (la melena) para personificar de manera realista a un cadete del Colegio Militar de la Nación. Es claro que el joven trovador de temas como “Hoy será una noche excepcional” y otros, apenas era casi un debutante en el mundo del sha, la la la sha la la, sha la la la, sha la la la sha la, la la la, sha la la la la, la, la y un diletante en este mundo criollo de películas mal filmadas y peor dobladas.
Este artículo forma parte de un ensayo sociológico en preparación llamado El cabello como drama de la Humanidad.
3 Comments:
¿Y que hay de todos aquellos hombres, que como yo, sufren de una incipiente (y poco compatible con una melena leónida) calvicie?
¿Que se hacía con sus peinados a la hora de craear una fantasía cinematográfica?
Este fin de semana Padovani estuvo invitado en el programa alucinante que tienen Rubén Matos (sí, ese mismo) y la innombrable cantante con apodo de fenómeno meteorológico (igual me agarro el izquierdo por las dudas). Padovani ya luce el clásico modelo "A la carga Vargas", es decir, los pocos que quedan, todos para adelante. Una desgracia, mirá. Cambié de Canal (es el 26, del Pierri Empire), antes de que el tipo se atreviera a emitir sus gorjeos...
Alvarito Numa: ése es un tema para una próximo trabajo que está en elaboración. ¡No te lo pierdas!
Roedorcito: Te perdiste aquello de "Hoy será una noche excepcional, iremos juntos a bailar, es una noche excepcional, podré decirte que te quiero, te quiero, te quierooooo...
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