martes, enero 09, 2007






La mañana del sábado pasado me desperté con un regalo de reyes que alguien (¡los reyes, bolú!) dejó depositado en el jardín delantero, justo pasando la ligustrina, junto a la canilla, en mi morada del barrio de La Providencia. De trata de un enano de jardín que porta una canasta de florecillas (foto), el que debe tener no menos de cincuenta años y ha resistido al paso del tiempo y la intemperie con milagrosa dignidad. Lo que mejor conserva es lo más valioso de cualquier ser humano, la sonrisa. Qué cara de bueno tiene este enano, amigos, qué paz irradia. Es el mejor presente que me pudieron haber hecho. Mi mujer no protestó cuando lo coloqué en un lugar preferencial de nuestro sector enanístico, lo que me hace sospechar que este año, en nuestro hogar, los reyes son cuatro: Melchor, Baltasar, Gaspar Burgos y Mariana, mi cónyuge.
Cuando vino mi amigo Ricardo Ditro lo invité a verlo y apreciarlo. Dijo qué lindo de compromiso, pero sé que la sonrisa del enano le produjo algún efecto benefactor.
-¿Cuánto lo garpaste? ¿mil dólares? –me preguntó con evidente ironía-.
-Me lo trajeron los reyes-.
-Buena gente los Reyes, yo soy amigo de Carlitos Reyes, uno que juega en el club. De diez. Muy hábil. Le dicen el mago.
-Los Reyes Magos.
-Ah. En mi casa, cuando yo era chico y me regalaban cosas berretas para el día de reyes, mis viejos me decían que este año los reyes vinieron pobres. Este año tus reyes vivieron pobres...
-Para mí es un regalazo.
-Si, ya sé. –me dijo Riqui, justo en el momento en que mi mujer venía llevando una bandeja con dos vasos que contenían aperitivo hasta los tres cuartos de su contenido posible, una botellita de agua mineral con gas y una hielera llena de cubitos.
-Mañana me voy de vacaciones –me informó Ricardo mientras tomaba uno de los vasos y se servía con los dedos índice y pulgar derechos, a manera de pinza, dos cubitos-.
-¡Qué bueno! –dijo Mariana, mientras me alcanzaba el segundo vaso y me ponía, sin consultarme, dos cubitos y un poco de agua mineral sin gas de la botellita. Podría seguir abundando en detalles como, por ejemplo, mencionar que la mañana era soleada y calurosa, aunque con un vientito que aplacaba algo los efectos del bochorno veraniego, que esa ventolina hacía cantar al pino de la casa de junto y también al llamador de ángeles que cuelga de uno de los tirantes de mi galería, pero no es lo mío, prefiero que el lector trabaje con su imaginación y dibuje la escenografía con sus propios crayones. Eso sí, en el ángulo izquierdo del cuadrado que constituye mi lote de terreno no debería soslayar esa población importante de enanos de yeso, a la que tantas veces mencioné, uno de los cuales fuma un faso, además un pato amarillo, un ganso-macetero y mi nuevo enano de sonrisa amigable.
-Unos días nomás –precisó Ricardo Ditro-. Después tengo que ir a trabajar a Chechenia. Además, mi mujer no quiere dejar sola a nuestra hija, ahora que está embarazada.
Mi amigo trabaja para una guía internacional de restaurantes como calificador y su tarea consiste en visitar los diversos establecimientos y comprobar la categoría de su comida, su bebida, la atención, y otros rubros, para lo cual debe probar cada ítem, comiendo y bebiendo a discreción. Trabajo envidiable, si los hay.
-¿Adónde vas? –le pregunté-.
-No sé. Vamos a agarrar la ruta dos y después vemos. Yo, la verdad que tengo ganas de descansar, pero no me banco más estar en un hotel –Ricardo esperó a que mi esposa se retirara con la bandeja, que ahora llevaba de costado entre su brazo y flanco derechos-. Decí que ahora voy a estar con mi jermu, que es distinto. Pero la verdad que se me complica.
-¿Por? –le pregunté, antes de tragar un sorbo importante de Lusera-.
-Y... Nos cuesta comunicarnos. Hablamos poco, tengo que reconocer. Eso sí, no tenemos ni un sí ni un no. Buenos, días, buenas noches, qué hay de comer, dónde está mi remera colorada, llamaron del trabajo, dónde andan las chicas. Ni un sí ni un no... Cuando en casa están las chicas se me facilitan las cosas porque las que hablan son siempre ellas, con mi esposa. Y de los asuntos de ellas. Y uno nunca caza una cuando chamuyan. Pero ahora vamos a estar los dos solos, mi jermu y yo. Y ¿de qué querés que le hable? ¿Del peludo Rodríguez? ¿Del gol que se perdió en ese partido famoso? ¿De los cambios pelotudos que hace Máximo?
Ricardo alude a nuestro técnico, Máximo Rolón, que en algún que otro partido del equipo de fútbol del club A.F.A.P. (Asociación Fútbol y Amistad en Providencia), hizo cierto cambio inexplicable, como sacar a nuestro mejor jugador cuando necesitábamos ganar, y otras cosas sobre las que no quiero abundar porque podría llegar a enojarme y mucho.
Ricardo pone a prueba, sin buscarlo, mi capacidad de comportarme como un verdadero amigo, que es el que dice cosas dignas de ser atendidas por el otro, no pavadas para salir del paso.
-Vos tenés una vida muy rica, podrías contarle sobre tus experiencias en tantos lugares del mundo que visitás.
-¿Experiencias? ¿Qué experiencias? Te cuento en pocas palabras mis experiencias: mil horas de avión, hotel, restaurante, comida rica, bebida buena, informe, aeropuerto, mil horas de avión, vuelta a casa. Decime, qué carajo le encontrás de interesante a mi laburo.
Yo pensaba que Dios le da pan a quien no tiene dientes y le dije a mi amigo:
-¡DIOS LE DA PAN A QUIEN NO TIENE DIENTES, BOLUDO!
-Ya estoy podrido que me digan eso, Julio. Cada vez que me preguntan de qué trabajo y yo les cuento, me salen con esa esa memez. Bueno, ya me pudrí, te transfiero mi pasaje de avión, te vas a Chechenia y hacés vos el informe. No pasa nada porque los informes los paso por e-mail. ¿Aceptás? ¿Te animás?

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