CENSO Y CLASIFICACIÓN DE VENDEDORES PLAYEROS.
VENDEDOR DE POCHOCLO. Con gran sentido del marketing, el pochoclero o pororero convida a los veraneantes puñados de su dulce mercancía para que las papilas gustativas sean quienes decidan la compra del pororó. $ 8
VENDEDORA DE TRAPOS: Que no otra cosas son los llamados pareos y pañuelos, unos simples cuadrilongos de género. Las mujeres siempre se sienten atraídas por estos carritos multicolores. Aunque es más lo que miran que lo que compran. Pero las vendedoras y sus carros son necesarias porque quiebran la monotonía de las damas, sirvientas de tiempo completo de sus hijos y maridos. $ 30
VENDEDORES DE DVD Si me atengo a mi formación jurídica estoy obligado a decir que esas copias falsas que venden están fuera de la ley pues no respetan la propiedad intelectual de los creadores de las respectivas obras artísticas. Pero el hombre que recorre la playa durante horas, sobre un par de ojotas calientes, necesita alimentar a su familia Y el creador de la obra, posiblemente ya sea multimillonario, Es decir que el estado de necesidad se posiciona por encima de los derechos del autor.. ¡Seguí vendiendo gatos con botas, chabón!.
HELADEROS: Son los reyes de la playa y ellos lo saben. Venden el producto más deseado, aquel que es sinónimo de playa y verano. A los veraneantes les basta ver esa bandera flameante con la marca, digamos Laponia, y el vendedor no necesita más que despachar y dar el vuelto sacando un fajo impresionante de su bolsillo. Venta fácil. A partir de $ 15. No sucede lo mismo con
VENDEDORES DE CHURROS Y TESTÍCULOS ECLESEÁSTICOS Es una venta dura, ingrata por momentos. Quizás se deba a que, quién sabe por qué, suele vincularse a la playa con la vida sana. Entonces, el bañista o bronceante, cautivo de este mito pavo, tiende a meditarlo mucho antes de comprar un churro o bola de fraile, que tantas calorías contienen. Quizás sea porque ese hombre o mujer inseguros se pasan el día observando el cuerpo ajeno y el propio. Esa observación a cada momento les recuerda el sobrepeso propio y la delgadez ajena. Pero ¡Vamos churrero, vamos boludo, tú puedes! $ 20
VENDEDORES DE SOPAS Y CRUCIGRAMAS: Sus ventas son modestas porque el veraneante, generalmente, en su quincena feliz, pone en pausa el cerebro. De allí que su pensamiento más complejo puede ser: después de la ducha ¿me pongo las ojotas o las alpargatas? El sopero-crucigramero sabrá quitarlo de su momentánea imbecilidad y le venderá una revistita que agilice las pocas neuronas que permanecen atentas. Cuando, para confeccionar la presente monografía, le pregunté el precio al sopero, éste respondió textualmente: Cantidad de apóstoles que acompañaron a Nuestro Señor Jesucristo en la Ültima Cena. Profesionalmente, muy sólido lo del vendedor.
VENDEDOR DE POCHOCLO. Con gran sentido del marketing, el pochoclero o pororero convida a los veraneantes puñados de su dulce mercancía para que las papilas gustativas sean quienes decidan la compra del pororó. $ 8
VENDEDORA DE TRAPOS: Que no otra cosas son los llamados pareos y pañuelos, unos simples cuadrilongos de género. Las mujeres siempre se sienten atraídas por estos carritos multicolores. Aunque es más lo que miran que lo que compran. Pero las vendedoras y sus carros son necesarias porque quiebran la monotonía de las damas, sirvientas de tiempo completo de sus hijos y maridos. $ 30
VENDEDORES DE DVD Si me atengo a mi formación jurídica estoy obligado a decir que esas copias falsas que venden están fuera de la ley pues no respetan la propiedad intelectual de los creadores de las respectivas obras artísticas. Pero el hombre que recorre la playa durante horas, sobre un par de ojotas calientes, necesita alimentar a su familia Y el creador de la obra, posiblemente ya sea multimillonario, Es decir que el estado de necesidad se posiciona por encima de los derechos del autor.. ¡Seguí vendiendo gatos con botas, chabón!.
HELADEROS: Son los reyes de la playa y ellos lo saben. Venden el producto más deseado, aquel que es sinónimo de playa y verano. A los veraneantes les basta ver esa bandera flameante con la marca, digamos Laponia, y el vendedor no necesita más que despachar y dar el vuelto sacando un fajo impresionante de su bolsillo. Venta fácil. A partir de $ 15. No sucede lo mismo con
VENDEDORES DE CHURROS Y TESTÍCULOS ECLESEÁSTICOS Es una venta dura, ingrata por momentos. Quizás se deba a que, quién sabe por qué, suele vincularse a la playa con la vida sana. Entonces, el bañista o bronceante, cautivo de este mito pavo, tiende a meditarlo mucho antes de comprar un churro o bola de fraile, que tantas calorías contienen. Quizás sea porque ese hombre o mujer inseguros se pasan el día observando el cuerpo ajeno y el propio. Esa observación a cada momento les recuerda el sobrepeso propio y la delgadez ajena. Pero ¡Vamos churrero, vamos boludo, tú puedes! $ 20
VENDEDORES DE SOPAS Y CRUCIGRAMAS: Sus ventas son modestas porque el veraneante, generalmente, en su quincena feliz, pone en pausa el cerebro. De allí que su pensamiento más complejo puede ser: después de la ducha ¿me pongo las ojotas o las alpargatas? El sopero-crucigramero sabrá quitarlo de su momentánea imbecilidad y le venderá una revistita que agilice las pocas neuronas que permanecen atentas. Cuando, para confeccionar la presente monografía, le pregunté el precio al sopero, éste respondió textualmente: Cantidad de apóstoles que acompañaron a Nuestro Señor Jesucristo en la Ültima Cena. Profesionalmente, muy sólido lo del vendedor.
2 Comments:
Perfecta la descripción de la inmensa variedad de vendedores playeros, pero la verdad verdad, se destaca del informe "la compradora".
Es verdad. Todo lo demás está de más.
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