DOMINGO SIN FUTBOL

No hablo del fútbol profesional que, más temprano que tarde, ha de regresar y mejorado, esto es, sin el pollo Vignolo. Hablo de mi modesto fulbito del club, el que me hace repetir el rito cada mañana dominguera cuando me levanto al rayar el alba y comienzo a preparar meditadamente el bolso: estas medias… ah, no… tienen más papas que un campo en Balcarce. Pero no las pienso tirar porque con ellas jugué aquel partido en el que convertí el gol que significó... No me quiero emocionar. Aquí van los pantaloncitos como los que usó Caniggia en el mundial del 94. ¿Por qué los voy a tirar si están impecables?; los botines negros…negros, qué antigualla, la crema para curar a los caballos, el champú del bueno que le robé a mi esposa. Que no proteste porque es un bien ganancial. Y así salgo de mi casa, silbando una tonadilla de Horacio Aschieri, y llego a la asociación de fomento que llamamos club. Me siento en el banco de suplentes para leer el diario, van llegando los muchachos y empezamos a los besos. Hoy la lluvia impide todo eso, el field está embarrado y podríamos hundirnos en sus miasmas (ver foto). La pelota no se mancha dijo el estúpido de Diego (ojo, no es un insulto, digo estúpido por el alto consumo de estupefacientes que lo entretuvo durante tanto tiempo). Me quito las medias empapadas (llenas de papas), la casaca de Barcelona de cuando jugaba Hristo Stoichkov y me vuelvo a la cama. Mi mujer siente una mano hurgadora en un día y hora no habituales. Intentaremos ser felices por otros caminos.