miércoles, diciembre 12, 2012

DIARIO DEL GRAN VIAJE (DIARY OF THE BIG TOUR) QUINTA PARTE Los edificios que se suceden ante mi vista son tan antiguos que parece mentira que los podamos ver casi como los vieron los antiguos. Eso es Historia. Lo nuestro, lo criollo, tiene una historia tan joven que ni merece llamarse así. Y siempre fue tan desvirtuada, modificada y dibujada por los dueños del poder que me da pena ver a ese purrete de ocho años, que era yo, ingiriendo esos cuentos chinos de la historia de Grosso y otros escritores de ficción. Prestemos atención a lo que dice un gran escritor polaco que vivió entre nosotros durante aproximadamente veinte años, Witold Gombrowicz: “El argentino empieza a razonar, por ejemplo, que “nosotros” necesitamos tener una historia, porque “nosotros” sin historia no podemos competir con otras naciones más cargadas de historia… Y empezará a fabricarse esa historia a la fuerza plantando en cada esquina monumentos de innumerables héroes nacionales, celebrando cada semana otro aniversario, pronunciando discursos, pomposos a veces, y convenciéndose a sí mismos de su gran pasado. La fabricación de la historia es en toda América del Sur una empresa que consume cantidades colosales de tiempo y esfuerzo.” Acá, en Roma, la historia se ve a cada paso y te explica con claridad cómo han sido los hechos. Pocas huellas del pasado han desaparecido y siempre fue por obra de los siglos que erosionan o de los bárbaros. Lo demás está acá presente para que lo leamos como en un libro con estampas, como he dicho en algún otro lugar de este diario tan querido, querido diario. Y la señora romana nos muestra la fachada “siempre recubierta de travertino” Se conoce que le gusta el travertino porque no cesa de hacer alusión a esta noble roca que me hace acordar a las que revisten las proximidades de las piscinas familiares para que uno no se escalde las patas con el sol del verano. Como he dicho, la guía se llama Antonella y cada vez que escribo su nombre me acuerdo de una actriz italiana, hoy olvidada, al menos en nuestro país, llamada Antonella Lualdi. Y si la recuerdo es porque en mi infancia las actrices lindas y voluptuosas provocaban un nosequé torrencial en mi constitución hormonal. La fuente de las Náyades (Ninfas) está escupiendo agua por todas partes y a la luz del sol parecen finas agujas plateadas lo que produce un efecto belo (bello). Nosotros siempre en el primer asiento disfrutando de las vistas sin cabezas que te obturen. A veces el sol pega de frente y el reflejo que el parabrisas nos devuelve es el de la cara muy aburrida del conductor (¿condotieri?) del bus. La información que nos suministra la guía es vertiginosa porque a cada paso surge una construcción importante que ayuda a ir armando el rompecabezas de la historia de Roma. Ese fárrago me hace perder y me disperso. Y me distraigo porque también quiero ver el discurrir de las personas, aquel bar, esa trattoria, esa señorita tan guapa que cruza la calle cuando el semáforo se pone verde. Allí está la embajada argentina y al lado la Capilla Paulina levantada por Paulo V. Lo que debe valer nuestra embajada tan bien ubicada. Digo el inmueble porque los que están adentro, embajador y personal diplomático, son seguro unos buenos para nada que cobran un sueldo privilegiado para vivir en una de las ciudades más lindas del mundo. En dicha Capilla se celebra el “Milagro de la nieve” que barrunto que en italiano se debe decir Miracolo Della Neve. “Neve” estoy seguro que es correcto porque una vez vi una película italiana que se llamaba L’ultima neve di primavera y E., mi señora, lloró bastante porque un chiquito se moría de leucemia. Todos los años, para conmemorar el Milagro de la Nieve, celebran una misa, abren las ventanas y se arrojan pétalos de rosa blanca. Ritos, rituales, ceremonias, todos actos que representan algo pero que, como hechos que modifican la realidad para bien, no son nada. Ya nos vamos acercando al núcleo de la historia, al resumen más claro de la maldad humana. Se palpita. A ambos lados se ven los restos de los foros imperiales. La gente del bus saca fotos. Yo saco fotos y filmo a dos manos. Una señora tiene una envidiable tablet donde obtiene unos retratos que son verdaderos cuadros. Quiero una tablet como esa. No te disperses. Volvé a hundirte en la Historia. Ya se atisba al fondo El Coliseo. Me siento como si estuviera llegando por la calle Lidoro Quinteros hasta el Monumental de Nuñez. Yo sé que la comparación es cuanto menos corta de miras y de cultura, mediocre y ordinaria. Pero es lo que espontáneamente me sale. CONTINUARÁ
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