MIREMOS EL FUTURO CON ESPERANZA

Estoy armando para mediados de diciembre una exposición de fotografía bajo un tema unificador que he denominado MIREMOS EL FUTURO CON ESPERANZA, en la cual se podrán observar retratos de pares de personas abrazados en la actitud positiva de otear con optimismo lo que vendrá, imagen que ante la sola mirada del observador traducirá un mensaje de esperanza para los años que vienen, claro está, contando a partir del 2011 (demás está decir que hasta ese año seguiremos en el fondo del mar, pero que, a partir de allí debe venir algo mejor, no necesariamente el mar de Cobos). Hasta el momento he logrado reunir sesenta y dos fotos, de hombres, mujeres y niños de distinta extracción y procedencia, incluso se han prestado algunos que durante años han estado distanciados y que ante mi propuesta encontraron el pretexto para aventar recelos añejos y aceptaron eternizarse en el daguerrotipo que pretende con humildad ser un ejemplo para los argentinos que perdieron la fe, fuese en un viejo café de paseo Colón o en cualquier otro lugar. Algunos, de más está decirlo, se burlaron de mi proyecto y me acusaron de haberme excedido con la ayahuasca. Ese escepticismo, mezclado con algo de indiferencia, noté cuando fui a averiguar el costo del alquiler de la sala de exposiciones de mi barrio y le explicité mi intención artística con mensaje optimista (a partir del 2011) al administrador:
-Al precio del alquiler si le sumamos el catering para cien personas son cinco mil pesos más –me dijo mientras se rascaba la entrepierna-
-…Que la gente distinga en esas miradas anhelosas el transparente deseo de mejores días por venir, claro está, después del 2011 –añadí con genuino entusiasmo-.
-Si necesita un micrófono y equipo de sonido para discursos son doscientos pesos más –precisó el administrador hurgando el contenido esmeraldino de una narina-.
-…Que encontremos en esos ojos la ilusión por un mañana mejor, pero no una ilusión cualquiera sino aquella que nos deja como en un estado de gracia...
-De nada.