HISTORIAS DE LA COLIMBA
Un muchacho, que vivía a una cuadra y media de casa, tomó conocimiento de un método para salvarse del servicio militar. La colimba, que así se conocía popularmente, era la contribución forzosa que todo ciudadano, al cumplir los dieciocho, debía ofrendar a la patria. La manganeta para sortear el mandato constitucional, que obligaba a los muchachos a aprender a matar gente, era muy recomendable para personas con problemas bronquiales y consistía en provocarse una disnea temporaria, la que se lograba aspirando humo de azufre quemado a través de la nariz y la garganta. Por su condición de temporaria, la crisis asmática debía ser verificada en directo por la autoridad militar, puesto que, una vez superado el ataque, no quedan secuelas en pulmones y bronquios, de modo que era imperativo quemar el azufre a pasos nada más de la entrada al hospital militar a los efectos de que el médico castrense a cargo pudiese llevar a cabo la debida comprobación y firmar la ansiada papeleta de deficiente aptitud física . Precisamente en el menester de encender las barras de azufre estaba este vecino de mi calle cuando un móvil policial observó la conducta, cuanto menos sospechosa, de esnifar un humeante cilindro amarillo y lo detuvo. Trasladado que fue a la comisaría el muchacho hubo de ser interrogado por el comisario, hombre gordo y bonachón, que esto le dijo, cuando recibió la confusa explicación del por poco tiempo civilacho:
-¿Y usted hizo esa boludez de aspirar azufre para salvarse de la colimba? No, no se puede ser tan pelotudo. Yo había visto imbéciles, pero usted, joven, merece la cinta azul de la popularidad en imbecilidad y anexos. ¿No sabe que se puede morir haciendo una macana de ésas?
El pibe, lastimosamente, no se salvó de la conscripción. Y murió en la guerra.
-¿Y usted hizo esa boludez de aspirar azufre para salvarse de la colimba? No, no se puede ser tan pelotudo. Yo había visto imbéciles, pero usted, joven, merece la cinta azul de la popularidad en imbecilidad y anexos. ¿No sabe que se puede morir haciendo una macana de ésas?
El pibe, lastimosamente, no se salvó de la conscripción. Y murió en la guerra.
La fotografía de los coiffeurs integra el libro Cruces de María Laura Guembe y Federico Lorenz. Editorial Edhasa.
5 Comments:
Se supone que tengo que reírme, pero disculpemé, esta vez no puedo.
Decime que esta historia no es verdad.
Esta historia no es verdad
pol : yo no diría tanto.
Creo que julito respondió literalmente al imperativo.
Da escalofríos.
Publicar un comentario
<< Home