Es una advertencia harto llamativa en especial si tomamos en cuenta que fue formulada en el delicioso y pacífico villorrio donde agoto mis horas, aldea moderadamente mediocre y con bailes de los años ochentas los días sábados. La presencia supuesta de un piromaníaco no es para preocuparse sino para ocuparse, ni para desesperarse sino para esperarse. La albertencia (advertencia que me formuló mi amigo Alberto Zuloaga) ha de servir para que cada quien tome sus recaudos. Pero el hombre fogoso existe, de eso no caben dudas. Ya ha incendiado un club de pádel del que no quedó en pie ni el quiosquito de gatorade cuyas botellas fueron vaciadas sobre el fuego con vano resultado. Cuando Zuloaga me lo contó sólo atiné a decir na pero al siguiente día vino con otra noticia que le servía de apoyatura a la primera.
-El piromaniaco (lo dice sin acento) quemó el Renault de mi vecino. Si no me crees lo podés ir a ver.
Lo fui a comprobar al propio lugar del evento y en efecto el Megane rojo del vecino de Zuloaga se había convertido en una negra coupé fuego. ¿El método del incendiario? Bombas molotov. El hombre arrojaba bombas comunistas desde distancias variables. Zuloaga también me informó que el hombre es el mismo que prendió fuego al colectivo el ante año (ver el extraordinario capítulo ¡Fuego en Providencia! del 24 de Noviembre de 2006):
-¿A que no sabés quién fue el que quemó el colectivo el ante año? -me preguntó Zuloaga-.
-El mismo que quemó el coche de tu vecino –deduje-.
-Ah, ya sabías.
-No, me imaginé por cómo venía tu discurso.
-¿Qué discurso?
-No importa.
-Bueno, este tipo fue el que incendió el colectivo el ante año. Se subió y pidió un boleto a Aldo Bonzo. El chofer le dijo que el bondi no iba a Aldo Bonzo. Ahí nomás comenzó una discusión y el loco sacó la botellita de molotov y…
Al sospechoso, que llamaremos Camilo Eresuma, aunque no es su nombre real, que omitimos por razones legales, lo detuvieron una vez pero no se encontraron evidencias de que hubiese sido el autor de los ardientes ilícitos y se lo soltó. Es un vagabundo de mediana edad un poco tarado (mental) que merodea las zonas aledañas a la estación del ferrocarril. Casi todo el vecindario coincide en que él es el causante de los incendios. Una martillera de la zona, convencida de la inocencia del incapaz lo tomó bajo su protección un día en que los vecinos hicieron justicia y lo molieron a palos dejándolo maltrecho y con una pierna rota. La dama lo albergó en su casa donde duerme en un cobertizo y realiza trabajos de jardinería y otras labores menores. Yo lo conocí ayer cuando tuve que concurrir a la inmobiliaria de esta señora para averiguar si tenía cierta casa con fondo atrás que me andaba faltando para un cliente. En la oficina de la corredora hay un gran ventanal que comunica a un inmenso parque lleno de estatuas de querubines escupiendo. Allí estaba Eresuma regando el jardín. En un momento dejó la manguera sobre el césped y caminó hacia nosotros, se detuvo al pie de la ventana batiente y preguntó:
-¿Llama la señora?
-Sabés Camilo que no me gusta cuando hablás así. Ahora andá a dar una vuelta que estoy trabajando –lo reprendió suavemente.-
A la noche encontré a Camilo en la calle como se aprecia en la foto. El tema se está tornando ocupante.
4 Comments:
En la foto de abajo del lanzallamas se observa un ciclista, no será ESE el famoso piromaníaco oriental que andaba en bici, pertrechado con combustibles, quemando mueblerías y ahora haciendo de las suyas por su preciado barrio??
la foto de abajo es del año 39 por lo que su conjetura se cae como teta de vieja. Gracias igual.
jaja! me hizo reir.. son lindas las historias de ciudades chicas, a veces extraño las de la mía, aunque el otro día leí una en los periódicos capitalinos (bosta) que no le cuento..
caia, he querido entrar a su espacio pero casi que me piden el pasaporte ¿hay una forma más sencilla? Grtacias por leerme
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