HOMBRES CON NECESER
En los últimos tiempos me ha tocado compartir recámaras con personas del mismo sexo (no me refiero a acostarme con dos mujeres, lo cual técnicamente sería compartir recámaras con personas del mismo sexo y sería lindo, no digo que no) Hablo de compartir una habitación con un hombre, circunstancia que vengo experimentado desde hace algunos años. Aludo a las visitas que realizamos con el equipo de fútbol a distintas localidades del país y el exterior para jugar partidos y comer asados.
Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh!!!!!!!!!!
Dormir con la otredad me obliga a adaptarme, a adecuar mis costumbres a las de civilizaciones más evolucionadas, tareas que, después de todo, uno viene haciendo no sin esfuerzo desde que se casa, porque, digámoslo sin ambages, antes de eso uno es una verdadera bestia lo cual constituye su esencia. Yo, por ejemplo, de soltero, leía en la cama y cuando me daba sueño, cerraba el libro usando la media que había usado en la jornada, a modo de señalador. Tengo peores.
En los viajes futbolísticos, si me toca un compañero prolijo, limpio y ordenado, virtudes que puedo deducir basándome en unos cuantos signos como ser la higiene y planchado de sus vestimentas, el estado de su calzado, el brillo de su cabello, -los que lo tienen, que no son tantos- pongo mi empeño en equipararme a esos parámetros para no quedar mal. Ni qué hablar si el hombre tiene neceser. Si tiene neceser mi esfuerzo se aplica a actuar como un señorito y ocultar mi condición de cerdo. Resumiendo, que si el tipo es plo (prolijo, limpio y ordenado), y tiene neceser, me inoculo la obligación de aparentar ser el doble de plo, o sea plo a la 2 y disponer de un neceser, si es posible de los que vienen con compartimentos deslindados mediante ligaduras elásticas. Entonces, cuando me toca un plo (¿mo?), una vez llegados a la habitación, luego del viaje y con tiempo apenas para cambiarnos antes de la cena de bienvenida, me apresuro a colgar mis atuendos en el placard, guardar las medias tóxicas dentro de una bolsa plástica donde queden circunscriptos sus efectos deletéreos, dejar las zapatillas una al lado de otra, junto a la pata delantera derecha de la cama, como si fueran nu y eve. No es que yo sea un animal, pero, por ejemplo, cuando me baño, suelo dejar el baño hecho una inmundicia, un poco menos inundado que un campo de arroz y mi esposa decidida a ponerme una demanda. Uno de mis últimos compañeros de viaje era gerente de algo lo cual supone a una persona que se cuida de todo como si en cualquier momento lo fueran a echar (que es lo que suele ocurrir) Cuando llegamos a la habitación con C. yo me quitaba la ropa y a medida que me iba despojando colgaba las vestiduras en el respaldo de una silla como si fuese Rock Hudson en el film Pillow talk. Los atuendos para los días subsiguientes los colgaba en una percha del placar, de esas que no se pueden afanar porque están fijas al caño. Después pasaba al toilette y me duchaba. Si mojaba el piso lo secaba con el secador que ponen en los hoteles carentes de estrellas y quedaba impoluto para C., que parecía que se bañaba en seco porque dejaba todo como en un baño de aviso de desodorante para inodoros.
Cuando le conté todo esto a mi analista, ella golpeó la punta del lápiz en uno de sus deliciosos dientes de conejo y me dijo:
-La verdad, Julito, es que usted es un pusilánime de mierda. ¿No probó alguna vez ser usted mismo?
Este año mi room mate llevaba por todo neceser una bolsita de Carrefour. Fue como una liberation.
Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh!!!!!!!!!!
Dormir con la otredad me obliga a adaptarme, a adecuar mis costumbres a las de civilizaciones más evolucionadas, tareas que, después de todo, uno viene haciendo no sin esfuerzo desde que se casa, porque, digámoslo sin ambages, antes de eso uno es una verdadera bestia lo cual constituye su esencia. Yo, por ejemplo, de soltero, leía en la cama y cuando me daba sueño, cerraba el libro usando la media que había usado en la jornada, a modo de señalador. Tengo peores.
En los viajes futbolísticos, si me toca un compañero prolijo, limpio y ordenado, virtudes que puedo deducir basándome en unos cuantos signos como ser la higiene y planchado de sus vestimentas, el estado de su calzado, el brillo de su cabello, -los que lo tienen, que no son tantos- pongo mi empeño en equipararme a esos parámetros para no quedar mal. Ni qué hablar si el hombre tiene neceser. Si tiene neceser mi esfuerzo se aplica a actuar como un señorito y ocultar mi condición de cerdo. Resumiendo, que si el tipo es plo (prolijo, limpio y ordenado), y tiene neceser, me inoculo la obligación de aparentar ser el doble de plo, o sea plo a la 2 y disponer de un neceser, si es posible de los que vienen con compartimentos deslindados mediante ligaduras elásticas. Entonces, cuando me toca un plo (¿mo?), una vez llegados a la habitación, luego del viaje y con tiempo apenas para cambiarnos antes de la cena de bienvenida, me apresuro a colgar mis atuendos en el placard, guardar las medias tóxicas dentro de una bolsa plástica donde queden circunscriptos sus efectos deletéreos, dejar las zapatillas una al lado de otra, junto a la pata delantera derecha de la cama, como si fueran nu y eve. No es que yo sea un animal, pero, por ejemplo, cuando me baño, suelo dejar el baño hecho una inmundicia, un poco menos inundado que un campo de arroz y mi esposa decidida a ponerme una demanda. Uno de mis últimos compañeros de viaje era gerente de algo lo cual supone a una persona que se cuida de todo como si en cualquier momento lo fueran a echar (que es lo que suele ocurrir) Cuando llegamos a la habitación con C. yo me quitaba la ropa y a medida que me iba despojando colgaba las vestiduras en el respaldo de una silla como si fuese Rock Hudson en el film Pillow talk. Los atuendos para los días subsiguientes los colgaba en una percha del placar, de esas que no se pueden afanar porque están fijas al caño. Después pasaba al toilette y me duchaba. Si mojaba el piso lo secaba con el secador que ponen en los hoteles carentes de estrellas y quedaba impoluto para C., que parecía que se bañaba en seco porque dejaba todo como en un baño de aviso de desodorante para inodoros.
Cuando le conté todo esto a mi analista, ella golpeó la punta del lápiz en uno de sus deliciosos dientes de conejo y me dijo:
-La verdad, Julito, es que usted es un pusilánime de mierda. ¿No probó alguna vez ser usted mismo?
Este año mi room mate llevaba por todo neceser una bolsita de Carrefour. Fue como una liberation.
3 Comments:
te alojaste con el cartonero baez?
Yo tengo neceser, lo llevo cuando viajo, de hecho en un post puse que hasta lo llevo al club cuando ocasionalmente me afeito ahí (qué horror).
Pero soy aficionado nro. 1 a las bolsas de Carrefour.
A mí me da vergüenza compartir la habitación con un hombre. No estoy acostumbrado, me ha pasado ocasionalmente en viajes de laburo, pero logré habitaciones individuales por puro protestón.
Viaje por fulbito o deporte es otra cosa.
yo también llevo, de hecho ese coso verde que se ve en la primera cama es un neceser que nos regalaromn los uruguayos el año pasado. Y lo de compartir habitación también me cuesta, pero como somos tan jovatos, cuando llegamos al cuarto estamos tan cansados que ni nos enteramos lo que hace el otro.
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