martes, marzo 15, 2011


YO NO ME VENDO
Sencillamente me coloco las medias, las championes y salto a la cancha no sin antes hacer la señal de la Santa Cruz y pisar con el pie derecho la primera grama que crece después de la línea de cal. Nada de vendarme como si fuese mismamente la momia ni aplicarme esos linimentos de uso veterinario que te impregnan de un olor muy penetrante pero que no deja de ser agradable. Un compañero de los tantos equipos que integré a lo largo de mi fructífera carrera, solía llevar un masajista particular, munido de una camilla portátil, para masajearlo antes de los partidos. Lo cual me da pie para manifestar que no me gustan los masajes cuando éstos son realizados por personas del sexo masculino. El masaje futbolístico es todo un incordio porque el masajista suele hurgar por zonas problemáticas, si uno aspira a una virilidad sustentable, como son las nalgas. Reconozco que los desgarros nalgares son un riesgo cierto en la trayectoria de un sportsman, aunque no con gran habitualidad. Pero se dan. Ese hurgar con manos peludas por zonas de tan íntimas reminiscencias no me termina de convencer. Bueno, como decía, este muchacho gozaba de una sólida posición económica y solía ir a jugar los partidos con un masajista personal. Pero era un jugador espantoso (el muchacho, no el masajista) y comía banco que daba calambre. Una vez este mediocre futbolista llegó a sugerirle al director técnico que si lo ponía como titular él compraría camisetas para todo el equipo. Como el entrenador se negara, el muchacho siguió comiendo banco hasta que un día explotó. Yo, ese día, casualmente, también estaba en el banco pero porque una lesión en el tobillo me impedía jugar en mi nivel habitual y quedé en situación de reserva por si mi presencia deviniese imprescindible. Pero el otro empezó a gritar y a quejarse porque siempre comía banco. Eran las instancias previas a la brega por lo que le dije que se callara la boca y que se quedara sentado porque no era momento para protestar sino para alentar al compañero ante la inminente competencia. Me dijo que no me metiera, le repliqué que yo me metía todo lo que se me cantaban las pelotas, él repuso que me iba a cagar a trompadas y yo le contesté que no te vas a animar, puto. Lo tuvieron que agarrar entre cuatro. Me hizo acordar a Tupac Amarú porque cada uno de los jugadores suplentes, que se aplicaron a la tarea de amarre, estaba encargado de una extremidad. El conflicto no pasó a mayores. Tal vez, de haber protegido adecuadamente el tobillo, no se hubiese lesionado y hubiese evitado compartir el banco con ese energúmeno que mascullaba insultos vestido con una casaca igual a la mía. Pero yo no me vendo.

6 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Estimado Julio:reconsidere su posicion fundamentalista, por favor,recuerde q cada hombre tiene su precio,dos pilsen bien frappe y una buena cantidad de pamplonas lo harian reconsiderar su postura?
Ah!el blender va de cortesia,un abrazo emeceache

8:34 p. m.  
Anonymous julio said...

trato hecho

9:35 a. m.  
Blogger Unknown said...

Existe la Pamplona con cerveza????

10:11 p. m.  
Anonymous julio said...

exacto, con Pilsen. Alguna vez la disfrutaremos juntos en el mercado del puerto.

10:23 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

y con un brindis final de medio y medio.

8:08 a. m.  
Anonymous julio said...

No debería mezclar con la pilsen pero, dale, pedite un roldós.

10:21 a. m.  

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