jueves, septiembre 29, 2011


GENTE MAYOR
He pasado a buscar a N. para llevarlo a cobrar su haber jubilatorio. Lo transporto en mi auto mientras sostenemos una conversación más bien módica: yo soy de poco hablar y él de poco escuchar. Padece de algunos problemas auditivos. Le digo: Hoy va a hacer calor y él me pregunta ¿Olga se casó? ¿Quién es Olga? Entonces reformulo el comentario con voz más potente: Va a haber ascenso de temperatura. El contesta: Ah, la que hizo el censo en lo de Yaryura. No, no la conozco a Olga. Y a Yaryura tampoco.
No se me acuse de que no lo intenté. Pero no puedo andar gritando como un poseso. Lo dejo en el banco 45 minutos antes de que abra sus puertas. Pero a él le gusta hacer la fila. Siempre queda en la ubicación quinta o sexta detrás de viejitos aun más tempraneros. N., cuando llega, le ofrece al grupo un chiste del tipo: "Acabo de escuchar que no hay más plata para los jubilados." Los viejitos no llegan a entrar en pánico porque ya conocen el chascarrillo. A N. no le molesta hacer la fila aun cuando la temperatura sea de cinco grados. Su hija le objeta: ¿Por qué no vas a las nueve y esperás sentado adentro en lugar de morirte de frío afuera, papacito? N. le contesta: porque me gusta ser de los primeros en ser atendido, querida E. (y termina su nombre de pila con ita) La hija le retruca: ¡Pero antes te comiste casi una hora a la intemperie con menos de cinco grados! Ya que estás dispuesto a esperar, por lo menos hacelo sentado y con una estufa cerca.
Pero N. nunca aceptará esa propuesta sencillamente porque la rutina constituye una de las últimas seguridades de su vida. Y es bueno sentirse seguro para los ancianos de 85, que en la mayoría de los casos no pueden estar seguros ni con la vida, ni con la salud, ni con la atención de los otros. La rutina es el refugio de la vejez. No lo dijo Narovsky pero parece. N. charla con los otros viejitos de la fila y siempre propone temas diversos para explayarse porque es informado y culto. A veces alguno se admira de la cantidad de cosas que N. conoce y éste responde así al elogio: Eso es gracias a la televisión (hace una pausa efectista) Cuando en casa prenden la televisión me voy al living a leer.
Y los viejitos se ríen aunque sea un chiste reiterado por lo menos una vez cada dos cobros. Juega a su favor el olvido, que es una de las tantas virtudes de la ancianidad.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

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