miércoles, diciembre 31, 2008
¡Cómo pasan los años! De uno en uno: 2005, 2006, 2007 y así sucesivamente. A este chiquilín, al principio, apenas se le permitía, alguna que otra vez, trabajar como alcanzapelotas. Hoy entra seguido, hace goles y alguno ya se anima a pegarle alguna que otra patadita. ¡Emotivo!
Muchos abuelos en la actualidad siguen jugando al fútbol. Cuando yo era apenas un gurisito nuestros nonos apenas podían practicar el ajedrez o las bochas porque eran ancianos. Hoy, estos viejos hipertensos no dejan de correr detrás de los balones cuando deberian estar columpiando a sus nietos o llevándolos al tiovivo. Y se bancan estoicamente el consabido reproche de las mujeres: ya no estás para estas cosas, ¡qué esperás para llevar al Felicianito a la plaza!
ANUARIO FUTBOLISTICO 2008 Parte 4
Fuimos a jugar al Uruguay y cuando terminaba el partido con nuestro equipo triunfante, el juez legalizó un gol uruguayo en flagrante offside. En la foto a se lo puede ver en dudoso ayuntamiento posando del lado de los players orientales. En el daguerrotipo más grande se aprecia claramente un brazo que se tiende ¿para recibir unos vintenes a modo de retorno? Jamás lo afirmaríamos. ¡Sospechoso!
sábado, diciembre 27, 2008
martes, diciembre 23, 2008
1990. Un burbujeante San Claus dice "Feliz Navidad, jo, jo, jo, aquí traigo regalos para todos ¡O acaso mi plata no vale!
En fin, ¿Tiene alguna utilidad, por ejemplo, hacer un balance de lo que ganamos este año con relación a lo del año pasado? Acá me apuntan que el balance del que hablamos se refiere a los logros en lo afectivo y sentimental, no a lo económico. Que si hablásemos en plata más de uno se suicidaría con una sobredosis de mantecol. Está bien, tome asiento nomás, el suyo es un buen punto. No se olvide de quedarse al ponche. Otro balance ocioso que se me ocurre ahora: la actuación del gobierno durante el año que fenece; tampoco parece recomendable: está claro que es peor la gestión actual, aunque superior, seguramente, a la del 2009.
Entonces, una vez que nos hemos persuadido de que toda forma de balance es tan inútil como el intercomunicador de los despachos de Cristina y Cleto, la fiesta de Nochebuena resultará ser una reunión familiar como tantas y eso nos quitará presión. Reunión familiar, claro, que nos encuentra ataviados con mejor ropa que de ordinario, perfumados con nuestra mejor fragancia y con una provisión de vittel thoné suficiente como para alimentar a un regimiento mediano de montaña. Por el fondo del auditorio un joven me quiere formular una pregunta. Diga nomás, mozo:
-¿Por qué comemos vittel thoné si es una fiesta de la Cristiandad? ¿Por qué no una pizza? ¿Acaso Roma no está más cerca del Vaticano que Paris?
-Primero, si fuera una fiesta sólo de la Cristiandad, como usted dice poco cristianamente, pobres de los shoppings, los niños y las agencias de publicidad. Segundo: el vittel thoné, amigo, a esta altura de nuestra historia social, es tan tradicional como el arbolito, como el zoquete rojo de jugador de enebeá colgado en la chimenea, o lo que haga sus veces, como los Tupper para llevar la comida, así que no te metás con él ni con la lengua a la vinagreta porque va a haber problemas.
-Pero si somos argentinos ¿por qué no comemos comida criolla..?
-Las cenas navideñas argentinas, pibe, son un homenaje a la globalización, no se quedan solamente con el vittel thoné francés, también comemos ensalada rusa (Rusia), kani kama (Japón), ensalada Waldorf (Estados Unidos), Pío Nono (Italia), Macedonia de frutas (Macedonia) Turrón de Alicante (España), repollitos de Bruselas (Bélgica). ¡Nuestra mesa navideña es un crisol de grasas! Siguiente…
-¿Por qué todas las canciones navideñas hablan del frío, de la nieve y de los trineos cuando acá nos estamos muriendo de calor? Escuche esto: “El tiempo afuera está espantoso pero el fuego está delicioso y como no hay lugar adónde ir, deja que nieve, deja que nieve, deja que nieve”, eso lo canta Bing Crosby. Deja que nieve... ¿qué nieve? La única vez que ví nieve fue cuando mi vieja me mandó a descongelar la heladera.
-El 9 de Julio de 2007 nevó, así que te maté el argumento. Y si no te gustan las canciones navideñas extranjeras, cantá La Misa Criolla…
-¿La Misa Criolla? “A la huella la huella, José y María…” ¿Qué huella? En mi barrio hace cuarenta años que tenemos pavimento…
-Las quejas porque las canciones navideñas hablan de frío, nieve y trineos hoy en día están más fuera de lugar que las frutas abrillantadas en el pan dulce, verdaderos okupas de la deliciosa golosina, por otra parte. Si tanto te exaspera nadie te impide crear tus propias tonadas navideñas que hablen de estos días de insoportable calor, de las calles no cubiertas de nieve sino de olor a pólvora por los cohetes, del ruido intolerable de los rompeportones, de los perros muertos de miedo y de los corchos en los ojos… Deja que Bing cante tranquilo desde el más allá y no abras más la boca hasta que llegue el ponche.
Yo les pido ahora, queridos amigos, que pensemos en las cosas lindas de la vida y eso nos asegurará una cobertura de excelente predisposición para las veladas que se avecinan. Y así preparados para las cosas buenas, pediremos lo mejor: que llegue un hermano con su esposa y sus hijos desde Mendoza, que llegue un primo al que hace mucho que no vemos, con toda su familia desde Estados Unidos, o un sobrino desde la Antártida, u otro sobrino y su esposa desde Inglaterra, que la familia y los amigos estén bien, que mi pipi me siga queriendo y que la plata que ganamos nos alcance a todos para vivir.
Antes de percibir las caritas de protesta por solicitudes tan desmesuradas, hago mío un sabio apotegma del mundo inmobiliario (en el que me muevo como pez en el agua del riachuelo) que reza: Pidamos lo máximo que para bajar hay tiempo.
jueves, diciembre 18, 2008
Un joven veterinario alquiló una casa mediante el servicio de intermediación de EGBERTO GONCALVEZ propiedades. El precio de la locación se estableció en ochocientos cincuenta pesos mensuales. Al cabo de dos años, como lo establece la ley de alquileres en vigencia, el contrato se venció. La inmobiliaria EGBERTO GONCALVEZ propiedades, en adelante, la inmobiliaria, convocó al locatario para explicarle que el propietario del inmueble había decidido ponerlo en venta pero que no tenía inconvenientes en que el inquilino continuara en la ocupación de la casa, eso sí, mediante un ajuste en el arriendo mensual que en adelante sería de mil quinientos pesos, pero sin firmar contrato. El galeno de animalillos accedió sin pensarlo demasiado puesto que la oferta de inmuebles en alquiler estaba –y está- muy escasa y, tanto él como su familia, se encontraban adaptados en plenitud al hogar que los albergara durante un bienio. Transcurrido un mes del nuevo acuerdo de palabra el veterinario concurrió a pagar los mil quinientos pesos del primer arriendo, pero el dueño de la inmobiliaria (EGBERTO GONCALVEZ propiedades), mientras contaba los billetes, le comunicó que, como no se había suscripto contrato, tampoco era necesario extender recibo. El veterinario, más ingenuo que las mascotas que pasan por sus santas manos, aceptó la situación de hecho sin decir ni guau. Pasaron seis meses sin novedad hasta que un día el doctor de perros recibió una carta-documento del propietario que lo intimaba a pagar los alquileres atrasados ($ 9.000.-) con más intereses, multas y alguna otra cosilla que ahora se me escapa por la tangente.-¡Pero yo le pagué todos los alquileres a la inmobiliaria! –lloraba el veterinario mientras su mujer lo consolaba y también lloraba pero por dentro-.Una pena para el confiado veterinario que no existiese ningún documento que acreditara tal aserto, y nueve de los grandes para el bolsillo de EGBERTO GONCALVEZ propiedades, o más propiamente dicho, de EGBERTO GONCALVEZ.
(Continuará)
Hermosa y prometedora continuación de esta historia real, muy a propósito para estos tiempos en que la cristiandad solicita una poca de esperanza. Qué mejor esperanza que saber que los ruines, tarde o temprano, la van a pagar.
lunes, diciembre 15, 2008
Al día siguiente jugué con un equipo del club la final del campeonato que ganamos brillantemente y con fútbol de alto vuelo. Mi hermano, que es el mejor jugador del club, fue el que más voló, impulsado por las patadas que recibió de unos adversarios que después dicen que juegan para divertirse y antes del partido suelen andar a los besos. Tanto le han pegado a nuestro muchacho estos mediocres que si un funcionario de C.S.I. hubiese peritado las zapatillas de alguno de ellos, se podría determinar el ADN de mi hermano y hasta trazar su perfil psicológico, tal es la cantidad de patadas que asimiló.
Fruto de la brava final me llevé un buen raspón en la zona del codo, luego de una barrida temeraria que aró el suelo y lo dejó como para sembrar soja de segunda. Cómo me dolía y quemaba a la noche, pero yo estaba tan contento y satisfecho que me eché un polvo* y quedé tan relajado que dormí hasta la mañana siguiente como un bendito.
*Pervinox en polvo: desinfectante antiséptico anestésico. Laboratorios Phoenix.
miércoles, diciembre 10, 2008
Bólido fue un personaje de historieta creado en 1946 por el humorista Eduardo Ferro. Demás está decir que el personaje de Bólido era un boludo.
Yo tenía un amigo que de botija, cuando quería referirse a alguien que se hizo mierda, decía se hizo aca. Difícil de entender pero menos si pongo a consideración lo que decía en lugar de la puta que te parió: la pontiac que te Peugeot. Hay que comprenderlo porque era un purrete y en los sesenta los patriarcas que nos criaban no admitían en el seno del hogar las llamadas malas palabras, nos pegaban en la boca si las proferíamos y nos mandaban a la cama sin postre, mocoso del demonio.
El fuerte término Puta se blanqueaba diciendo pucha, aunque sabemos que no tiene el mismo efecto decir la pucha que vale la pena estar vivo -sale lavadito- que la puta que vale la pena estar vivo. Queda mejor la segunda frase aunque tampoco garantiza que con ese trueque la película de Alterio sea buena. Posiblemente lo que no lo garantiza es que sea dirigida por Piñeyro.
La concha de la lora en el tiempo de antes no se podía decir ni disfrazado como conferencia, porque el improperio alude a un distrito sagrado de la hembra y eso no se toca (es un decir). Tampoco se admitía la conferencia de la vaca. Ni hablar de usar a las hermanas y las madres que también son buenas oradoras.
Mierda se suplía muy decorosamente por miércoles pero cuando la mujer del coronel que no tiene quién le escriba le pregunta dime, qué comemos, él no le contesta miércoles.
El personaje Anibal creado por Juan Carlos Calabró era un pelotudo pero a los efectos de pasteurizarlo ante la niñez nacional se le calificaba livianamente como un pelotazo en contra (imposible de bancar).
Todas ellas son genuinas búsquedas linguisticas* que intentaban nombrar lo innombrable, esto es, el cúmulo limitado de expresiones que estaban vedadas por la sociedad de la segunda mitad del siglo pasado. No era como hoy que se puede decir lo primero que a uno se le posa en el caletre.
José Pepitito Marrone decía bolucho en lugar de boludo pero sólo cuando actuaba en la televisión. En el teatro de revistas posiblemente diría boludo y muchas cosas más pero no me consta porque nunca fui a un teatro de revistas así que no sé quién era Adolfo Stray.
Seré pitufo pero no bolufo era el remate con el que se daba conclusión a un esquicio protagonizado por Alberto Olmedo en el que hacía de pitufo, todo pintado de celeste, aunque no fue ni por mucho su mejor trabajo. Era todo un desafío remontar los horribles libretos de Hugo Sofovich.
Mi sobrino Joaquincito, cuando era poco más que un bebé, si se enojaba decía ¡Putudo! Pero por su media lengua. Sé que no suma a los efectos de enriquecer la presente monografía que pretende marcar rumbos en la problemática de la censura y la autocensura en la lengua patria pero no me digan que no es tierno.
Acaso en su integralidad este opúsculo resulte un completo desperdicio y una picardía ocupar el ciberespacio con tan poca cosa, pero no lo sería tanto si pensamos que en nuestro país estuvo prohibido por decreto pronunciar la palabra Perón (el tirano prófugo).
Masí, se pueden ir todos a la concha de Sumatra.
Deliciosos platillos de indonesia preparados en base al fruto extraído de la famosa concha de la isla de Sumatra
*No me fue posible encontrar la crema en el teclado de mi ordenador
miércoles, diciembre 03, 2008
Encontramos al Hombre Sandía sentado en la mesa de un bar, donde el mozo lo reconoce al momento:
-Vos sos el Hombre Sandía.
-Atiza ¿Cómo me has reconocido?
-Acá todos te tenemos calado.
-Debí imaginarlo.
-Además, por tu gran cabezota verde con guardas.
Luego de pasar una temporadita en su planeta natal (Frutón), el Hombre Sandía retorna a nuestra tierra para continuar con su lucha en pos del respeto a las leyes. Es su obligación como superhéroe y además cobra sus buenos honorarios con el impuesto que todos pagamos (la THS o Tasa para el Hombre Sandía).
Oculto bajo la identidad de Santos Díaz (aunque bien poco es lo que puede disimular con ese cráneo), el extraterrestre ha vuelto para acabar con los funcionarios que no cumplen con las normas jurídicas. Para tales fines, utiliza su superpoder, la Semilla de la Verdad, que al ser escupida sobre el sospechoso, lo induce a confesar todas sus fechorías, y presentarse a posteriori ante la autoridad competente.
Es así como en la primera parte de la saga supo poner fuera de combate a un buen número de corruptos (Las aventuras del Hombre Sandía). En su retorno a las carteleras, su misión consistirá en desenmascarar al Ministro de Licitaciones Públicas, doctor Higinio Dunlop Parodi, persona tan corrompida que es capaz de exigir un retorno al ciego al que le da limosnas. Para mandar en chirona a este inicuo, el Hombre Sandía deberá primero conseguir la confesión de quien conoce todos sus chanchullos, la principal asesora ministerial, licenciada Adela Mort. Sobre ella pesa la sospecha de ser quien le administra los negociados a su indigno jefe.
Los planes de Sandy, como le mentan familiarmente, se complicarán en el momento en que comienza a sentir cierta inquietante atracción por la señorita Mort, sobre la que había comenzado a ejercer un discreto seguimiento desde varios días atrás.
Por fin, una mañana decide acercársele con un pretexto baladí y la invita a tomar un café. Ella bebió un capuchino, él, un postre Sandy. Las salidas se repiten alentadas por la mutua simpatía que nace entre el frutonio y la terrícola. Sabe él, sin embargo, y eso le preocupa, que no debería dilatar el momento de escupir la semilla sobre Adelita, para que diga la verdad y nada más que la verdad. Pero se toma su tiempo, falla estratégica, extraña en Santos, que ha de servirle al doctor Dunlop Parodi para tomar conocimiento de estos encuentros y llamar a su despacho al alienígena con el objeto de conminarlo a que interrumpa los contactos del tercer tipo con la señorita Mort. Detalles de la tensa y breve entrevista:
-No quiero verlo más con mi asesora. Se lo digo de una.
El Hombre Sandía, sincero hasta la pulpa colorada, le confiesa al ministro que comienza a sentir una profunda estima por Adela. Eso encoleriza al funcionario (¿acaso por celos?), que replica:
-¿Una terrícola con un marciano? ¡Pero, no diga sandeces!
La réplica de Santos Díaz conlleva la ironía propia de los frutonios:
-Usted es hombre boludo y dice boludeces, yo soy Hombre Sandía y digo sandeces.
De esta forma grosera y destemplada culmina la reunión en donde el alto jerarca no ha logrado detener lo que con propiedad podríamos llamar un romance en ciernes. La peculiar pareja, a despecho de todas las contras, retoma sus inocentes paseos. Una tarde calurosa y húmeda salen ella y ello a tomar un helado. Escuchemos este inocente y empalagoso diálogo de dos seres que a mano alzada comienzan a dibujar un corazón atravesado por una flecha:
-¿De qué lo va a pedir el helado, Santos? –le pregunta Adela-.
-¿No es obvio? –pregunta él-.
-¿De sandía?
-¡Claro! ¿De qué va a ser?
-Bueno, no tan obvio. Yo no tomo helado de mí –apunta ella con criterio-.
-Yo sí pediré un helado de usted. Cambio el de sandía por un bombón...
Este Santos Diaz es un completo zalamero. Pero, mientras llevaba a cabo sus inocentes requiebros, los servicios de inteligencia se enteraron de que el frutonio de la cabeza ovalada no tardaría en escupir su Semilla de la Verdad sobre la asesora Mort, primero, y luego sobre el propio ministro, para lograr su autoincriminación y, luego de un juicio justo, acabar en una celda V.I.P. por un par de meses. Furioso, pero ejerciendo control sobre su ira, condición indispensable para el progreso económico de todo hombre público, el muy sotreta del doctor Higinio Dunlop Parodi organizó en cuestión de horas el modo de acabar de una vez por todas con el superhéroe frutado. Primer paso: telefonear a Adela Mort y ordenarle que arregle una cita sentimental en su pequeño departamento céntrico con el extraterrestre. Una vez allí, acaso en el momento de los tomates rellenos, dar el segundo paso: arrojar sobre el extraño ser de Frutón una sustancia terrible que a El Hombre Sandía le produce el mismo efecto que a su colega Superman la kriptonita. Esa sustancia no proviene de Frutón, sino que es un producto noble de la madre tierra. Noble siempre que se lo utilice para causas justas. Se trata de la bebida que se extrae de la vid: el vino. En efecto, la señorita Adela Mort deberá, por mandato de su superior, arrojar sobre el Hombre Sandía un tetrabrik de vino. El efecto es obvio, todo el mundo sabe que, si se mezcla sandía con vino, te morís.
Promediando el delicioso encuentro en el coqueto piso de Adela, la conversación transcurre entre dingolondangos de él y preguntas de ella sobre la vida y antecedentes familiares de Santos Diaz:
-Siempre quise preguntarle: ¿Es usted familiar de Bruno Diaz? –fue la primera y obvia pregunta de la señorita Mort-.
-¡Qué va! Ese es un melón. Aunque ambos pertenecemos a la familia de las cucurbitáceas hortenses, él vendría a ser como un primo imbécil.
La asesora de Dunlop Parodi está nerviosa, aunque simule una serenidad que a Santos se le antoja deliciosa languidez, quizás el grado máximo de la serenidad. Sabe ella que no puede postergar más el momento de arrojar el cartón de vino sobre el rostro imberbe del Hombre Sandía. Pensar que el inocente Santos había pospuesto su escupida famosa, por el tierno afecto que comenzaba a sentir por Mort Adela...
Pero también Adela ha comenzado a corresponder al entusiasmo que Sandy le profesa. Y gracias a esa incipiente corriente de cariño tomará la decisión correcta: cambiará la letal kriptonita-tinto común de mesa por un saludable jugo de sandía, con lo cual salvará la vida del E.T. y, sin exagerar, la de la Humanidad toda.
La bella muchacha, definitivamente decidida a obedecer exclusivamente los mandatos de su corazón, tan rojo como el de la sandía, lo impone a Sandía del siniestro plan que ha ideado el deleznable Higinio:
-...y el muy malvado doctor Higinio Dunlop Parodi quería matarte y después venderte al Museo de Ciencias Naturales. O al Mercado de Frutas, no recuerdo bien.
Un mohín de tristeza, antes que de indignación, se dibujó en el rostro verdinegro del ser venido de Frutón. Podría decirse que sintió una legítima frutación.
-No me sorprende. De mí, todos quieren sacar tajada –dijo él tristemente-.
Alertado el ministro prevaricador por los servicios de inteligencia de la jugada sucia de su fiel empleada la despide sin justa causa ni preaviso. Bah, le hicieron un favor. Si la chica es un pan de Dios.
Pero el Hombre Sandía, verdadero adalid de la observancia de las leyes, sabe que debe completar su misión en esta tierra, para la cual le pagan con los aportes del contribuyente: forzar la confesión de todos los ilícitos cometidos por el señor ministro.
Una mañana en la que este hombre imperdonable se dispone a abordar la limusina que lo llevará al ministerio, lo sorprende el mismísimo Hombre Sandía, decidido a escupirle en la cara una de sus notables semillas. Alertado el funcionario, sale corriendo como si lo persiguiese el mesmo demonio. La cinematográfica persecución culmina en el andén de una estación ferroviaria donde, por fin, el doctor H.D.P., agotado y sin aire en los pulmones, queda cara a cara con el horrible héroe. La tensión es extrema. Casi insoportable. Roza los límites de lo tolerable. Alcanza aristas desesperantes. Da miedo. El Hombre Sandía, inclinando un poco su deforme cabeza hacia atrás, produce una gárgara de esas que son prólogo de una contundente esputación. En cualquier momento escupirá la famosa semilla negra. El funcionario, recuperado a medias de su disnea, le pregunta a Díaz, no sin bastante perspicacia:
-¡Hombre Sandía! ¿No es cierto que te jactas de ser respetuoso de las leyes?
-No lo dude ni un instante, señor ministro –es la segura respuesta del frutonio-.
-Entonces, si sos tan legalista fíjate lo que reza aquel letrero: ES PROHIBIDO ESCUPIR… LEY NUMERO...
En efecto, un cartel de bronce labrado veda terminantemente el acto de salivar, conforme lo establecido por la legislación nacional. Y creo haber mencionado que nuestro superhéroe es incapaz de quebrantar una ley.
El ladino ministro Dunlop Parodi huye casi ahogado en sus propias carcajadas, perdiéndose en el fondo del andén.
Por una vez triunfó el mal, empero, que eso no nos desaliente, sepamos extraer lo positivo de esta historia: hoy están juntos y para siempre Sandía con Mort Adela.
lunes, diciembre 01, 2008
-Al precio del alquiler si le sumamos el catering para cien personas son cinco mil pesos más –me dijo mientras se rascaba la entrepierna-
-…Que la gente distinga en esas miradas anhelosas el transparente deseo de mejores días por venir, claro está, después del 2011 –añadí con genuino entusiasmo-.
-Si necesita un micrófono y equipo de sonido para discursos son doscientos pesos más –precisó el administrador hurgando el contenido esmeraldino de una narina-.
-…Que encontremos en esos ojos la ilusión por un mañana mejor, pero no una ilusión cualquiera sino aquella que nos deja como en un estado de gracia...
-De nada.