jueves, diciembre 27, 2012

DIARIO DEL GRAN VIAJE (DIARY OF THE BIG TOUR) ONCEAVA PARTE 17 de S. EN LA CARRETERA - DE ROMA A NIZA A la mañana siguiente, esto es, el 17 de setiembre, vuelta a levantarse tempranito porque debíamos salir de Italia para ir a España. Pero primero debíamos pasar por Niza, distante 704 km de Roma, donde debíamos abandonar el bello, suntuoso y confortable hotel a quien le digo ciao y gracias por tutti. El paisaje al principio no es gran cosa, nos dirigimos por la carretera hacia el mar. No tarda mucho en aparecer otra vez la belleza que me obliga a hacer trabajar a mi vista en tareas más placenteras, para lo cual debo abandonar provisoriamente la pluma-fuente. A la izquierda un pueblecito llamado Orte, como aquel jugador de Banfield y Racing que fue asesinado en un asalto. Estamos en la región de Lazio, provincia de Viterbo, apenas a 80 km desde nuestra salida. Es un pueblo enclavado en una montaña. Eso es un paisaje típico y maravilloso. Sé que será difícil emparejar la magnificencia de Capri, su trencito a cremallera que nos llevó a la parte alta de la isla, donde está la “ciudad” propiamente dicha, sus callejuelas que suben y bajan, se internan, sus casitas y hoteles al estilo mediterráneo, lo que es obvio, porque estamos en el Mediterráneo. Esas casas que veíamos en las propagandas de productos paquetes en la TV. No sé, un suponer, de Campari, de algún cosmético finísimo, de los cigarrillos esos que promocionaban Claudia Sánchez y el Nono Pugliese que, extrañamente no murió de cáncer de pulmón sino que se cayó de un techo y se hizo mierda. Todos lugares que muchas veces vemos en filmes y en la tele y no creemos que sean reales. Y lo son. Ahora me acordé qué fue lo que comimos en el restaurante de Capri, un primer plato de arroz a la marinera y un segundo de rabas con ensalada de lechuga y zanahoria, Y de postre una tortita parecida al brownie que estaba pasable. Y la vuelta por ese caminito donde se atisban las casas con espectaculares vistas al mar que es como si pintaras toda tu casa de un azul cambiante, tornadizo pero cada vez más sublime. Ese camino pone a prueba el estado de los gemelos (digo de las piernas, no de hijos mellizos que se resisten a caminar), entrenamiento que me venía de perlas porque mi ausencia de las canchas de foot-ball me quitaría estado físico y esos esfuerzos de alguna manera compensaban la carencia. Y siempre mirando al mar y a sus barquitos que parecían pintados. Pero ahora, a derecha tenemos los montes Apeninos donde comenzó su odisea el pobrecito Marco Bresssano en la ¿inmortal? obra De los Apeninos a los Andes escrita por Edmondo de Amicis. Debo hacer un necesario break porque el exterior me está proveyendo de más bellezas de las que puedo asimilar si no me abocara plenamente y con todos los sentidos a ellas. Al rato paramos para hacer pis en un lugar desde donde al fondo se ven Los Apeninos y después seguimos pero ahora subiendo por dichos montes, que, al decir de la guía Maricarmen, son la “espinita vertebral” de Italia. Y a izquierda vemos otro pueblito sorprendente enclavado en la montaña que se llama Orvieto, región de Umbría, Provincia de Terni. Ya recorrimos 132 km desde Roma. Me gustaría pasar una temporadita en Orvieto porque se me ocurre que es tranquilo, con poca gente, sin demasiado intercambio social. La vista de Orvieto te aplaca los nervios y te apaga la tensión. Digo, no sé. Todo acompañado con la música de Joe Jackson. No sé cómo pero cayó en mis manos por estos días la música de Joe Jackson y si es así debe ser lo correcto. Bah, cayó en mis manos. Mi hermano pequeño me lo proveyó. Seguimos por la autopista a la búsqueda del mar en esta ruta perfectamente bien puesta. Ahora son las 14 50 del lunes y vamos rumbo a Génova. No puedo escribir mucho porque los túneles se suceden y todo queda a oscuras. Puentes más puentes, ahora dale que volvió la luz. El micro no tiene luz. La carretera se hunde en Los Alpes, horada la tierra y la luz se va. Qué tarea de ingenieria, cuánta carga de dinamita. No leo el teclado, quiero escribir dinamita y escribo sibanura. Ni cerca le pasé. Sol y 25 grados, decía que los túneles no me dejan continuar con el relato que dejé más o menos cuando llegamos a Pistoia a comer a un lugar llamado Autogrill, que los hay en toda Italia. Descanso de túneles. Estamos a 324 Km. de la capital Roma. Pistoia está en la región de Toscana, Provincia de Pistoia. El Autogrill se encuentra en Serravalle Pistoiese. Comemos dos “Insalatona” por las que oblamos un total de once euros con ochenta. Cuatro salsas (?) y dos “Acqua minerale” a uno con treinta cada una, lo que hace un total de 15 euros. Arrivederci e grazie, dice el ticket. La insalatona es una ensalada de considerable abundancia con atún. Platillo adecuado para el mediodía. A las 12 49 supimos pagar la cuenta y nos mandamos a mudar. Lo sé porque es lo que declara el ticket. Vamos a 50 km de Génova y debo detener la escritura antes de que llegue otro túnel, que penetra en la negrura como si fuese un supositorio el transporte y un orificio rectal el túnel. Pasamos por Génova, sin salir de la carretera. Dice la mujer que habla que es una ciudad con muchos problemas debido a la crisis de Europa, cuestión que no me interesa ni mucho ni poco. Está poblada por algo de poco más de un millón de personas en un paisaje donde Los Alpes caen al mar con poco espacio para construir viviendas, de manera que muchas de ellas balconean al mar porque están enclavadas en su ladera. Eso hace mucho efecto y le da tipicidad al poblado que ya era famoso porque aquí nació Cristobal Colón, el navegante, lo tienes que conocer, querido diario. Ahora vamos hacia Ventimiglia que es el camino que nos llevará a Niza, ya en Francia. 26 grados a las cuatro de la tarde. Tengo un poco de hambre. Saco fotos a granel pero hay unos paneles acústicos que absorben los ruidos al costado de la autopista. Evitan a los pueblos a la vera de la ruta la contaminación sonora pero le provocan a los viajeros una contaminación visual al no permitírseles apreciar en plenitud esos pueblos enclavados en las laderas montañosas. Vamos a pasar por Savona y allí haremos una parada técnica. En este instante hay 22 grados y sigue soleado.

viernes, diciembre 21, 2012

DIARIO DEL GRAN VIAJE (DIARY OF THE BIG TOUR) DECIMA PARTE CAPRI De las ruinas de Pompeya pasamos a Nápoles para cruzar luego a la isla de Capri, en el golfo de Nápoles. Capri debe ser uno de los lugares más lindos del planeta, aunque bien es cierto que yo no he viajado por muchos lugares del planeta. Es una isla en la provincia de Nápoli que está justo “enfrente” de la ciudad de Nápoli, a una hora y pico de allí viajando en una embarcación muy parecida a nuestro buquebús. La isla se encuentra rodeada de un agua que tiene todas las variedades del azul en cambiante actividad, una capa sobre otra. Te muestra en apenas un rato toda la paleta del azurro. Ese color tan característico y sorprendente se debe, nos explicó la guía, llamada Ima (¿Immacolata?) a una planta que hay en el fondo del mar que lleva el nombre de posidonia. Una vez que tocamos tierra con el buquebús tano (¿Buquebucce?) un barquito nos llevó a pasear alrededor de la isla y ver las grutas, grutitas y rocas salientes, el mar esmeraldino, las chicas que toman sol desde otras embarcaciones, algunas sin Soutine, la vegetación que crece entre las rocas, el cielo azul, la espuma que despide el barquichuelo, diversidad de azules que parecen nunca vistos antes, la isla, en fin, con sus acantilados que caen a pique y se hunden en el mar Tirreno. Vimos la casa impresionante del escritor Curzio Malaparte, autor de La piel (La pele). Se conoce que se gana bien como escritor acá en Italia. O que el tipo era un best seller. Los best sellers ganan bien en cualquier lado aunque no es tan sencillo ser un best seller. Luego del paseo del barquito, desde donde contempláramos lo que antes referí (la hora referí), más las grutas donde en su interior parece cocinarse algo misterioso a estar por ese silencio especial sólo malversado por el glup del agua contra las paredes de roca y el eco que provocan las voces humanas, luego de eso, digo, pisamos tierra firme, la isla de Capri. Al llegar a la ínsula subimos a su parte alta por medio del funicular (fonicolare) que nos ofrece vistas aéreas de indescriptible belleza y sin igual divinura. Al fondo de todo se aprecia, algo difuminada por la bruma, la isla de Ischia y Napoli. Almorzamos en un bonito restaurante arroz con calamares y no recuerdo qué más. Compartimos la mesa con un matrimonio mayor mexicano y un matrimonio joven de chilenos. Charla insustancial. Referencias al Chavo del 8. Incomodidad. Me quiero ir. El precio de la comida está incluído en la excursión. Así que comemos y nos vamos a caminar. Desde acá en lo alto se ve el mar azul, los veleros que dejan una estelita blanca (Estelita, qué linda que estás) E. mira los negocios, yo la filmo en su estilo siempre sensual de caminar. Tiendas con artículos caros. Se compra una casita de Capri para su incipiente colección de casitas. Recorremos las callejuelas llenas de turistas y vemos negocios de marcas muy conocidas en el mundo, generalmente apellidos o nombres y apellidos. Benito Scardaccione, Udalrico Legrotaglie (son nombres de ficción usados como ejemplos) Nunca La Esperanza o El Buen Trato. Hoteles de postín, mujeres con sombrero. Llega la hora de volver. E. baja desde lo alto de la isla al puerto por medio del tren a cremallera (Funicular) y yo por unas callecitas serpenteantes que parecen meterse en los fondos de las casas y que permiten disfrutar la vista, allí abajo, del agua azul y los veleros con sus estelas. Mi bajada es enérgica pero más violenta es para los valientes que suben. Les veo los rostros agotados pero más me interesa chusmear los fondos de las casas, sus juegos de sillones de jardín, sus parques, sus quinchos. La bajada en total dura de diez a quince minutos, dependiendo de la energía que uno le imprima a la caminata. Con todo, yo llego antes que mi mujer al puerto porque el funicular tiene mucha demanda. Es claro, la mayoría de los turistas prefieren este medio de transporte a la caminata pura y dura. Y al llegar abajo me angustio un poco cuando veo que mi esposa, a quien amo, no está. A medida que pasan los minutos mi desesperación irracional crece. Pero si lo pensara un poco, no debería ni despeinarme. ¿Qué le pudo haber pasado? El recuerdo de la película Búsqueda Frenética (Frantic), dirigida por Roman Polanski y protagonizada por Harrison Ford, me ayuda a incrementar el canguelo. En el film, a un tipo, que va de vacaciones, le desaparece la esposa. Y en el film se suceden un sinfín de hechos más que ahora no hacen a la cosa. Pero en la isla de Capri, con una superficie de 10 kilómetros cuadrados, no podía desaparecer. Era ilógico. Con todo, caminé por la rambla hacia nuestro buque, el que nos llevaría de vuelta. Pero todavía no había gente porque faltaba para la hora de partida. Cuando llegué otra vez a la entrada del Funicolare la vi salir junto con un grupo de seres humanos abigarrados y me tranquilicé. Pero no le dije nada. Si le contaba me iba a cargar la vida entera, como dice Mauricio Rosencof en La Margarita cuando el enamorado cuenta que los amigos le llamaban Robert Mitchum y lo cargaban por su parecido con el actor. Pero me fui por las ramas. Cuando pasamos por el arco del amor eterno, allí en el mar de Capri, nos dimos un beso con E. porque la leyenda dice que besarse bajo el arco te asegurará amor eterno. Ya van 37 años. ¿No es eso amor eterno? CONTINUARÁ

jueves, diciembre 20, 2012

DIARIO DEL GRAN VIAJE (DIARY OF THE BIG TOUR) NOVENA PARTE POMPEYA Hay una película llamada Los últimos días de Pompeya (1959) que creo haber visto en Sábados de superacción por Teleonce. Pero parece como que no hubiese ingresado por mis propios medios sino que hubiese retrocedido en el tiempo a través de esa máquina que tan irregularmente funcionaba en la serie El túnel del Tiempo, por el mismo canal. Digo que irregularmente porque, recordemos, sus protagonistas, una vez que fueron chupados por el túnel psicodélico, éste, alegremente los fue paseando de un lugar a otro del tiempo sin que pudieran siquiera cambiarse la ropa. Bueno, acá en Pompeya parecemos recién caídos. Yo con mi ridícula bermuda y un par de alpargatas pero impresionado por ver y tocar los restos de la vida en aquella época. Todo se ha mantenido en tan buenas condiciones que, entre lo que se ha podido saber, es que en Pompeya había un negocio de delivery de comida, por ejemplo, o una especie de taberna que se llamaba Thermopolia, donde se servían bebidas frías y calientes. Aquí es posible ver las casas y apreciar cómo se distribuían las habitaciones, cómo se aprovechaba la luz del sol a través de las ventanas para tener durante la mayor parte del día, ya que aún no se había inventado la luz eléctrica. El día está excelente y caluroso. La guía llamada Ima (¿Immacolata?), que reemplaza para esta parte del tour a la que es muy parecida a la vedette ecuatoriana Paola Miranda, muestra buen acopio de conocimientos y está bastante bien, cerca de los 30 años. Como deduje y prejuzgué en Maricarmen, nuestra guía originaria, da la impresión de que Ima a) está un poco podrida de su trabajo o B) no le agrada trabajar para sudacas. Se adivina por un si es no es de impaciencia que nunca se desborda. En la entrada de una casa hay un mosaico con el dibujo de un perro y la inscripción Cave canem (Cuidado con el perro) Se nos informa lo que ya dije antes, que el volcán permanece activo. ¡uy, qué cuiqui! Caminamos por las calles de Pompeya (llora el tango y la Mireya de Juan Carlos Chiappe) y al fondo se veía el monte Vesubio. La erupción fue en el año 79 de nuestra era. Sepámoslo. Hasta la próxima, un besubio. CONTINUARÁ

sábado, diciembre 15, 2012

DIARIO DEL GRAN VIAJE (DIARY OF THE BIG TOUR) OCTAVA PARTE 16 DE S. EN BONDI A POMPEYA A la mañana tempranito del domingo 16 de setiembre de 2012 nos despiertan con una llamada telefónica a la habitación indicándonos que es hora de levantarse, que no seamos remolones (remoloni). Hoy es el día del viaje a Pompeya, previo desayuno en el salón respectivo. Bajamos al comedor del subsuelo aún algo estupidizados por el sueño. En el buffet yo como lo que no suelo en mi república, como ser, huevos revueltos con panceta frita. ¡Explosivo! Los huevos con panceta consisten en huevo, como su palabra lo indica, y tiritas exquisitas de tocino que se extraen de una fuente. De otra se obtienen los huevos revueltos. Es una bomba de tiempo, suele decir E., mi mujer, y quizás tenga razón, aunque por ahora sólo se escucha el tic tac tic tac. Además hay facturas de buen tamaño, unas medialunas que tienen insertadas como pepitas de alguna mermelada indeterminada, que podría ser batata; yogur muy ácido, jugos de naranja y manzana, y un arrollado que a E. le encantó de alma y que en vez del dulce de leche tenía chocolate. Le gustó mucho pero no comió más que un pedazo por temor a los reclamos ulteriores de su estómago. A mi, en cambio, cuando algo me gusta mucho como y como. No me importa nada ni nadie y sigo comiendo. Además había lo tradicional: pan, manteca, dulce. Ya estamos en la ruta, el bus va a buena velocidad. Pompeya es una ciudad de la antigua Roma que en el 79 después de Cristo fue sepultada por la erupción del volcán Vesubio. Vamos hacia allá para lo cual tomamos la carretera que nos lleva a Nápoles, que queda a 226 km de la capital. En italiano Pompeya se escribe Pompei, como un jugador de fútbol conocido como el Tito Pompei. O un referí no vidente llamado señor Pompei. A los fondos de la carretera se ve la silueta grisácea y difuminada de los Apeninos. Una hora y media dura el viaje hasta Pompeya. La guía ya no es Antonella, es otra chica que tiene una característica en su discurso, de buen castellano con acento itálico, y es que inserta mucho la palabra “señores”, lo que da un tono de advertencia a los que estamos acostumbrados a utilizar en el habla coloquial el “señores” como un aviso o llamada de atención. De modo que cada vez que dice “señores” yo pego un respingo en mi butaca. Finalmente llegamos a Pompei y a la entrada a la ciudad la guía nos platica sobre la Camorra y lo mala que es. Dice que el que quiere hacer algo no puede si no tiene el permiso de la Camorra y nos previene que veremos basura por doquier ya que también la camorra está metida en ese problema. Que si el gobierno no se pone de acuerdo (no dijo no se pone firme) con ella no se podrá hacer nada. La camorra es una organización de delincuentes mafiosos y sinvergüenzas que se mueve en la región de Campania y en especial en Nápoles. La Campania es la región de Italia donde estamos ahora transitando con nuestra moderna unidad colectiva y la capital de la Campania es Nápoles. Pero primero pasaremos, como he dicho, por Pompeya. De manera que si muero en Nápoles nunca será por un homicidio ya que en cualquier caso se simulará que ha sido un accidente. La moderna ciudad de Pompeya la habremos de pasar por el costado nomás. La que visitaremos es la antigua Pompeya, la que fue pasto del malévolo Vesubio. Cuya amenaza subsiste ya que se lo considera un volcán en actividad. En otra época, nos informa la guía, supo funcionar un funicular que subía a la cima pero que ya no funciona. En dicho funicular, o tren a cremallera, el primero que se construyó, se inspiró el compositor italiano para crear la famosa canzonetta napolitana llamada Funiculí funiculá. La guía pregunta a los pasajeros si la sabemos como invitándonos a cantarla. E. y yo comenzamos a entonar tímidamente la parte del estribillo (Funiculí, funiculá, funiculí funiculaaaaaaa) pero hay poca predisposición de los otros. No pasa como en el filme de John Hughes Mejor solo que mal acompañado cuando en el micro los pasajeros cantan la canción de Los Picapiedras. Nos apeamos en el hotel Vittoria donde tomaremos otro desayuno, porque éste forma parte de la excursión que hemos pagado por aparte. Yo encantado. He de comer como si el desayuno en Roma no hubiese existido. La guía se afana en juntarnos a todos los integrantes de la excursión, para distribuir unos auriculares (auricolares) inalámbricos que nos permitirán escuchar a la nueva guía que se vendrá y que nos habrá de explicar todo lo relativo a la historia de Pompeya. La guía que hasta ahora nos acompañó es una morochita bonita muy parecida a la vedette ecuatoriana Paola Miranda aunque no tan exuberante. La colación, o segundo desayuno, de este elegante hotel no es tenedor libre. Acá se aproxima un mozo, te dice bon giorno (buen día) y te sirve la infusión caliente. Sobre la mesa hay dispuestas tazas para el café con leche y el té y unas primorosas botellitas que contienen jugo de durazno. Eso me indica que yo beberé ambos frascos puesto que a mi mujer el durazno le provoca alergia y podría morirse por cierre de glotis. Y lo harían pasar por un accidente porque estamos en la provincia de Nápoles. Pero sólo para el caso de que yo le diera el zumo, bajo engaño, diciéndole que no es jugo de durazno sino de otro fruto de los que no le producen alergia. Un claro caso de homicidio. La etiqueta de la botellita dice “Pèsca” lo cual es otro motivo para que se niegue a beberlo. Jugo de pesca suena asqueroso. ¿Qué es jugo de pesca? ¿Será el agua que queda en el balde donde se depositaron los pescados recién sacados del mar o río? No seas repulsivo. Pesca quiere decir durazno en italiano. Hay además en esta mesa redonda unas fuentes que contienen medialunas a razón de dos por comensal. La mesa es compartida con otros compañeros de tour lo cual es buen motivo como para comenzar a tejer amistades. Pero no seré yo quien me aboque a ese menester, tan bien estoy con mi mujer que no necesito de nadie más. De manera que apenas lanzo un chiste que es bien recibido, me sumo en profundo silencio y bebo mi zumo de pesca. CONTINUARÁ

viernes, diciembre 14, 2012

DIARIO DEL GRAN VIAJE (DIARY OF THE BIG TOUR) SEPTIMA PARTE SEPTIMA PARTE LOS ROSARIOS DEL VATICANO La señora Antonella, digna guía italiana de nuestro tour por Roma (capital de Italia) hace mención ahora a los rosarios del Vaticano, que los hay de madera, de plástico, etc. Se cae de obvio el discurso y eso amengua el interés. De casi cualquier objeto los hay de plástico, de madera, de feldespato. Los hay de plata, de piedras y de cristales. Si, y de oro también debe haber. Dime algo que no sepa. Pero entre tantos rosarios –continúa- hay dos en particular que son famosísimos y preciosísimos porque son realizados con una técnica particular, prensando la madera de dos flores, mezclando sus pétalos. El más famoso es el de pétalo de rosas. El rosario en realidad se llama Corona. ¿E perqué? Porque San Francisco solía rezar con una corona con pelotitas hechas en pétalos de rosas. Yo no puedo evitar imaginar –y discúlpeseme la herejía si el pensamiento lo fuera- en San Francisco rezando mientras se bebe una botellita de cerveza fresquecita marca Corona. Perdón una vez más. Y de la rosa, culmina Antonella, nació el Rosario. Rosa-rosario. Aparte del rosario de pétalo de rosas está el de jazmines, que también es precioso y que tiene, precisamente, esa fragancia. La escuela de arte garantiza el perfume de los dos rosarios hasta quince años pero pueden oler un tiempito más. Claro que hablando de los originales. No de los que se consiguen en cualquier parte, que son los chinos. Esos son de una madera cualquiera y le echan una esencia para que se impregne el rosario. Ese perfume dura lo que un pez de hielo en un whisky on the rock. Nada dura. Informa la italiana que hay unas medallas y cruces para recordar el pontificado del que ella considera el Papa más querido del siglo pasado, don Juan Pablo Secundus, el papa viajero. Esa cruz y esa medalla se llaman “De la paz” porque durante su pontificado, 26 años y unos meses, en cualquier ceremonia el Papa nunca se olvidaba de hablar de la paz, que hoy día, desdichadamente, falta en muchas partes en el mundo. Creo que en cualquier discurso papal figura la tan meneada palabra porque cuadra perfectamente con la actividad propia del pontificado, de qué va a hablar, ¿de fútbol? Si Antonella lo va a elogiar que lo haga por méritos reales y asequibles como cuando mandó al cardenal Samoré para que mediara entre la Argentina y Chile en tiempos en que estos dos pueblos, sometidos por sendas dictaduras, estuvieron a punto de ir a la guerra, y no porque quisieran sino porque eran rehenes de los militares. Ahí sí hay un mérito valedero de Juan Paulo Secundus. Bien ahí. Y precisamente vamos en dirección al Vaticano que está al fondo de la vía de la Conciliazione. Y en este momento, al llegar a la Piazza San Pietro nos apeamos. ROMA PERO CAMINANDO Al llegar a Piazza San Pedro la coordinadora-guía, señora Maricarmen, con quien tuvimos el altercado tan nefando temprano a la mañana, lo recordarán todos los que siguen la atenta lectura de este diario, a todos aquellos que no queríamos seguir el tour con las visitas a los museos, nos bajó del micro y quedamos en la plaza redonda por donde se entra a la Basílica de San Pietro (Pedro). Eran las diez y media de la mañana del sábado sin nubes. Había una cola muy importante esperando para entrar en la basílica y no me veía haciendo una fila tan larga. Bastante habíamos visto ya de iglesias y basílicas. Bastantes filas hicimos para cumplir los trámites de Migraciones. Yo antes que un museo prefiero ver las calles y las gentes en ellas. Con ese día sublime no quería estar bajo techo. E., cuando bajamos del bus, sintió alguna inquietud al quedar afuera de la nave nodriza. Quedábamos los dos sin bus, sin guía, sin compañeros amorosos, a nuestra ventura y nuestro aire. Yo me sentía libre como el ave que escapó de la prisión y quería caminar, caminar. Caminare, andare. Gozar del caminare y del andare. Gozar del andare fachile. Como si tuviera propiamente suelas Vibram. Conseguimos un mapa de Roma y un informador del turismo nos marcó con marcador verde el trayecto que había que hacer para ir de la Piazza San Pietro, donde estábamos hasta el Coliseo (Colosseo), no porque necesariamente quisiéramos volver a ese estadio tan deteriorado sino porque enfrente estaba la estación de tren-subte que nos llevaba directamente a la estación Basílica de San Paolo, lugar donde debíamos apearnos del transporte y caminar tan solo tres cuadras hasta el hotel Oly donde estábamos alojados. Dieron las campanadas de las diez y media. E. consultó al chofer de una unitá mobile de reanimazione (ambulancia) que le dio explicaciones calmantes. Finalmente hicimos un paseo bello por Roma. Primero caminamos por la vía Della Conciliazione, pasamos por Castel San Angelo, o mausoleo de Adriano, ahí a pocos metros del Estado Vaticano. En ese castillo supo vivir el papa Borgia, un hombre bastante libertino. Llegamos al puente que atravesaba el río Tiber, a la altura del edificio Della Corte di Cassazione (Corte de Casación). El puente se llama Umberto I, es peatonal y su balaustrada es de mármol. Sale música árabe pop de algún parlante, manteros venden coberturas para blacberrys y otras fruslerías. Turistas de todas partes del mundo. ¿Cómo distinguir acá a un turista? Tienen cámaras fotográficas, camisas muy coloridas y son gordos/as. De allí caminamos hasta Piazza Navona donde me aboqué, antes de dedicarme a disfrutar sus bellezas, a buscar un baño porque teníamos ganas. No había baño público. Me metí en la iglesia Santa María Dell’anima en busca de un WC pensando que un buen servicio para los feligreses, además del propiamente espiritual, sería que dispusieran de un lugar para descargar sus riñones anche intestinos. Pero no. La imponencia de la iglesia se contradecía con la inexistencia de un miserable mingitorio. Salí a darle la mala noticia a mi actual mujer que esperaba sentada en la fuente de Bernini, que así se llama porque la diseñó el señor Bernini, cerca de donde una chica tocaba con su acordeón una canción argentina, quizás un tango. Pero necesitábamos un baño que al fin, y gracias a Bernini, encontramos debajo de la tierra, bajando unas escaleras como si fuésemos a un subte. Allí, previo pago de dos euros, usamos del baño de damas que, por rotura del de caballeros, se había convertido en baño unisex. A partir de allí todo se tornó más sencillo y continuamos nuestra caminata por unas callejuelas realmente bellas (belas), pletóricas de lugares para comer, trattorías, con gente que parecía tener completamente olvidada la crisis de la que tanto se habla en Europa, en aquella mañana soleada y calurosa. Llegamos a la fuente de Trevi (Fontana di Trevi) y nos sacamos la foto tirando las monedas y pidiendo para poder volver otra vez. La fuente fue el escenario de la celebérrima escena de la película La Dolce Vita de Federico Fellini, donde la actriz sueca Anita Ekberg se introduce y se baña vestida. Mastroianni, desde afuera, observa ligeramente excitado. Y ella, rubia exuberante de pechos trascendentes, le dice: ¡Marcello, come here, hurry up! Marcelo no puede más de la cachondez y dice algo así como ¡masí!, se quita el calzado y se mete en la Fontana di Trevi. El filme es de 1960, yo era un purrete así que no me dejaban ni ver el afiche que pegan en las puertas del cine. La zona estaba llena de gente apretujada intentando arrojar monedas y sacarse fotos, en lo posible cuando el vintén girara en el aire antes de hundirse en el espejo acuático. Enfrente a la fuente hay un negocio de vestimenta. Entramos y compramos una camiseta de fútbol del Barcelona con el nombre MESSI adherido a la espalda. Seguimos de ahí caminando por las bellísimas y angostas calles con sus antiguos edificios, sus adoquinados, sus iglesias, sus plazas. El color del travertino en sus fuentes. Los precios de los restaurantes parecían caros. No perdíamos de vista que nuestro destino final era el Coliseo (Colosseo) y en especial la estación Coliseo (Colosseo) Llegamos a la Vía del Corso, una arteria comercial de dos manos que nos invitó a entrar en algunas de sus tiendas. E. estaba abocada, ahora, a la búsqueda de la camiseta del Inter que tuviese en la espalda el apellido de Palacios, sin saber ninguno de los dos que el pibe que jugara alguna vez en Boca, era casi un desconocido en su propio club, el Internazionale di Milano y que apenas había jugado unos pocos partidos. Había, sí, muchas camisetas con el apellido Nagatomo en la espalda. Pero Palacios no. Seguimos caminando, siempre por la Vía del Corso, nombre que encuentra su origen en que allí se celebraban los carnavales por iniciativa de un papa bastante aficionado al jolgorio llamado Pablo II. Su Santidad sacó las carnavales que se hacían en Piazza Navona, por donde estuvimos antes e hicimos pipí, y los llevó a la vía del Corso. Caminando por dicha avenida llegamos a Piazza Venezia donde está el monumento a Vittorio Emanuele II (sicondo), primer rey de la Italia unificada como ha quedado dicho en un tramo anterior de este querido diario. Dicho monumento se encuentra, más precisamente entre la piazza Venecia y la colina capitolina. ¿Ha capito? Non. O.K. Allí decidimos hacer un alto para almorzar. El mediodía estaba glorioso y ya se veía al fondo el Coliseo (Colosseo) y la estación del metrebus, que era lo que realmente importaba. Antes de detenernos para comer E. se tropezó con la gravilla resbalosa y se cayó al suelo, lastimándose un pie y torciéndose un tobillo. El problema es que habíamos comprado, en uno de esos camioncitos parecidos a los que hay en Montevideo, donde te venden salchichas Cattivelli., habíamos comprado, decía, dos sándwiches (Panini), un agua y una cerveza marca Peroni para comerlos en la plaza. Para ser exactos era una plazoletita que vendría a estar enfrente de la Piazza y que quedaba, a su vez, enfrente de un edificio antiquísimo llamado Palazzo Venezia. Lo que ocurrió es que, cuando E. se resbaló con el ripio teníamos la comida y la bebida en las manos de modo que ni ella pudo hacer maniobras defensivas ni yo ayudarla a no caerse, a riesgo de tirar a la merda los emparedados y las bebidas, en especial la cerveza Peroni. Después del accidente comimos placenteramente aunque con la duda en E, de si, por la caída reciente se le haría dificultoso el desplazamiento posterior. Agradables momentos alimentándonos y mirando ese palazzo donde precisamente vivió el aludido papa Pablo II, picarón. De hecho el edificio fue construído para él. Allí solía ver desde los balcones los carnavales que se realizaban en la vía del Corso y las carreras de caballos, asnos y personas. Y mandaba a sus sirvientes a tirar monedas a los romanos que las recibían con beneplácito. A este papa le gustaba más vivir acá, y digo acá porque estamos a un tiro de piedra del palazzo revestido con, sí, travertino. Digo que le gustaba más vivir acá que en el Vaticano porque allí había mal olor debido a la cercanía con el río Tiber (Tevere). Qué lindo que estaba el sábado, el sol entibiaba, y después calentaba, así que me quité el sweater. Y llegamos por fin al Coliseo (Colosseo), caminando por lo que vendría a ser la continuación de Vía del Corso pero que ahora se llamaba Vía dei Fori Imperiali. Una vez en el stadium nos metimos en la estación de esa mezcla de tren y subte, que se llama Metrebus Roma. Por un euro con cincuenta cada boleto fuimos desde la estación Colosseo hasta Basílica de San Paolo que es donde debíamos apearnos porque a poquitos metros estaba nuestra casa italiana, el hotel OLY. Una voz por los altoparlantes del vagón, voz dulce y femenina, sumada a otra masculina, que hace una apoyatura, como si estuviesen cantando a dos voces, nos indican las estaciones. Eran unas pocas estaciones y nos entretuvimos viendo a una pareja cachonda que adelantaba el juego previo frente a nosotros. Nos quedó tan cómodo este medio de transporte que a la tarde fuimos solos a Roma pero esta vez no nos apeamos en Colosseo, sino en Termini, que es donde está la estación central de tren. Caminamos y compramos una valija porque E. sospechaba que con las que teníamos no habría capacidad suficiente para almacenar nuestras pertenencias, integradas por las viejas y las nuevas. Las nuevas eran las que hasta allí habíamos comprado en esta tierra de oportunidades. Cuando a la noche volvimos al hotel decidimos antes conseguir comida para comer en la habitación. Compramos pane grano duro, formaggio scamorza, salame milano, y tacchino arrosto, cuyo significado es pavo asado, dato que no extraje de mis meninges sino de Internet.

jueves, diciembre 13, 2012

DIARIO DEL GRAN VIAJE (DIARY OF THE BIG TOUR) SEXTA PARTE EL COLISEO ROMANO ¡Ya estamos en las puertas mismas del Coliseo! Acá el coliseo se llama "Colosseo". La señora Antonella, la guía romana, nos remarca que los arcos de entrada al Coliseo (Colosseo) están numerados (En números romanos, claro) ¿Por qué? Nos pregunta. No sabemos, parece contestar la comunidad turística, por las caras de estúpidos que se ven. Y explica que la fuerza verdadera del Imperio Romano ha sido la organización. En el Imperio Romano, explica con cierto orgullo, todo estaba organizado perfectamente, incluso el divertimento del pueblo. Mientras nos cuenta esto yo observo hacia afuera y hay tanta gente que pareciera que hay un espectáculo de leones y sangre en el interior del imponente Coliseo (Colosseo). Volvamos a Antonella que nos cuenta que los 50.000 espectadores que entraban en “ese edificio” tenían un ticket, que no era de papel, obvio. El “ticket” era una pequeña placa de cera que tenía grabado el número de entrada. Gracias a los arcos numerados y a los “tickets” numerados se lograba que los espectadores pudiesen entrar o salir del Coliseo (Colosseo) en un tiempo máximo de diez a quince minutos. Ahora vemos una cola de dos cuadras a la “billetería” (boletería la llamamos nosotros) que tardará dos horas mínimos hasta lograr el ingreso. Yo me prometí para este viaje no hacer colas para nada. Dos son mis consignas para este gran viaje, querido diario: no colas, no intercambio social. Buenos días, buenas tardes y sólo si es imprescindible. Una novedad para mi yacimiento de saberes es que el verdadero nombre del Coliseo (Colosseo) es Anfiteatro Flavio. Anfi significa doble, teatro, teatro. ¿Doble teatro? Hmm, no me satisface la explicación. Anfi quiere decir ambos lados. Me cierra más que doble. Es decir que el anfiteatro es un teatro donde se puede ver por ambos lados. Lo de doble se explica porque vendrían a ser dos teatros unidos. Imaginemos una sala donde el escenario está en el medio. La parte de público es doble. Son dos partes. Es como si fueran dos teatros. Por eso lo de doble. Pero no era necesario perder el tiempo en una explicación tan nimia. Antonella dijo doble y ya está, para qué más, su sueldo no debe ser tan significativo como para que se detenga en pequeñeces. El anfiteatro Flavio fue construído en el siglo uno por la dinastía de los Flavios. Por eso el nombre. El bus se detiene en un parque en el que se puede divisar el Coliseo (Colosseo) desde una altura y nos apeamos. Nos salen al encuentro vendedores de trapos y otros artículos. Sacamos fotos y apreciamos el estadio que está bastante bien conservado teniendo en cuenta que han pasado casi dos mil años desde su construcción. El estadio Tomás A. Ducó en Parque de los Patricios estaba más o menos en el mismo estado el día que lo visitamos cuando el equipo de mis amores tuvo que jugar allí porque en su casa estaban haciendo refacciones para el mundial 78. La tanita nos explica cómo funcionaba el Coliseo (Colosseo) donde los “jugadores” eran esclavos. El piso era de madera y encima colocaban veinte centímetros de arena. ¿Para qué? Muy sencillo, para absorber (dijo “absorbir”) la sangre de los animales y de los gladiadores. Se conoce que había muchos heridos de ambos lados. Todo esto lo hemos visto en las películas sobre el Imperio Romano con mayor o menor realismo. En los filmes de Hollywood el gladiador se “peleaba” con un león que era un muñeco y el que lo movía era el propio actor que, a la vez que fingir una lucha encarnizada, debía hacer que el muñequito de hule pareciera de verdad. Justo, entonces, sería que le hubiesen pagado doble sueldo. Las tribunas tenían cuatro filas de gradas para los tifosi, si acaso así se llamaran. Los espectáculos duraban cuatro, cinco o seis horas, dice Antonella. Después habló de las Naumaquías que eran batallas navales para lo cual se construían grandes piscinas. Eran combates en el que participaban hasta seis mil hombres, entre remeros y combatientes. Hay que imaginar en consecuencia una piscina de buen tamaño y no una modesta Pelopincho. También se organizaron Naumaquías en lagos y ahí tiene más sentido. Lo concreto es que quienes participaban no lo hacían porque les encantara sino que eran reclusos condenados a muerte. Creo que los romanos antiguos no tenían muchos motivos para enorgullecerse con tanta carnicería organizada aunque este pensamiento bien podría ser otro ejemplo de anacronismo psicológico, tan malsano para los historiadores. Anacronismo psicológico, según un profesor que tuve en la facultad, es el error de hacer “pensar” a los personajes de la historia según los criterios contemporáneos. Ahora pasamos debajo de un acueducto, el acueducto Claudio, los restos de la Residencia Imperial y llegamos, por fin, al Circo Massimo. Aquí, en esto que es un campo largo, transcurre una de las escenas más espectaculares del cine mundial. O mejor dicho, este es el campo que fue reproducido lo mejor posible en Cinecittá para representar la escena célebre de Ben-Hur. El filme es de 1959, fue protagonizado por Charlton Heston y Stephen Boyd, que hacía de malo y muere precisamente en ese Circo Massimo, el de Cinecittá, cuando su cuádriga vuelca y cae sobre unos salientes metálicos de las ruedas de la cuádriga que compite contra él en alocada carrera, y que giran a muchas revoluciones. Vamos, querido diario, tienes que recordar la escena: Boyd termina hecho picadillo de carne y la sangre parece manchar la pantalla. La sangre y pedacitos de materia orgánica. Quedé impresionado y aún hoy la recuerdo y me tapo la cara. El Circo Massimo verdadero es este, no el de Cinecittá. Es un inmenso jardín de planta rectangular. 600 metros de largo por 200 de ancho. Por eso, por su extensión le llamaban “Circo Massimo” que no diré qué significa porque sé que no eres tonto, querido diario. En el medio de la pista hay una superficie sobreelevada que dividía en dos partes el piso. Era la “espina” que estaba decorada con varios monumentos, en especial obeliscos egipcios. Las carreras de cuádrigas consistían en que estos carros diesen siete vueltas al circuito antes de llegar a la línea de llegada. Alrededor de la pista había dos niveles de gradas construídas en bloques, obviamente, de travertino, donde solían sentarse hasta 250.000 espectadores. Hablamos de un edificio levantado hace 2.500 años y compara la señora Antonella con el estadio Olímpico de Roma o el Santiago Bernabeu donde se sientan 80.000 personas. Pero aquellos son estadios y el circo Massimo en realidad es un hipódromo pero son cosas que se me ocurren a mí y no quiero discutirle. Y ahora viene una pausa para otra intervención chispeante y jacarandosa de la señora Antonella que nos platica sobre la famosa Boca de la Verdad (Bocca Della Verita) que se encuentra en una pared externa de la Iglesia Santa María in Cosmedin, que está cerquita del Circo Massimo que acabamos de dejar. La Boca de la Verdad es una máscara de piedra de un metro setenta y cinco. Todos la recordarán en cuanto mencione la película de 1953 Roman Holiday, o Vacaciones en Roma, o el título absurdo que se le dio en la Argentina: “La princesa que quería vivir”. Es un lindo film en blanco negro y tiene una escena muy conocida en la que Gregory Peck, a la sazón un periodista que oculta su condición, se ofrece para mostrarle Roma a la princesa que se escapa de sus obligaciones protocolares para vivir un poco la vida como cualquier ser humano común. Era una princesa que quería vivir por lo que el título argentino de la película no parece tan absurdo después de todo. La princesa es la belisima Audrey Hepburn. Bueno, pues una de las cosas que Peck le hace conocer a Audrey es la Bocca Della Veritá y le dice que hay que poner la mano dentro de esa fea boca de mármol con el labio inferior partido para saber si el dueño de la mano obra con sinceridad. Que si es sincero no pasa nada pero si miente la boca se la devora. Y le sugiere a la hermosa princesa que lo haga. Audrey duda unos segundos y luego, convencida de su conducta intachable, pone la mano brevemente y no sin cierto temor. Al cabo de un instante la saca sin consecuencias y desafía a Gregory a hacer lo mismo. El apuesto hombre arruga su ceño primero y luego introduce la mano. Comienza a gritar. Audrey se desespera y lo ayuda a sacarla. Cuando Gregory Peck consigue extraer el brazo no está la mano. Ella prorrumpe en llanto desesperado hasta que el hombre desenfunda la mano que había escondido traviesamente dentro de la manga del saco. Audrey aliviada le pega cariñosos golpes en el pecho y le abraza, ahora riendo nerviosa. Es una escena muy romántica desarrollada por esos verdaderos maestros del cine romántico, o de amor, como son los cineastas norteamericanos. Antonella, en tren jocoso dice que los choferes romanos son solteros, es decir que no tienen esposa a quien mentir. ¿Por qué? Porque si es difícil manejar en Roma con dos manos, imagínense con una sola. Da por descontado, y ahí está el chiste, que los romanos son todos unos mentirosos. Por eso, concluye con su excelente chiste, que cuando se ven obligados ponen solamente un dedo. Ja, ja, ja. Alberto Sordi se revuelve en su tumba y Ugo Tognazzi ni te digo. En cualquier caso, quién sabe qué problemas maritales habrá tenido la gran Antonella para hablar de esa guisa. CONTINUARÁ

miércoles, diciembre 12, 2012

DIARIO DEL GRAN VIAJE (DIARY OF THE BIG TOUR) QUINTA PARTE Los edificios que se suceden ante mi vista son tan antiguos que parece mentira que los podamos ver casi como los vieron los antiguos. Eso es Historia. Lo nuestro, lo criollo, tiene una historia tan joven que ni merece llamarse así. Y siempre fue tan desvirtuada, modificada y dibujada por los dueños del poder que me da pena ver a ese purrete de ocho años, que era yo, ingiriendo esos cuentos chinos de la historia de Grosso y otros escritores de ficción. Prestemos atención a lo que dice un gran escritor polaco que vivió entre nosotros durante aproximadamente veinte años, Witold Gombrowicz: “El argentino empieza a razonar, por ejemplo, que “nosotros” necesitamos tener una historia, porque “nosotros” sin historia no podemos competir con otras naciones más cargadas de historia… Y empezará a fabricarse esa historia a la fuerza plantando en cada esquina monumentos de innumerables héroes nacionales, celebrando cada semana otro aniversario, pronunciando discursos, pomposos a veces, y convenciéndose a sí mismos de su gran pasado. La fabricación de la historia es en toda América del Sur una empresa que consume cantidades colosales de tiempo y esfuerzo.” Acá, en Roma, la historia se ve a cada paso y te explica con claridad cómo han sido los hechos. Pocas huellas del pasado han desaparecido y siempre fue por obra de los siglos que erosionan o de los bárbaros. Lo demás está acá presente para que lo leamos como en un libro con estampas, como he dicho en algún otro lugar de este diario tan querido, querido diario. Y la señora romana nos muestra la fachada “siempre recubierta de travertino” Se conoce que le gusta el travertino porque no cesa de hacer alusión a esta noble roca que me hace acordar a las que revisten las proximidades de las piscinas familiares para que uno no se escalde las patas con el sol del verano. Como he dicho, la guía se llama Antonella y cada vez que escribo su nombre me acuerdo de una actriz italiana, hoy olvidada, al menos en nuestro país, llamada Antonella Lualdi. Y si la recuerdo es porque en mi infancia las actrices lindas y voluptuosas provocaban un nosequé torrencial en mi constitución hormonal. La fuente de las Náyades (Ninfas) está escupiendo agua por todas partes y a la luz del sol parecen finas agujas plateadas lo que produce un efecto belo (bello). Nosotros siempre en el primer asiento disfrutando de las vistas sin cabezas que te obturen. A veces el sol pega de frente y el reflejo que el parabrisas nos devuelve es el de la cara muy aburrida del conductor (¿condotieri?) del bus. La información que nos suministra la guía es vertiginosa porque a cada paso surge una construcción importante que ayuda a ir armando el rompecabezas de la historia de Roma. Ese fárrago me hace perder y me disperso. Y me distraigo porque también quiero ver el discurrir de las personas, aquel bar, esa trattoria, esa señorita tan guapa que cruza la calle cuando el semáforo se pone verde. Allí está la embajada argentina y al lado la Capilla Paulina levantada por Paulo V. Lo que debe valer nuestra embajada tan bien ubicada. Digo el inmueble porque los que están adentro, embajador y personal diplomático, son seguro unos buenos para nada que cobran un sueldo privilegiado para vivir en una de las ciudades más lindas del mundo. En dicha Capilla se celebra el “Milagro de la nieve” que barrunto que en italiano se debe decir Miracolo Della Neve. “Neve” estoy seguro que es correcto porque una vez vi una película italiana que se llamaba L’ultima neve di primavera y E., mi señora, lloró bastante porque un chiquito se moría de leucemia. Todos los años, para conmemorar el Milagro de la Nieve, celebran una misa, abren las ventanas y se arrojan pétalos de rosa blanca. Ritos, rituales, ceremonias, todos actos que representan algo pero que, como hechos que modifican la realidad para bien, no son nada. Ya nos vamos acercando al núcleo de la historia, al resumen más claro de la maldad humana. Se palpita. A ambos lados se ven los restos de los foros imperiales. La gente del bus saca fotos. Yo saco fotos y filmo a dos manos. Una señora tiene una envidiable tablet donde obtiene unos retratos que son verdaderos cuadros. Quiero una tablet como esa. No te disperses. Volvé a hundirte en la Historia. Ya se atisba al fondo El Coliseo. Me siento como si estuviera llegando por la calle Lidoro Quinteros hasta el Monumental de Nuñez. Yo sé que la comparación es cuanto menos corta de miras y de cultura, mediocre y ordinaria. Pero es lo que espontáneamente me sale. CONTINUARÁ

martes, diciembre 11, 2012

DIARIO DEL GRAN VIAJE (DIARY OF THE BIG TOUR) CUARTA PARTE TOUR POR ROMA (Continuación) La mañana mejora a cada minuto. Mi estómago responde gauchito y sin ofenderse por todo lo que le envié durante el desayuno del hotel. Tiras y tiras de panceta frita con huevo. Ahora pasamos por las Termas de Caracalla y la guía italiana comenta que allí ofrecieron en 1990 un recital los 3 tenores. Muchos edificios parecen en plena demolición, “restos de muros, trocitos de columnas”, dice la guía. Ahora pasamos por un edifico donde se guarda la reliquia más importante de Roma, la Scala Santa. Qué es o era, por Dios, la Scala Santa. Qué poco sé de religión o de escaleras aplicadas a la religión. La Scala Santa es una escalera de mármol compuesta por 28 escalones situada justo enfrente de la Basílica de San Juan de Letrán. ¿Y para qué servía la escalera? Y, calculo que para subir y bajar. Pero mejor escuchemos a los que saben. Es la escalera por la que Jesús de Nazareth subió el Viernes Santo para ser juzgado. La mandó a traer hasta acá Santa Helena, madre de Constantino I en 326. En 1726 la forraron de nogal para que los penitentes que la suben de rodillas a modo de expiación, no la desgasten. Se considera uno de los lugares más santos del mundo. La basílica de San Juan de Letrán merece un qué lindo y qué hermoso de dos mujeres arriba del bus y el click incesante de las cámaras fotográficas. Se suceden las iglesias y parroquias. La guía ahora nos da una serie de recomendaciones para cuando vayamos a la fuente de Trevi, por ejemplo que se pueden pedir hasta cuatro deseos pero cada uno con una moneda distinta, no importa el valor que ella tenga, lo que tácitamente nos autoriza a arrojar pesos argentinos. Y deben ser lanzadas de espaldas a la fuente. Momentos de distensión, clima más suelto después de tanta severidad basílica. Alguien menciona la crisis argentina como buen motivo para pedir un par de deseos y la italiana equipara la crisis que padecen ellos con la nuestra. Yo barrunto que si hay crisis en Italia, que la hay, no se la ve en los lugares por donde pasamos ya que los turistas son felices y tienen plata y los italianos que los sirven, por lo menos tienen trabajo. Ahora la dulce Antonella, nuestra guía italiana que reemplazó a la odiosa Maricarmen, hace una broma sobre las suegras y dice que los novios antes de casarse van a la fuente de Trevi y piden que la suegra se vaya a vivir a 500 o 700 kilómetros. Ja, ja, ja. Humor italiano. Alberto Sordi se debe estar revolviendo en su tumba. Pasado este breve interregno de sana expansión nos encontramos, ahora de frente con la Iglesia de San Juan de Letrán y su frontis con el famoso travertino que “absorbe la luz y no refleja el sol” Lo que quiere decir la dama peninsular es que el travertino es una roca sedimentaria por lo que tiene huecos y aberturas naturales en su superficie que absorben el calor del sol. La señora comenta, no sé a cuento de qué, que los españoles y los italianos se parecen en algunas cosas, especialmente en que cada año para Navidad o Pascuas tienen que hacer la penitencia de ver una de las películas más famosas de la Roma Imperial: Ben Hur. Y nosotros, los argentinos, veíamos en Navidad y Pascuas Rey de Reyes con el malogrado Jeffrey Hunter, que filmó la película cuando tenía 35 años. Pienso, mientras miro las iglesias, los templos, las catedrales, las basílicas, etc. CONTINUARÁ

lunes, diciembre 10, 2012

DIARIO DEL GRAN VIAJE (DIARY OF THE BIG TOUR) TERCERA PARTE INCIDENTE DESAGRADABLE EN ROMA Hay historias que en el momento en que ocurren se viven con más o menos dramatismo pero que nunca dejan un efecto neutro. Eso sí, suavizadas sus aristas por el trabajo del tiempo, se convertirán en anécdotas más o menos divertidas, menos o más interesantes. Resulta que en Italia viven una hora más adelante que en el Reino Unido. Ese dato antecedente servirá al final de relato así que por favor dejémoslo al cuidado de alguien responsable. Esta mañana nos presentamos a las siete en el salón del desayuno, tal y como nos dijera la coordinadora del tour, señora Maricarmen, a quien conocimos en el día de ayer, dama de origen español y con una simpatía en entredicho por las razones que habré de referir en un lapso breve, pero breve breve. Desayunamos solos en el salón sin ver a ninguno de nuestros compañeros de tour o, por mejor decir, nuevos compañeros de tour ya que nosotros dos fuimos adosados a un grupo que comenzó el viaje varios días antes con escalas en Suiza, República Checa, Grecia etc. Bueno pero eso ahora es completamente inocuo para nuestro relato. La señora guía de la empresa de turismo Maricarmen nos indicó el día anterior que nos apersonáramos a las siete y cuarto del sábado para desayunar y luego comenzar el tour a la ciudad de Roma, con la visita a los lugares más importantes, como el coliseo, que aquí se dice colosseo, y otros no menos históricos y trascendentes. Tomamos el desayuno y extrañamente no había ningún compañero de tour. Una vez cumplimentado el último provechito fuimos al vestíbulo del hotel para buscar a nuestros camaradas ausentes. Cuando llegamos casi que nos chocamos con señora de simpatía dudosa, que tenía una cara de culo que no veas. Nos estaba buscando frenéticamente con una planilla en la mano – porque los coordinadores siempre están con una planilla en la mano- y nos retó porque eran las ocho y media y la partida del tour estaba prevista para las siete y cuarto. ¿Cómo ocho y media si son las siete y media? –le dijimos- ¿Cómo? -dijo Maricarmen con horribles dificultades para disimular su indignación-. ¿No saben que en Italia es una hora más que en Inglaterra? No lo sabíamos ni nadie nos lo avisó. La ibérica Maricarmen nos espetó que eso era problema nuestro, que de alguna manera debíamos haberlo averiguado. No llegamos a transformarlo en un incidente porque ambos, E. y yo, hemos aprendido, especialmente yo, a dar por el pito sólo a la cotización del dólar oficial y no al blue. Pero no podíamos evitar enojarnos por el trato injusto y descomedido. Hasta que, por falta de lugar en el bus, que estaba lleno, la coordinadora, con evidente disgusto, nos ubicó en los lugares asignados para los guías. Se trataba de los dos primeros asientos del transporte, los mejores. Eso me iba a facilitar tremendamente la tarea de sacar fotos y filmar gracias a la vista panorámica que se abría más allá del parabrisas. Dejamos definitivamente de lado nuestra calentura incipiente quizás porque sabíamos que la coordinadora también estaba caliente y de esas combinaciones puede surgir cualquier cosa pero nada bueno. TOUR POR ROMA Dimos por cerrado el momento tenso regalado por la guía. Dimos por prescripta la velada acusación de que éramos unos tontos de capirote por ignorar que en Italia se vive una hora adelantado con respecto al Reino Unido. Y así, ya liberados de nuestra carga, comenzamos el tour por esta sorprendente Roma que es como un libro abierto con estampas a todo color y en relieve. Y con solapas que se levantan y aparece una iglesia. La historia se aprende mejor por ósmosis, nada más recorrer sus trascendentes lugares, cada uno de ellos asiento de acontecimientos trascendentes para la humanidad. Escuchábamos a nuestra guía Maricarmen, no sin un deje de rencor, pero con la atención que merecían sus datos certeros. Vimos basílicas, monumentos, pirámides, obeliscos, etc. La guía anuncia que en breve será su colega Antonella la que seguirá explicando el tour. Y seguimos por termas, basílicas, columnas, etc. La mañana es esplendente, el ánimo mejora y la ojeriza descansa. Yo tenía en una mano una cámara fotográfica y en la otra la filmadora. Este último y moderno dispositivo me lo prestó mi amigo M. con una generosidad digna de un amigo fiel ya que es casi nuevo (Digo el dispositivo, no el amigo) Noble gesto cuando estas personas generosas son de las que se criaron con el mandato de no prestar nunca los aparatos y menos si estos tienen un valor apreciable. Un amigo, cuando yo era adolescente, no prestaba sus discos. Y maduramos todos con la creencia errónea de que los discos no debían prestarse. ¡Mala norma! Si sos amigo le prestás hasta la camiseta. Todos nos acostumbramos y seguimos su patrón de conducta y entonces nadie prestaba sus discos. Por eso debo valorar esa mano tendida que hoy me facilitó sin condicionamientos su filmadora, de tamaño tan pequeño que puede manipularse con una sola mano. Yo filmaba y fotografiaba, fotografiaba y filmaba a esa Roma tan fotogénica y abierta (Roma, Ciudad Abierta. Film de Pasolini) Y quizás incumplía aquella otra conducta de otro amigo que decía que nunca sacaba fotos en los viajes porque todo lo que veía le quedaba en la retina y en el recuerdo, y eso era lo único que necesitaba. Yo mismo creo haber afirmado en algún cenáculo que las personas que sacan fotos obsesivamente se quitan tiempo para disfrutar de la realidad viva. Esa que se manifiesta natural y desnuda y no a través de la lente. Pero ahora cambio parcialmente mi sistema de ideas y sostengo que se pueden hacer todo. Y así, yo filmaba y fotografiaba. Y después apagaba ambos aparatos y me abocaba a observar con mis ojillos, ya sin intermediarios, a esa Roma opulenta que filmó Fellini con más pericia. Se puede todo. CONTINUARÁ

sábado, diciembre 08, 2012

DIARIO DEL GRAN VIAJE (DIARY OF THE BIG TOUR) SEGUNDA PARTE - DESPUÉS DE CINCO HORAS DE VIAJE Han pasado cinco horas de viaje y ya nos hallamos sobre el océano. Es de noche. La aeronave se desplaza a una altitud de 35000 pies y 590 millas por hora, datos más que irrelevantes. Desde la pantallita que tengo frente a mí puedo ver todas estas noticias. Mientras escucho a Joe Jackson y termino mi almuerzo de cubiertos plásticos, que estuvo esplendoroso. Un pedazo de carne tierna con papas al puré y en otro platillo un timbal que no podría afirmar si era de arroz, pero tenía gusto a pintura, todo lo cual comí con el hambre de lobo que suele atacarme de ordinario. Y cuando como con hambre tengo costumbres de ordinario. Para no mezclar bebidas alcohólicas volví a tomar un vino blanco, marca Viala, posiblemente Chardonnay. De postre había una especie de pastel harto sabroso. Se llevaron la bandeja y me calcé los auriculares para escuchar algo de la linda música que me proveyó mi hermano pequeño. Durante su escucha una suave molicie parecida al sueño me invadió y creo que pasé una horita en ese estado. Ahora acabamos de pasar la línea del Ecuador mientras mi mujer mira una película llamada Hombres de negro tres. Un gran hito (no un granito) en este viaje fue haber podido ir al baño, encerrarme en ese cubículo más chico que una caseta telefónica y no sentir nada similar a la claustrofobia. Para mi significa una satisfacción y un orgullo dignos de superior encomio. Ahora E. recorre el menú de la pantalla con el fin de estudiar qué puede mirar para no aburrirse. Faltan siete horas y treinta minutos para llegar a Londres. Me entretuve viendo una serie con Julia Louis-Dreyfus que encarna a una mujer que es la vicepresidenta de los Estados Unidos. EN EL AEROPUERTO DE INGLATERRA LLAMADO HEATHROW El vuelo acabó de manera satisfactoria y ahora estamos en el aeropuerto de Inglaterra llamado Heathtrow, más específicamente en London (Londres), esperando tomar otro vuelo a Roma que sale nueve y diez de la mañana. Desde que bajamos del avión tuvimos que caminar, subir por escaleras mecánicas, escaleras no mecánicas, transitar por cintas transportadoras de seres humanos y hasta tomamos un subte dentro del propio aeropuerto. Una vez instalados en el preembarque para Roma hicimos una recorrida por este lugar que está lleno de tiendas para ver los precios e ir sopesando si nos alcanzará la mosca que trajimos o tendremos que pedir limosna en las esquinas. ROMA (CAPITAL DE ITALIA) El 14 de setiembre es viernes. Por fin llegamos a la capital de Italia que se denomina Roma. El día está más o menos y con lluvias arrachadas. Estamos muy cansados por el viaje largo. Nos bañamos en la bonita habitación del hotel OLY y sin esperar más salimos a recorrer la zona de los alrededores, barrio que se llama San Paolo, y que está a pocas cuadras de la basílica del mismo nombre (Paolo). La Vía del Santuario Regina degli Apostoli 36 es el domicilio donde se encuentra nuestro residencial de tres estrellas. La habitación es amplia y tiene un baño mejor que el baño de Carlitos. Los baños hacen a la calidad de un cuarto de hotel en una proporción del 65%. Hay una bañera y un bidet de fuerza hidráulica media y direccionamiento ineficaz. Con todo, los considero aptos para dejar limpias las zonas más ocultas del ser humano. Con E. caminamos por el barrio y nos fijamos en los precios de los inmuebles, pero los valores están caros y piden en euros sin posibilidad de pesificar. Mi chica llevaba buen ritmo de caminata hasta que encontró un local de ropa con bella indumentaria femenina y a precios razonables. Parada técnica. Yo, por mi parte, me compré dos calzones porque mi intención era conseguir slips europeos, no tanto por lo europeo sino por mi carencia de calzones, prenda tan fundamental en la vida del hombre. Comimos en un bar llamado Leonardo da Vinci. Cerca de las siete y algo de la tarde me fui a caminar solo porque E. tiene una autonomía de andar limitada. Enfilé para la avenida Cristoforo Colombo y antes de perderme me volví al hotel. Mi brújula siempre fue horrible o no fue. Mejor regresar a la base. CONTINUARÁ

viernes, diciembre 07, 2012

DIARIO ÍNTIMO DE UN VIAJE QUE REALICÉ RECIENTEMENTE Y QUE HE DENOMINADO: DIARIO DEL GRAN VIAJE (DIARY OF THE BIG TOUR) PRIMERA PARTE 13 DE S. LA PARTIDA Querido diario: me sorprendes con la pluma fuente en la mano adentro de este avión de la línea B. A. donde habremos de permanecer en las próximas horas. Hemos partido desde Buenos Aires y ahora volamos por sobre el océano para descender en Londres, capital del Reino Unido de la Gran Bretaña, Irlanda del Norte, etc. Desde los altoparlantes del aeroplano nos avisan que van a desinfectarlo mientras una azafata pasa con un aerosol y nos rocía. Se pensarán estos british que los argentinos somos unos pestosos. Bien mirado, es un pensamiento que presenta un marcado sentimiento de inferioridad. La realidad es que deben existir normas internacionales que establecen la obligación de rociar los aviones donde viajen argentinos pestosos. Pero la gran incógnita que se me planteaba, antes de que la azafata nos rociara, era saber si podría superar mis problemas de claustrofobia. A las tres y cinco de la tarde, es decir, habiendo transcurrido más de una hora y media de vuelo, puedo decir que sí. Yes indeed. Prueba superada. La claustrofobia acaba de pasar a formar parte de mi pasado más ominoso. Ya fue. Adiós claustrofobia, ojala-Dios que te mueras encerrada. DENTRO DEL AVIÓN El Aircraft es una moderna unidad muy distinta de aquellas que abordé las últimas veces que viajé en avión, es decir, hace más de 20 años, casi de purrete. Por ejemplo, y a modo de simple comparación, antes, para entretenerte, te ponían una película de VHS que se veía en una pantalla ubicada en el frente de la sección del avión donde te encontrabas. Ahora tenés justo enfrente de ti, sobre la parte posterior del respaldo de la butaca de adelante, una pequeña pantalla de cristal líquido donde hay una oferta de entretenimientos que van desde series de tevé, películas, documentales, cedés musicales, hasta programas de radio, obviously, de la radio británica. Fue así que me fue posible escuchar El show de Ronnie Woood donde el guitarrista de los Stones es maestro de ceremonias y pasa música de todas las épocas (del rock and blues and pop). En el programa que atendí pasaron a T. Rex, Faces, etcétera, y una variedad interesante de músicas como no puede ser de otra forma siendo un músico que está arriba de todo y desde allí observa todo lo que pasa. Pero lo que merece también apuntarse es que me estoy muriendo de hambre y todavía no han servido nada masticable. Apenas un aeromozo pasó empujando un carrito con bebidas de las más variadas clases, todas sin alcohol. Sobre la parte superior tenían jugos de naranja, de cranberrys, de tomate. Al jugo de tomates le ponían algo así como una salsa de soja, y agua y varias personas se lo tomaban sin decir agua va. E., mi actual mujer, tomó agua. Pero en un nicho bastante escondido del carrito encontré unas primorosas botellitas que contenían ¡vino blanco! Y bebí el vinillo oportuno y conveniente. Ahora faltan once horas cinco minutos, todo te lo informa la pantallita. Estas lindas botellitas de vino blanco, creo que son cabernet. Yo entiendo poquito de novi. Pero le pedí al sobrecargo, que se llamaba Zaid, y no hablaba castellano, una de las tiny bottles. Y qué vino rico resultó, compañero. Hace mucho que no tomaba vino blanco. Ahora pasan en el show de Ronnie Wood un tema de los Stones. Se la iba a perder el gran Ron. Luego elogiará al armoniquista de su canción pero la comida está próxima y ya no me importa nada más. Ya se siente el olor a carnes asadas en todo el ámbito de la aeronave. E. me cuenta que ya han servido a una chica y dos viejas de mierda se han quejado porque sirvieron primero a la chica. La aeromoza explica que le sirvieron primero a la chica porque es vegetariana pero las viejas igualmente protestan alegando que el hecho de ser vegetariano no supone privilegios de ninguna índole y que no debería la chica ser servida en primer término. Ojo con las viejas. Pueden tener cara de buenas y ser malas. Ahora suena un bonito tema de ZZ top. Pero debo aprontarme para la comida. Cuando faltan diez horas 59 minutos. Llega la comida. Hasta luego. CONTINUARÁ
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