jueves, julio 23, 2009


1.- Acto del 9 de julio al aire libre en la plaza del pueblo. Colegios y ciudadanía amontonados. Fuerzas vivas, militares, abanderados y escoltas arriba del tablado. Los niños en fila vestidos con guardapolvos blancos y pantalones cortitos, bolsita de los recuerdos. Frío helado durante el izamiento de la bandera, los discursos y la canción patria. Frío de julio. Las maestras están autorizadas a colocarse un poncho encima de sus guardapolvos blancos. Los niños no. Entran un poco en calor con el rutinario Pase y no vuelva.
2.- Mi amigo creyó ver de lejos a un caminante sin cabeza y atribuyó la terrorífica visión a la baja visibilidad causada por la niebla. Pero conforme se acercaba al descabezado fue confirmando su más hórrida percepción. En efecto era un hombre exento de marote. Aceleró el paso para pasarlo y huir de ese monstruo repugnante cuando, de algún lugar de su cuerpo incompleto, que no de su cabeza, salió un chau, Pablo. El extraño ser lo saludaba. ¡Patitas pa que te quiero! se dijo Pablo y salió corriendo presa de un cangelo insostenible, como Juan Carlos Dykstra, que año más, año menos, en esa época era una figura del atletismo.
La partes de mi cuerpo en donde más sufro el frío intenso es en orejas, nariz, y cráneo. Y me había olvidado la bufanda.
3.- Ya que de bufandas hablamos. En la materia Actividades Prácticas de primer año bachiller el tema principal de la currícula era Bufanda (¿Fundamentos de la bufanda, teoría y praxis?), y consistía en construir un telar para, posteriormente, con esa tabla sembrada de clavos, tejer la bufanda oficial de la escuela conforme las medidas y los colores establecidos en la disposición pertinente. De forma tal que gastamos el año escolar tejiendo una bufanda tricolor cual penélopes a la espera, no ya de la vuelta del valeroso Ulises, cuanto del recreo largo. Mi bufanda me quedó llena de nudos, agujeros, desprolijos corrimientos de puntos y sin el largo exigido. Una vez terminado los flecos que ornan las puntas de cualquier echarpe que se precie, era obligatorio colocársela y debía coincidir en extensión con la que lucía el resto de la comunidad educanda. Para lograr ese efecto yo dejaba uno de los extremos bien cerca del cuello para que el otro luciera razonablemente largo. Ese año me llevé Actividades Prácticas.
4.- En Gimnasia era obligatorio llevar la ropa del uniforme que, enumerada de abajo hacia arriba y de adentro hacia fuera, era: zoquetes blancos de toalla, zapatillas blancas, suspensor blanco, short blanco, musculosa blanca y buzo azul. Si algo de eso faltaba el profesor de Educación Física te humillaba primero, y luego te pegaba con el bate de soft-ball en la cabeza y te hacía una muesca en la libreta de calificaciones. Los registros de indumentaria no ocurrían en todas las clases. Una tarde, como hacía muchísimo frío, me la jugué –siempre me gustó el riesgo pero cuando termina bien- y me puse un sweater de plush debajo del buzo para combatirlo. Verde esmeralda. Mala suerte porque ese día tocó registro. A quitarse toda la ropa y quedarse en anatómico N.A.T. Y yo con estas mechas, digo, y yo con este sweater de plush verde y no la musculosa reglamentaria. ¡Estoy en serios problemas! Pero esa gélida jornada Diosito se dignó a protegerme como lo hace el suspensor con nuestras bolas. Un registrado anterior a mí tenía el slip todo manchado de poluciones nocturnas. Fue lo que me salvó. El profesor le hizo pasar al soñador un verano del 69 en invierno y después impactó con el bate de soft-ball en su cabeza de chorlito. Pero no por las poluciones, que al cabo todos los argentinos bien nacidos las tenemos o teníamos. El error fatal del imberbe surgió cuando, ante la pregunta de por qué su calzoncillo blanco parecía el mapa de un archipiélago en el Indico, contestó que su madre no se lo había podido lavar. Esa era la peor respuesta que pudiera recibir nuestro educador para quien la madre es lo más sacrosanto, deidad que carece de ateos en la tierra y que no hay derecho a presentarle nuestras miserias tan explícitamente. La ropa, según él, debía ser lavada por el propio cartógrafo que la pringó (para seguir con la metáfora del archipiélago). Las consideraciones del docente insumieron mucho tiempo y una vez acabadas el señor A. ordenó vestirnos rápidamente para salir al campo, con lo que dio por concluido el contralor. Salvado.
5.- El egresado en viaje de fin de curso a San Carlos de Bariloche se quitó la campera en el cerro Catedral y la tendió sobre la nieve, luego se subió a ella y se dejó caer por la suave pendiente plateada, practicando snow board cuando aún no se llamaba así. Tuvo tanta mala fortuna que la chamarra se desvió del sendero con él encima y cayó a un precipicio. El muchacho se golpeó contra las ásperas rocas y se lastimó horriblemente la cara que le quedó desfigurada como la de Charles Laughton en El jorobado de Notre Dame. Para la vuelta en tren a Buenos Aires las autoridades del ferrocarril, en vista del estado en que había quedado el egresado, le concedieron sin cargo un camarote. El adolescente, que tiene una escala de prioridades distinta a la del adulto, estaba más contento que adolorido porque había aumentado notoriamente su popularidad entre las chicas. Se sabe que ellas se derriten por el chico que sufre y es allí donde aflora su condición materna, la misma que aplicarán por obligación un poco más adelante. Para aprovechar estos deliciosos e inusuales favores de sus compañeras el estúpido muchacho abandonó el camarote a poco de la partida y regresó en el vagón de segunda como el resto. La ex división cantaba, bailaba y vivía sus últimos días de irresponsabilidad. Se armó una guitarreada y el chico lastimado se acostó en el portaequipajes para estar más cerca del músico cuando cantaba Tu nombre en la arena de Carlitos Barocela. Hacía calor en ese vagón. El ventilador del techo estaba encendido. El joven sacó demasiado la cabeza por fuera del portaequipaje y una filosa paleta del ventilador le cercenó espantosamente parte del cráneo. Fue una carnicería. Ahora sí, el resto del viaje lo hizo en el camarote.


lunes, julio 20, 2009




ESPECIAL DEL DIA DEL AMIGO


Todos los domingos un grupo de amigos cuyas edades oscilan entre los trece y los setenta años (foto) concurre a la asociación de fomento a jugar al fútbol. Cuando llueve, como ocurrió en la víspera, tenemos a mano el plan be que consiste en dirigir nuestras personalidades al gimnasio cubierto de la sede de la institución y disputar un partido sobre parquet. Claro que en lugar de ser 22, los players somos menos porque a la mayoría, cuando el tiempo es malo le da pachorra smaldone y se queda en la catrera. Así es que con toda la furia husain a veces llegamos a juntar dieciseis. Ayer éramos catorce justos villars. Pero un hecho desagradable vino a poner una nube de claudio úbeda en todo lo carlos bueno que nos prometía el nico domingo, lo cual, sin embargo, no empañó la diversión y el partido salió pérez lindo. Este fue el incidente: el más pequeño de nuestros muchachos intentó trabar una pelota desde atrás a C.M. y, sin querer, impactó en su pantorrita. C..M. ensayó una protesta un poco mariconcita, del tipo de ¡che, pará un poco que me vas matar! pero B.J., gran persona y mejor jugador, ajeno a la jugada polémica, metiéndose en un pleito que no era el suyo, junto con el otro viejo, el damnificado, la emprendieron contra el pibe valderrama. ¡Para qué! surgió el padre del chiquito bossio que reprochó severamente a BJ por meterse con su hijo y lo invitó a que si no le gustaba la manera en que se jugaba que se fuera a la mismísima cancha de tenis a jugar al ídem (que no lo hace mal), aunque, he de ser franco costanzo, no escuché que le haya mentado a la vieja reynoso. B.J., ofendidísimo, cogió su bolso campeón yorugua y se retiró del gimnasio y esgrimo, incumpliendo un artículo esencial del código futbolero que prohibe retirarse prematuramente del partido porque dejás a tu equipo con uno menos y el match se malogra porque se resienten las equivalencias. Y más en una cancha pequeña. Por eso, para el campeonato de nerviosos, se otorgan dos puntos a B.J. por irse antes y dos puntos a L., padre del botija, por los términos descomedidos que utilizara con el que abandonó. ¡Y feliz día del amigo!



miércoles, julio 15, 2009



QUE ALGUNA VEZ HICE O ME HICIERON

1.- ¿Te quedás a la toma? Preguntaban las chicas de la facultad, rebosantes de belleza e ideología, de activismo y pelo lacio, acaso un poquitín sucio. A uno de esos entusiastas muchachos y muchachas podías mandarlo a la PMQLP sin sufrir ulterioridades pero nunca decirle que ibas a la facultad sólo-a-estudiar porque te lanzaban un discurso sobre la concientización y la vida, la liberación y la dependencia y mucho resistir de acá, resistir de allá, algo parecido a lo que se les escucha treinta y pico años después a los balestrinis, los pichetos y los kunkeles, tan ridículos con esas remeras del che que les quedan chicas, o grandes, según cómo se mire. En cualquier caso, un sesentón con una remera del che es una imagen harto ridícula.
2.- ¿Puedo pasar? El profesor F.P. tenía por costumbre llamar a dar lección luego de ensayar un vuelo rasante con su vista por las caras de de sus educandos, pero descartaba al que voluntariamente pidiera pasar al frente porque eso hacía al alumno solicitante presunto conocedor de la lección. De modo que aquella vez, que, como era habitual, yo no sabía nada, pero nada de nada, con el fin de eludir el llamado al frente, porque mi ignorancia sobre el tema de la clase incluía hasta los títulos, levanté la mano y dije ¿puedo pasar?
3.- ¿Tiene tierra? Dentro de la información que es habitual suministrar para la venta inmobiliaria en zonas residenciales está la referida a los dúplex. Los hay con patio o sin él, e incluso hay departamentos de dos plantas a los que se llama también dúplex y eso puede prestarse a la confusión. De manera que, cuando ofrecés a la venta un dúplex, no es inusual que te pregunten: ¿tiene tierra? Un día de esos en que yo no era ese león vendiendo durax, todos tenemos un mal año, le contesté a una señora ante la pregunta ¿tiene tierra?: si, en las macetas.
4.- 1966. Mi primera novia. No digo la película de Palito Ortega. Hablo de la mía. De mi novia, no de mi película. 1966. Silvia Beatriz se llamaba. Estudié mi declaración de amor frente al espejo durante una semana y estuve listo para darle curso en el “baile” del sábado, a más tardar a las diez y media de la noche. Tenía escogidas la ocasión, las palabras y el tono. Pusieron en el tocadiscos una canción llamada Flores en la pared e invité a Silvia Beatriz haciendo girar mi dedo índice en círculos, a sabiendas de que la declaración posterior tenía que llegar a continuación de una bailada suelta y esperar el primer tema lento inmediatamente después de que culminase la sesión de a go-go, pero ¡nunca! sacarla a la pista durante el tema lento porque eso denunciaría una actitud premeditada y aleve lo cual podría resultar contraproducente. O no. Pasó Turn! Turn! Turn! por el conjunto The Byrds, bella canción muy apropiada para la transición hacia la lenta-lenta, la de la declaración y los besos, que en la emergencia fue ¿No sería lindo? por The Beach Boys. Nunca olvidaré las palabras que usé aquella Primera Vez: ¿Querés andar conmigo? Me contestó que lo iba a pensar.
5.- ¿Estás avivado? Ominosa pregunta treceañera de algún camarada curioso que pretendía hurgar en nuestra inexistente vida sexual. Si estabas avivado, es decir, si habías tenido ya relaciones íntimas con personas de otro sexo, la respuesta surgía relajada y orgullosa, con oferta profusa de detalles, pero si no, tus manos comenzaban a sudar y dudabas si mentir o no, puesto que si te solicitaban una ampliación corrías el riesgo de caer en incongruencias fruto de tu ignorancia sobre aspectos rudimentarios del acto divino. La pregunta ¿estás avivado? reconoce un antecedente necesario sobre el cual no querría entrar en detalles ante la posible presencia de damas en las adyacencias. Pero los hombres recordamos, no sin ternura, cuando algún compañero la mar de indiscreto nos preguntaba lo más íntimo: ¿te salta?

domingo, julio 12, 2009




MALAS PERSONAS




Hace muchos años llegó con una remerita que tenía una imagen de Bj McKay, el personaje de la famosa serie norteamericana, en el pecho. Y eso sentenció que a falta de conocimiento de su verdadero nombre, en adelante se lo mentara BJ. Gran persona BJ, excelente jugador, pero, ¡por favor!, no lo toques, no lo roces, no lo mires, no lo choques, no lo trabes, porque se transforma en el prototipo del hombre golpeado por sanguinarios violentos, adalides del antifútbol, que le hacen pumba. No, no, pechar tampoco. No entres en contacto de ninguna índole, no sé cómo decírtelo. Si lo corrés apareado, que ninguna fibra de tus medias se contacten con las de él. O te arriesgarás a que te llame mala persona, que así califica a quienes le aproximan algunas de sus células, aunque sea con el aliento. Y a los que le discuten una jugada por sencilla que sea, también los llama malas personas. Y si alguien le sugiere que no será para tanto, redoblará la apuesta e intentará otorgarle verosimilitud a su juicio poniendo cara de que lo sabe de buena fuente y diciendo: es una mala persona, mirá que yo lo conozco hace muchos años. Si no conoces bien al aludido, te puede entrar la duda de si el que lo rozó o el que le discutió un saque de costado no será una verdadera basura. Por ello, le doy la bienvenida a la tabla de nerviosos. Por ponerse como un basilisco cuando lo rozan, le adjudico dos puntitos, aun a riesgo de entrar en su lista de malas personas.







viernes, julio 10, 2009



1 Defiende la estabilidad de los precios contra la inflación para que todos puedan comprar leche y carne. Un importante industrial reconoció: “Si él se va va a haber una explosión de precios”
2 Al actualizarse los montos de algunos bonos de la deuda pública mediante el índice de precios al consumidor (I.P.C.), que está manipulado por el señor Moreno, el monto de la deuda externa crece en forma más leve.
3 Al dibujarse, también mediante el I.N.D.E.C., un índice de caída de la actividad productiva de apenas algo más del uno por ciento, en lugar del diez, que es el número en el que la mayoría de las mediciones coinciden, los empresarios desisten de despedir a sus obreros puesto que ello no se justificaría si la actividad permanece estable.
4 Posibilita que la mayoría de los argentinos canalicen todo el odio (hacia el gobierno y hacia su propia mediocridad), que contienen a duras penas, a la manera en que el Gran Hermano de George Orwell establecía los dos minutos de odio contra el enemigo, que en la novela se llama Goldstein y acá Moreno.
5 Es un ejemplo de lealtad y obediencia al ex presidente Kirchner y su señora en tiempos en que los que ayer nomás lo adulaban y practicaban el sinestismo hoy se escapan despavoridos con cara de yo no fui y de yo nunca.

martes, julio 07, 2009


1 Practicar pool-dancing (baile en la pis-cina) con damas uruguayas en un emotivo intercambio cultural-binacional.
2 Intentar recuperar una pelota exponiendo la vida a la vera de una peligrosa acequia y arriesgándose a que la esposa observe la fotografía y diga: ¡y en casa no sos capaz de levantar la servilleta cuando se te cae al piso!
3 Trivia: este hombre está: a) formando la barrera ante el inminente tiro libre b) Alguien lo mandó al rincón por tronco c) aliviando su vejiga.



4 Los dos únicos hinchas de Velez del grupo celebran el domingo a la mañana el campeonato sin saber aún que el triunfo estaría viciado de nulidad debido al infame arbitraje del señor Brazenas.

5 Recibir un tremendo golpe en el ojo durante el partido y compartir más tarde la cuchipanda con el causante del cuasi vaciamiento ocular.

miércoles, julio 01, 2009

HISTORIAS FANTASTICAS

(Y otras apenas regulares)



Así me lo contó mi amiga V.:
“Mi mamá me rebotaba los novios como si fueran de goma. No había uno solo que le viniese bien. Yo ya estaba podrida. Cuando me vino a buscar Carlos en la moto no tenía ni la menor intención de presentárselo, pero justo mamá salió porque tenía una reunión con las damas de la parroquia y nos vio. No sabés qué lindo que era Carlos con esos bucles rubios largos. Un bombón. Por supuesto que mamá no lo aprobó. Te imaginás en 1972 lo que era un pelilargo con moto. El demonio. La vieja siempre me amenazaba con que se lo iba a contar a papá, que era militar”.
-¿Lo conocí yo al pibe? –le pregunté de puro curioso-.
-Supongo que sí. Se llamaba Carlos.
-¿Carlos qué?
-Carlos Eduardo Robledo Puch. Un día no lo ví más y a los dos meses me enteré que había matado a once personas y cayó preso. Mi vieja lo reconoció enseguida cuando Carlos apareció en el Reporter Esso entrando en el móvil de la policía. Estábamos viendo la tele, mamá, papá y yo. Me acuerdo que yo le daba aire a mami con la teveguía cuando se desmayó.
*
Mi mamá viajó a Europa en 1978 y uno de sus hijos le pidió que le trajera de Inglaterra discos (de vinilo) de Génesis. A los pocos días de su llegada al continente viejo, mamita nos envió una carta avisándonos que no podía conseguir por ningún lado discos de Sui Géneris.
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El cura de la parroquia (padre Guillermo) le declaró la guerra a la inmoralidad y el pecado en todas de sus formas, cualesquiera fuese el significado que le asignara la Iglesia a ambos términos: por ejemplo se negaba a bautizar a los hijos de padres divorciados, prohibía el ingreso a la casa de Dios a las mujeres que asistieran ataviadas con vestidos con breteles y cualquiera otra ropa que dejara al descubierto sus hombros, sus piernas o el valle intertetas. También se negó a casar a hombres con cabello largo. Un día se le descubrió un affaire amoroso con una de sus catequistas, situación que se probó irrefutablemente cuando la pobre cristiana quedó embarazada. El padre Guillermo nunca más volvió a ver a su grey.
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Cierta vez llegó al poblado el móvil de un canal de televisión para hacer un programa conducido por el culto relator Victor Hugo Morales que consistía en mostrar las maravillas del barrio y sus habitantes. Se escogió con toda justicia, como prototipo del ciudadano ejemplar, a los eficaces integrantes del cuartel de bomberos, para lo cual se armó un simulacro de incendio a efectos de mostrarlos en acción. Uno de aquellos valerosos bomberos se quemó horriblemente en la demostración y su cabeza quedó como la del manager norteamericano Don King, incluídos los chamuscados pelos en punta.
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Otra de incendios. Durante cuarenta años funcionó en mi barrio un magnífico cine-teatro que debió cerrar sus puertas a principios de los ochentas cuando un incendio destruyó sus instalaciones. La última película que se proyectó fue una producción de Sergio Renán, basada en una novela de Mario Benedetti: Gracias por el fuego.
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El padre de G., un compañero de colegio que vivía en la calle Los Robles, se encontraba muy enfermo y junto a otros dos amigos lo fuimos a visitar a al sanatorio. El hombre estaba muy grave. Uno de nosotros le preguntó cómo se encontraba y el enfermo, con una voz diezmada por la dolencia, le susurró resignado: “Yo ya estoy para los robles”. Mi cordial amigo le dijo, con genuina alegría: "¡ah, qué buena noticia!" El ingenuo muchacho dedujo que el padre de G. ya estaba listo para ser dado de alta y volver a su casa, desconociendo el material con que se fabrican los ataúdes.
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Una prima de mi mamá fue a trabajar a los Estados Unidos de Norteamérica. Vivió allí durante diez años y al regreso se trajo en las faltriqueras una cierta provisión de dólares que guardó en el horno. Un día cocinó pollo al lugar-donde-guardó-los-dólares pero se olvidó de quitar los billetes verdes de aquel peculiar escondrijo. Sus dólares se quemaron como hojas de una fogarata. Cada vez que la prima de mi mamá cuenta la desgraciada anécdota nunca falta quien le pregunta: “¡Y qué hiciste!” La respuesta de la prima de mi mamá rezuma obviedad: “me comí el pollo”.
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Mi tía Margot odiaba el carnaval y a nosotros, sus sobrinos, que tanto necesitábamos la alegría y el candor de la matraca y el pomo, nos costaba entender esa ojeriza. Pero ella tenía motivos. Un día carnestolendo de hacía mucho pero que mucho tiempo, una pareja en moto se detuvo junto a una vereda cuando pasó un muchacho munido de un pomo rebosante de agua que mojó a la señora encastrada en la parte trasera del rodado. El conductor extrajo de adentro de su chamarra una pistola y le pegó cinco tiros al carnavalero que quedó tendido en el piso, agujereado él y su pomo. Mi tía veía renacer su trauma cuando llegaba la temporada de aguas.
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En mi barrio se filmó una producción argentino-norteamericana de ciencia-ficción (Extraña Invasión con Richard Conte y Monica Mihanovich) y utilizaron mi escuela Nº 28 para filmar una escena en la que dos personajes discutían en procura de encontrar la fórmula para salvar a la gente del pueblo que había quedado cautiva de ciertas ondas perjudiciales que emanaban de los aparatos de televisor y que los convertía en una especie de zombis, que vagaban por las calle sin destino y con unas caras de idiota que daban pena. La conmoción de mi comunidad por la irrupción de aquel equipo de cineastas, conducido por el director Emilio Vieyra, duró varios días. La habitación donde funcionaba la dirección del colegio se ambientó para que pareciera el despacho en donde se estaba decidiendo la suerte de la humanidad. A los alumnos de la escuela se nos permitió ser testigos de la filmación, para lo cual fue necesario desalojar también la oficina de la vicedirectora, que se encontraba enfrente de la dirección. Para que tuviésemos una adecuada visión colocaron allí las graderías de madera que se usaban en los actos escolares para alojar a los colegiales. La jornada de clase se perdió casi por completo debido a que el rodaje de aquella escena tan simple se extendió más de lo recomendable por dificultades propias del oficio cinematográfico. Baste un ejemplo: la oficina se suponía localizada en un piso alto, de manera que a través de la ventana debían verse las copas de los árboles. El personal de utilería había dispuesto tres buenas copas de mentirijilla para provocar el efecto altura. Pero tres o cuatro muchachones, parados afuera, con la ñata contra el vidrio de la ventana, también querían ver la filmación. Lo inadmisible era que, situados al mismo nivel que las frondosas copas de utilería, parecían unos peligrosos gigantes, circunstancia que no formaba parte del guión, por lo que hubo que sacar a patadas a esos imbéciles que retrasaban el avance del séptimo arte.

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