jueves, octubre 26, 2006

LA CASA ANGOSTA

Pasamos con mi compañero Zuloaga por la casa más angosta de Providencia, donde alguna vez viviese un hombre desgraciado.
-Acá vivió un flaco bastante desgraciado. Tenía que ser flaco porque, de ser gordo, la casa le hubiera tirado de sisa.
-¿Por qué? –preguntó Zuloaga-.
-Era una broma. Digo, como la casa es angostísima... por eso dije que le tiraba de sisa…
-¿De qué?
-De sisa.
-¿Qué es sisa ?
Le expliqué a Zuloaga, en mis palabras, que sisa es un corte curvo hecho en el cuerpo de una prenda de vestir que corresponde a la parte de la axila, pero traté de hacerle comprender que la expresión le tira de sisa se utiliza para expresar que un vestido queda chico.
-Como la casa es angostita –insistí-, por eso decía que le tiraba de sisa.
-…
-Bueno, no importa, el tipo de todas maneras era flaco así que no le tiraba de sisa. Un día, como les pasa a tantos, empezó a irle mal y tuvo que vender la casa. Compró un departamento. Pero siguió yéndole mal y tuvo que hipotecarlo y… ¿Querés que te cuente toda la historia?
-¿Historia de qué?
-Del tipo del que te estoy hablando.
-Si, dale, dale.
Y así fue que en esta mañana tan bonita le conté a Zuloaga, mi compañero de tareas, la historia del hombre delgado que vendió prmero la casa angosta, después se compró un departamento, lo hipotecó y…

UN PROBLEMA QUE NO LO ES TANTO

Un día llegó de la gestoría el gestor con los certificados solicitados al registro de la propiedad, trámite previo y obligatorio para la firma del boleto de compra-venta de un departamento ubicado en la calle Los Barómetros 679 del barrio Providencia. El martillero Arizmendis le pagó al gestor y se llevó los documentos para analizar en su oficina. Una vez sentado a su escritorio observó disgustado que el informe dominial daba cuenta de un embargo que gravaba el inmueble. Problemas. Un embargo es una medida cautelar que se adopta en vía judicial para evitar que un bien inmueble se enajene, lo cual iría en detrimento de los acreedores.
Mientras esto ocurría, entró uno de los vendedores de la inmobiliaria y el martillero le informó sobre la situación legal en que se encontraba el departamento. El vendedor se puso muy mal. Casi se descompuso. Tuvo arcadas y le bajó la presión.
-Qué cagada –dijo-, no podemos firmar, la puta que lo parió, se pudrió todo.
El martillero se puso peor pero por la actitud pusilánime de su vendedor:
-No se ahogue en un vaso de agua, ¡carajo!, no sea flojo. Parece mentira que sea tan cobarde.
El vendedor tomó la agenda para buscar el número telefónico del interesado en la compra y devolverle la plata oportunamente entregada en concepto de como seña. Arizmendis casi sufre un ataque de apoplejía:
-Vos estás en pedo o drogado. Dejás ese teléfono inmediatamente o te corto la mano. Lo primero que hay que hacer es hablar con el flaco Rey ( así se llamaba el dueño del departamento) para ver cómo se resuelve el quilombo, pero la operación se hace. Como sea, pero se hace. Seña cobrada es seña ganada. Nunca lo olvides. Hacete un tatuaje y leelo todos los días. Parece mentira que te ahogues en un vaso de agua. Capaz que el embargo es por poca plata, el hombre paga la deuda y lo levantan. No hay que ser negativo en la vida, caracho. Hay que ir para adelante porque sino te comen los piojos.
-¿Y si no es así? ¿y si la deuda es un toco impagable? –preguntó el vendedor, que casi lloraba-.
-Vamos a trabajar sobre la posibilidad de que sea una deuda de poca guita. Pensar en el otro escenario sería de cobardes. Llamalo al flaco Rey y pasámelo, hacé el favor. Cómo me duele la gastritis.
Arizmendis quería un café. Siempre lo pedimos por teléfono al bar de la esquina. En la actualidad directamente va Zuloaga a buscarlo. Lo hace él personalmente porque así puede quedarse en la barra leyendo la revista deportiva que tienen para los clientes. Bueno, pero me fui de tema. En ese momento llegó un propietario que venía a buscar el dinero que le correspondía por la cobranza del alquiler de una de sus propiedades.
-Decile que no estoy –dijo Arizmendis, ocupado como estaba en el tema del embargo del departamento de Rey..
-Ya te escuchó –dijo el vendedor-.
-Bueno, que espere.
El vendedor, conforme las instrucciones de su jefe, llamó al flaco Rey y le pasó el tubo a Arizmendis.

VAMOS A VER COMO SE ARREGLA

-Rey, cómo va eso... bueno, bueno. Si, acá andamos, en la lucha. Flaco, nos llegó el informe sobre la casa. Tiene un embargo. Y si... estas cosas pasan. Vamos a tener que postergar la firma del boleto.
Acá me permito reconstruir según las réplicas del jefe y lo que él nos contó que decía el señor Rey.
-Me pego un tiro –juró Rey-.
-Rey, por favor, no es para tanto. Todo tiene solución. Mientras haya abogados y se les pague, habrá esperanza. Dame el teléfono de tu boga que lo voy a llamar para que me cuente un poco de qué se trata...
-Se murió –le dijo Rey-.
-Bueno, entonces vas a tener que designar otro. El problema judicial hay que resolverlo sí o sí.
-Es un juicio que me hicieron por no poder pagar la cuota del departamento.
-¿Y por qué no me lo dijiste, papá? –el martillero sabía cómo disimular su indignación-.
-Pensé que estaba arreglado. Habíamos hecho un plan de pago con mi finado abogado. Me acuerdo bien que pagué un par de cuotas de la refinanciación...
-Si pagás un par de cuotas y no tenés más problemas es porque te lo financiaron a dos cuotas, flaco. Ahora bien, si te lo financiaron a más cuotas, ahí si que estás en problemas –repuso el martillero con una lógica impecable-. ¿Hace cuánto fue?
-Y... hará... no recuerdo. Así que salió el embargo... no lo puedo creer ¡Qué macanazo!. Yo me tiro abajo del tren, te juro, ¿cuándo pasa el rápido?

SEÑA COBRADA ES SEÑA GANADA

Apotegma sagrado que el martillero Arizmendis se repite y nos repite cada vez que un problemilla de esta especie lo despeina apenas. A las dos de la tarde del último día de la semana estaba pactado el acto de firma del boleto de compra-venta. Aquella medida cautelar trabada contra el dominio del departamento suponía un impedimento para su realización. El día anterior, Arizmendis llamó por teléfono al comprador y lo citó para alguna hora de la mañana. Cuando Schneider, que así se llama el presunto adquirente, llegó, el jefe lo invitó a tomar un café al pub adonde siempre lleva a ablandar a los remisos. Hicieron dos vueltas de lágrima charlando de temas diversos, al principio, chistes muy malos del martillero, la marcha del seleccionado, cosas así. El martillero puso en práctica el estilo despreocupado y optimista que tan bien le cabe. Es como cuando nos acarician el culito un segundo antes de clavarnos la jeringa hipodérmica.
-Vamos a tener que pasar la firma para un poco más adelante –dijo por fin el corredor público luego de referirle toda la historia-.
Schneider se desesperó y estuvo a punto de largarse a llorar. Parece que en esta historia tenemos varios llorones. El intermediario lo tranquilizó de todas las formas, por ejemplo, con sus chistes horribles. Cuento uno, por ejemplo, para que se den una idea:
-Hay un embargo, pero podemos arreglarlo, sin embargo, ja, ja, ja. Embargo-sin embargo, ja, ja, ja.
Arizmendis siempre explica sus chistes. Y se ríe solo. Es patético. Ahora no daba para bromas. Visto desde afuera parecía como si se estuviese burlando de su cliente. Por fin logró calmarlo. Pero no mucho.
-Está bien -dijo Schneider, mientras se sonaba la nariz-. Qué se va a hacer. Mala leche. Decí que es una guita que había apartado para hacer una inversión, que si no, mato a alguien, te juro. Bueno, vamos a tu oficina así me devolvés la plata de la seña que así...
-Esperá, esperá. Tengo una idea que te va a interesar –contraatacó Arizmendis-.
-Está bien, está bien... Roberto... dejame decirte algo... Mirá, yo siempre fui de la idea de que cuando las cosas no salen es por algo, que Dios lo decidió así y...
-Escuchame, Schneider, dejalo a Dios que, por ahora, nosotros acá abajo podemos resolver el tema. En serio, la idea te va a interesar. Te lo aseguro. Dejame exponerte y después decidís ¿si?
-Está bien...
-Mirá, yo mandé a mis abogados a que fueran a ver el expediente del juicio hipotecario de Rey y me dijeron que el pobre tipo está hasta las pelotas, que pierde el departamento como que hay un Dios. No te voy a engañar porque nunca engañé a mis clientes. Y menos a vos que, además, sos amigo. El tema es así, al pobre infeliz, esto dicho con todo respeto, me refiero a que es un infeliz porque no es feliz, ¿me seguís?, al pobre infeliz le están por rematar la unidad porque hace mucho tiempo que no paga una mísera cuota del crédito hipotecario, y...
-¿Y yo qué tengo que ver con eso?
-Ahí es donde entrás vos, casualmente, Schneider. Yo tengo relación con la liga...
-¿Qué liga?

LA LIGA

-¿Qué liga? –preguntó Schneider, que se acordó de aquel inocente juego infantil de El que se agacha la liga.
-La liga de rematadores. Son los que compran las propiedades que se rematan. Bah, no las compran ellos, las compran supuestamente para después transferírselas a un comprador que, previamente, ya se comprometió a comprar esa propiedad que se va a rematar.
-No entiendo nada, Arizmendis –le dijo Schneider, que se estaba poniendo nervioso-.
-A ver... Si vos querés comprar una propiedad en un remate, no podés. Nadie puede comprar un inmueble en un remate si no pasa por la liga.
-¿Y para qué quiero a la liga? Si a mí me interesa comprar una propiedad en un remate, voy y pujo ¿se dice “ pujo...”? Para eso no necesito ninguna liga.
Roberto Arizmendis puso en acción la paciencia que se requiere para explicar algo a quien no tiene noción, y también para clarificarle algo de difícil explicación por lo abstruso del tema.
-La liga es la que trabaja en el remate para que vos puedas comprar la propiedad al precio que vos mismo ofreciste.
-Eso lo puedo hacer yo tranquilamente.
-No podés porque la liga no te deja.
-¿Cómo que no me deja?
-No te deja porque es un trabajo que tienen que hacer ellos. Si no lo hacen ellos, no lo hace nadie.
-Es una locura lo que estás diciendo. Ni que fuera una mafia.
Cuando Schneider dijo mafia, Arizmendis tuvo ganas de decirle ¡Correcto!
-¿Y cuánto hay qué pagarles por ese trabajo, entre comillas, que no puedo hacer yo? –le consultó-.
-Nada.
-¿Cómo nada?
-Vos vas a la liga y le decís que querés comprar una casa equis que se va a rematar. Le decís que podés pagar hasta tres pesos, con todos los gastos incluídos. Entonces ellos la compran por dos pesos con cincuenta, con todos los gastos incluidos y lo que falta para llegar a los tres pesos son los, digamos, honorarios que van para la liga.
El rostro de Schneider pareció acomodarse a una situación de confort, como si algo comenzara a posicionarse dentro de su caletre. El martillero continuó y se puso contento, en la convicción de que había devuelto a su cliente al redil.
-Cuando el departamento de Rey salga a remate –continuó-, los de la liga me van a llamar para avisarme, entonces yo les digo que ya tengo el comprador, que vendrías a ser vos, y ellos lo compran y después te transfieren el boleto. Vos lo único que me tenés que decir es cuánto estas dispuesto a pagar. Te aseguro que de esta forma te va a salir mucho, pero mucho, más barato de lo que lo ibas a pagar ahora.
-No sé qué decirte. ¿Y vos qué ganás con todo esto?
-Lo primero que quiero es resolverte el problema. La inmobiliaria está para resolver los problemas de la gente. Punto uno. Si después vos me querés pagar algo por el gran negocio que te hice hacer, es cosa tuya. Pero sería un crimen que no aprovecharas este negoción. De este supuesto contratiempo del embargo vas a salir ganando, te lo digo en serio.
-Es que...
-Mirá, Schneider, no es necesario que me contestes ahora. Te voy a esperar porque nobleza obliga. Tomate un día para decidir y me contestás, dale. Pero no mucho más porque esa papa la quieren muchos.
Llaman al celular de Arizmendis. Qué casualidad, el propietario que vino a cobrar el dinero de su alquiler, todavía está esperando en la inmobiliaria. Pero volvamos a lo nuestro: seña cobrada es seña ganada. Al menos, Arizmendis ha ganado tiempo como para cumplir este apotegma sagrado que rige la vida de las inmobiliarias. Lo lógico seria que esta seña se convirtiese en pago de honorarios por el servicio de haber hecho el contacto con la famosa liga. Sin contar lo que la propia liga le arroja al martillero cual carnoso hueso por cada negocio que le arrima.
La historia continúa en la casa de Schneider donde la esposa, una vez anoticiada de las alternativas por las que atraviesan sus ahorros, ejerce como corresponde el derecho de veto que les cabe a todas las mujeres cuando se trata de asuntos trascendentales de la vida en pareja, siendo las cuestiones dinerarias las más ultratrascendentales que puede haber, incluso superando en trascendencia a la educación de los hijos, la fidelidad, o la ausencia de ella. La señora de Schneider, en concordancia con el conservadurismo propio de las minas, se opuso redondamente a esa compra, y menos cuando debía se efectivizada a través de una mafia a la que se denomina cariñosamente La Liga.
-No, Leopoldo, ni lo pienses, nosotros no nos vamos a meter en un problema porque te lo diga ese martillero sinvergüenza.
-No es un sinvergüenza, es amigo.
-Es amigo de la plata, como todos los martilleros. Lo que tiene que hacer Arizmendis es devolverte la plata de la seña. Si el departamento no era para nosotros, será cosa de Dios. Tendremos que pensar en otras posibilidades. Eso sí, por la inmobiliaria de Arizmendis, en el futuro, pasaremos a no menos de cinco cuadras a la redonda. Ahora, decime una cosa, ¿Arizmendis no sabía que el departamento estaba embargado?
-Si, bueno, no... Eso sale en un papel que tiene que pedir al registro de la propiedad. Ahí le informan lo que tiene la casa, el departamento, o lo que sea.
-¿Y hace cuánto que estaba en venta la casa?
-No sé. ¿Por qué?
-Por que la casa estaba en venta desde hace un tiempito largo, supongo. No es que apareció a la venta el día que te lo ofrecieron a vos. ¿O sí?
-Y... No.
-Y entonces ¿por qué nos tenemos que enterar de que la casa tiene problemas legales justo un día antes de hacerse el boleto de compra-venta? ¿Por qué no lo averiguaron con anticipación y entonces tenían tiempo de resolverlo? No sé, es una cosa lógica, me parece, Leo. Pero bueno, ya está... Ahora vas a la inmobiliaria y le decís al martillero que te devuelva los cinco mil pesos.
-Pero...
-Nada de peros, si no vas vos, voy yo.
Leopoldo Schneider no pudo argumentar nada consistente. Y menos ante las lágrimas de su esposa, una especie de llanto silencioso muy convincente. Eso conmueve a los hombres. La seña o reserva entregada oportunamente por Schneider a Arizmendis estaba teóricamente en manos del segundo. Y a salvo. Pero siempre es recomendable comprobar las teorías. Sólo restaba devolverle el importe al señor Schneider por haberse frustrado la compra- venta y listo. Si no era para nosotros, dijo la señora de Schneider, sería porque estaba dentro del plan del Señor y sus designios son inescrutables. El señor Schneider juzgaría más tarde que había sido contraproducente hablarle a su cónyuge sobre la conveniencia de comprar un departamento que valía 35.000 dólares en casi diez mil menos. La contrarréplica de la mujer esposa estuvo en consonancia con esa sensibilidad, que bien podría llamarse ética, que las mujeres tienen y de las que a veces quedan exentos los hombres. Escuchemos lo que dijo la dama:
-Y a vos no te da vergüenza comprar regalado el departamento y dejar en la calle a un tipo que capaz que su único pecado fue no poder pagar la cuota porque se quedó sin trabajo o por lo que fuera.
La mujer de Schneider lloraba por el destino incierto de sus ahorros y por el drama humano del dueño del departamento de la calle Los Barómetros, aquel flaco que había sido tan feliz en la casa angosta.
Con tanta gente llorando pucha que da gana e llorar.















































lunes, octubre 23, 2006


CALZONCILLOS DE CABALA DE UNO DE NUESTROS COMPAÑEROS QUE USA SIN LAVAR MIENTRAS DURE LA NOTABLE SERIE DE TRIUNFOS


VIAJE A PONTEVEDRA

El pasado fin de semana nos tocó jugar en un paraje bastante alejado de nuestro lugar de origen denominado Pontevedra (pero, ojo, no nos referimos a la provincia gallega sino a una localidad de la provincia que gobierna el señor Solá).
Jugamos contra el puntero y ganamos con un gol del negro Strugla, jugador emblemático que participa de nuestro torneo solamente cuando lo suspenden en otros dos campeonatos donde también es figura. Imagínense nuestra alegría cuando nos enteramos que, en uno de los campeonatos, debía purgar tres fechas de suspensión por escupir a 2/3 contrarios, mientras que en el otro torneo estaba lesionado. Digo dos barra tres porque al tercero contrario sólo le llegaron unas pocas microgotas de Plugge, con apóstrofe en la u (no encontré el signo en el teclado).
Postales de la mañana calurosa en Pontevedra (Provincia de Buenos Aires): 1) Vista de un sector del bonito predio deportivo de los lecheros. Debo mencionar que el equipo sindical jugó fuerte pero sin mala intención. 2) El jugador suplente, otrora aguatero, hoy encargado de las pelotas (¿pelotero?), espera la llegada del arquero para someterlo al peloteo previo, tarea que le permite entrar en contacto con la pelota ante la eventualidad de no poder hacerlo durante el match. 3) En el entretiempo, el técnico (Máximo Rolón, en la foto es el señor calvo de torso desnudo), instruye a sus dirigidos para que no se distraigan, que pongan huevo, que esperen bien paraditos, que este partido no lo podemos perder, que no la rifemos, que hace mucho calor (?), que no tiremos pelotazos, que toquemos corto, que no hagamos foules pelotudos (y también que no hagamos foules, ¡pelotudos!), etcétera. Mientras tanto el árbitro, que pareciera querer correr una pared de su ubicación original, elonga. 4) El partido ha concluído con el resultado a nuestro favor de 1 a 0 ante los lecheros, que se quejaban de su mala suerte. Los jugadores, con la satisfacción del deber cumplido, como diría José María Muñoz, abandonan el campo de juego. Nótese que hay una alegría mesurada. Es justo decir que a esta edad duele todo y uno no está para levantar los brazos y gritar hip, hip, hurra. Nótese que el que está más adelantado en el grupo es el segundo de la derecha. Se trata de Constancio Marceletti. Parece apurado
¿Para ir a bañarse?
¿Para tomarse una Teem porque está muerto de sed?
¿Para llegar pronto a su casa porque su esposa lo mata?
No, no y no. Para fumarse un faso. Tiene los king size con filtro de carbón activado en su automóvil. Se fuma unos cincuenta por día. 5) Calzoncillo cabalístico de uno de los jugadores. La foto ha sido tomada a hurtadillas porque su portador es uno de los más circunspectos integrantes del team y esos dibujitos multicolores no condicen con su imagen formal y cortés, cortándose el pelo una vez por mes. Lo suyo son los suspensores blancos. 6) Publicidad de los anatómicos Clíper y Clipercito. Esta clase de calzoncillos usa cuando no cumple con la cábala.

jueves, octubre 19, 2006

TIMBREO
El timbreo es un sistema de captación de propiedades que consiste en recorrer el barrio y tocar el timbre de las casas (por eso lo de “timbreo”) a efectos de conversar con el dueño y obtener datos importantes para el acopio de bienes raíces para la venta. El siguiente es un diálogo tipo:
-Buen día señora (o señor). Me dijeron que por esta calle hay una casa en venta.
Ante esta introducción la señora (o señor) en cuestión puede contestar:
a) Yo no sé nada. Slam (onomatopeya de cierre violento de puerta)
b) Si, esta casa se vende.
c) Creo que la casa de enfrente se vende pero yo no sé nada. El chisme no es lo mío.

En caso de a habrá que seguir intentando en otros inmuebles con propietarios menos antipáticos. En caso de be se impone ofrecer los servicios de la inmobiliaria para conseguir que la señora (o el señor) nos “dé” su casa a la venta. En caso de ce ya disponemos de un dato como para dirigirnos a la casa señalada por la señora (o el señor) y ofrecer nuestros servicios de intermediación inmobiliaria.
En la actualidad el sistema de timbreo ha caído en desuso debido a la inseguridad reinante. La gente, por miedo o desconfianza, ante la presencia de un desconocido atiende, si es que atiende, desde detrás de la puerta y quiere desembarazarse de él lo más pronto pósible. Podemos afirmar que en el noventa y siete por ciento de los casos se produce la situación a.
Me encontraba hoy caminando junto al vendedor Zuloaga y me detuve súbitamente al ver el patito amarillo de la fotografía. Le dije a mi compañero de tareas que tenía un pedido de una casa en la zona y que quería timbrear por si la señora (o el señor) vendía. Yo sabía que, por las razones apuntadas, era difícil que me dieran artículo pero necesitaba un pretexto para presentarle a Zuloaga. No hay que olvidar que soy el gerente de la inmobiliaria Arizmendis y tengo que dar el ejemplo ante el equipo de ventas.
-Aguantá Zulo que voy a ver si la señora (o el señor) vende.
-¿Vende qué?
-La casa.
Toqué el timbre (timbreé) y salió una señora (no un señor).
-Buen día señora. Disculpe la molestia, me dijeron que por esta calle se vende una casa. ¿Usted no sabe dónde podría ser?
-No.
-Ah, bueno. Perdone otra preguntita. ¿No me vendería el patito amarillo?
Soy coleccionista de enanos de jardín y otros muñecos de yeso para decorar parques. Ese patito amarillo tenía que ser mío. Me lo vendió por cincuenta pesos.

DIALOGANDO CON MI MUCHACHO

La foto es de la puerta de la habitación de mi hijo Matías, hincha fanático de River. La simpática gallinita tiene la fecha del partido en que su equipo le ganó al Boca Juniors por 3 a 1. Me cuesta entender esta clase de fanatismo en un joven preparado y culto. Yo simpatizo un poco con Argentinos Juniors porque mi padre lo heredó del suyo y así. Matías cortó la herencia y acaso por contradecir se hizo de River.
Golpeo a la puerta gallinácea porque hace mucho que no conversamos y me consta que una buena comunicación paterno-filial favorece la salud mental de ambos. Si lo sabré yo, que tengo un padre militar y con quien apenas crucé unos cientos de palabras a través de mis cincuenta y pico de años, y siempre fueron palabras tales como si padre, enseguida, perdón, por favor no me pegue más. No quiero que eso suceda con mi muchacho.
Toc, toc.
-Si.
-¿Se puede? –pregunto respetuoso-.
El cuarto de mi hijo es un templo del cine y de River. Las paredes están tapizadas con fotos de equipos millonarios a través de la historia y afiches de algunas de las películas que más lo han conmovido. Creo haber mencionado que Mati estudia cine. Ahora lo encuentro trabajando en su computadora. Ah, no, trabajando no, viendo material triple x. Lo paso por alto porque soy un padre modernísimo. O pretendo serlo.
-¿Qué hacías? –le pregunto, simulando no ver la pantalla-.
-Nada, estuve trabajando en una edición y ahora me estoy tratando de distender.
Me mordí la lengua para no decirle ¡viendo chanchadas! ¡linda manera de distraerte! Pero no, he afirmado que soy un padre de hoy. Además, sería hipócrita de mi parte porque a mí también se me iba la vista viendo a esa rubia que estaba con un hombre y le agarra el...
-¿Cómo anda la carrera, Mati?
-Bien.
-¿Ya pensaste en qué vas a hacer cuando te recibas?
-Obvio, dirigir cine –me contestó-.
La rubia decía yes, yes, yes.
-El otro día estuve leyendo un artículo en una revista que me dejó un poco preocupado -introduje-.
El novio de la chica rubia decía god, god, god, se conoce que era un tipo creyente.
-Decía el artículo –continué porque mi hijo no demostraba ni mucho interés. En mi discurso, digo- que en la Argentina hay catorce mil estudiantes de cine.
El hombre ahora le decía a ella: nasty.
-¿Y?
Era un y más bien impaciente.
-Digo, ¿de qué vas a trabajar cuando te recibas?
-De director de cine. Casualmente es lo que estoy estudiando.
-¿Vos sabías que hay más estudiantes de cine en La Argentina que en toda la Unión Europea?
Ambos aguardamos un momento a que el prometido de la rubia terminara de gritar y se calmase definitivamente para entrar en ese estado clásico de calma, relajación y ulterior cigarrillo.
-Viejo... no sé qué es lo que me querés decir.
-Nada, que tengo miedo de que cuando te recibas te mueras de hambre.
-Viejo, ¿no pensaste en la posibilidad de que tu hijo fuera bueno en lo suyo y triunfara?
-¡Si, por supuesto¡ Yo sé que tenés mucho talento, muchísimo, sos un genio, pero en este país se han malogrado tantos cerebros...
-Bueno, entonces me iré a buscar trabajo a la Unión Europea.
Estas conversaciones normalmente culminan con un CON VOS NO SE PUEDE HABLAR.
Cuando me fui justo llegaba un amigo de la pareja integrada por la rubia y el gritón. Como los otros, estaba desnudo.
























martes, octubre 10, 2006

MUCHA GENTE RESENTIDA EL FIN DE SEMANA

En la foto a cuatro integrantes del equipo beben un refresco después del partido. Se nota la distensión y el buen humor. Los futbolistas comentan las alternativas mientras, con el rabillo del ojo, observan el match que dan por la televisión del buffet (Godoy Cruz contra Independiente). No hay euforia por el triunfo por dos a cero porque la edad ya ha dejado atrás las grandes manifestaciones de contento. El que no jugó no tiene mucho para decir y reprime su aburrimiento. En otra mesa, que no sale en cámara, hay otro grupo que lideran, a estar por sus ademanes, el peludo Rodríguez y el compañero a quien hoy tocó hacer las veces de utilero. Todos hablan en voz baja. Sus miradas son sombrías, sus ceños están atravesados por arrugas de preocupación. Se fuma y se bebe licor (cerveza). Parece una fonda del puerto. Cualquiera diría que están tramando una movida desestabilizadora, pero yo no lo puedo afirmar porque carezco de elementos probatorios.
Al día siguiente me presenté a jugar con el grupo de veteranos de los domingos, aquellos muchachos, a quienes describí en un anterior capítulo, que juegan de una manera menos nerviosa, no tan tensa, más relajada, más lenta. A veces eso exaspera. Hace rato que se dieron cuenta de que el físico está deteriorado para siempre y abandonaron la idea de disputar campeonatos, torneos, ligas y liguillas. Para ellos, el lema parecería ser: a menos ligas, más ligamentos. Los días domingos algunos de los jugadores que no pudieron jugar el sábado, por distintas razones, se presentan en el club y se entreveran con los viejitos para no perder estado. Mi compañero, al que el sábado le tocó ser utilero, tiene un entripado y me lo suelta:
-No puede ser, otra vez me quedé afuera. Yo ya tengo cincuenta años, no soy ningún pendejo… hago muchos esfuerzos para venir a jugar y el técnico no me pone nunca. Ah, sí. El otro día me puso diez minutos. No hay derecho. Hoy se lesionó el jugador que juega en mi puesto y estaba clavado que tenía que entrar yo. Pero no, entró X , que no tiene perfil para jugar por esa punta. Parece que me lo hiciera a propósito. Y el peludo, no te digo. Tiene una bronca...
Yo quería terminar de dar una leída general al diario, rito que practico en la previa de cada domingo, sentado en el banco de los suplentes, mientras van llegando los demás muchachos.
-Qué va a hacer –introduje, frase que no tiene el menor sentido y que se inserta en cualquier contexto, tanto como comentario cuanto como búsqueda de tiempo para pensar una respuesta lógica. Me interesaba decirle que el técnico tiene que optar entre 16 o 17 jugadores, y eso no es sencillo, pero desistí porque percibí que ese razonamiento tenía un tufillo oficialista de defensor a ultranza del entrenador.
-Yo el año pasado –continuó el utilero- propuse que, en los partidos, todos entráramos un tiempo, por lo menos. Pero que todos teníamos que jugar. Y se hizo una votación.
-¿Cuántos votos sacaste?
-Uno.
-Ah.
-Me parece que me voy a ir a la mierda. Ya no doy más.
-Bueno, aguantá hasta fin de año y después ves lo que hacés.
El utilero se fue a calentar aunque me parece que ya estaba lo bastante caliente. Se unió a los muchachos que volvían de dar la primera y penúltima vuelta al campo de juego, a manera de calentamiento previo, vuelta que hacen caminando y comentando las alternativas de la semana para no dilapidar energía (foto be).
Sé que no le serví a mi compañero de demasiada ayuda, dije algo como para salir del paso y poder seguir leyendo la formación de Argentinos Juniors.
A la tarde, luego de un almuerzo opíparo, Mariana mi esposa me dijo que había alquilado un devedé y quería que lo disfrutásemos juntos. A mí la danza mucho no me gusta, pero ella hacía rato que deseaba ver ballet. No me arrepiento, la pasamos bárbaro viendo bailar a Bocca.









lunes, octubre 09, 2006

DE LA JORNADA DEL SABADO

Vemos en la foto a todo color a un jugador del equipo de Afap llevando un bidón de agua y la pelota con la que se jugará el partido. En su cabeza gacha, en sus hombros algo caídos, en su mirada torva, se adivina cierta desilusión. El muchacho ha sido destinado a integrar el banco de suplentes. Eso no es ninguna situación desdorosa y menos cuando le ha sido asignado el cumplimiento de la tarea de aguatero, labor que algunos necios llaman auxiliar, secundaria, y que juzgan de escasa importancia. Yo afirmo desde aquí que la de aguatero es una función de las más trascendentes que tiene el fútbol. El aguatero es, ni más ni menos, que el elegido que saciará la sed del titular sediento, quien mojará la zona afectada del lesionado (lo que convierte milagrosamente al vital elemento en agua bendita), pero, el aguatero también es quien deberá manejar los tiempos cuando el equipo va ganando y es necesario que entre para perder algunos minutos hasta que el árbitro pite el final de la brega. No, no señores, no es una misión menor la del aguatero. Qué va a serlo. Por Dios, de dónde sacan eso. Nunca lo fue. Desde los albores mismos de la nacionalidad, ese servicio fundamental ha sido destacado y es honrado en el calendario escolar. Recordemos nuestra escuela primaria, al llegar la semana de Mayo. Hagamos memoria: la señorita no nos hacía dibujar un wing, un inside o un jas en nuestros cuadernos con forro araña. No señor, nos hacía dibujar una mazamorrera, un vendedor de velas y, sí, Un Aguatero. Loor entonces a este anónimo compañero de equipo que, cuando terminó el partido y no jugó ni un minuto, le tiró al técnico la camiseta en la cara y se fue sin saludar.

El equipo ganó dos a cero. Pensar que hace poco más de un mes nadie daba dos pesos por nosotros. No es que ahora lo haga, pero uno está más dado a pensar que en estos tiempos la gente se cuida bastante del destino que le dará a sus excedentes dinerarios.

Gran labor del negro Strugla, que como está suspendido en los otros dos campeonatos en los que participa como figura estelar, viene jugando con nosotros con bastante continuidad. Esto ha supuesto la postergación del peludo Rodríguez, que como ocupa el mismo puesto de delantero que el negro, ha debido ver el partido desde el banco junto a, entre otros, el aguatero de la semblanza anterior. Imagine el lector los pedazos de cuero, las lonjas del técnico que han quedado esparcidos por toda la zona aledaña a la banca.

jueves, octubre 05, 2006

EL ASADO DE LOS NONOS

En el grabado de arriba puede apreciarse que, por encima de la carne vacuna, se ha colocado un suplemento deportivo del gran diario argentino y un cartón. Se trata de una nueva tendencia parrilleril que busca que el calor que emana de las brasas no ascienda por la chimenea y, posteriormente, la atmósfera, sino que “choque” contra el periódico y se mantenga en la zona cárnea de modo que la temperatura alcance la parte superior del cadáver de la vaca y así el asado se cocine más rápidamente, en lugar de tener que darlo vuelta varias veces.
...
El asado transcurrió dentro de un clima distendido y amable, favorecido por la última victoria de nuestro equipo de fútbol, que representa al club AFAP (Asociación Fútbol y Amistad en Providencia). Todos mis compañeros me preguntaron cómo estaba y la verdad es que todavía me duele la cintura y tengo en duda mi presencia para el próximo partido. El peludo Rodríguez llegó tarde y se presentó con su guitarra a manera de mochila, haciéndose el cancherito. La mayoría de los muchachos aplaudieron aunque Ricardo me aseguró que nadie le había pedido que hiciera un show. En mitad de la cena el oso Ribero se paró, se quitó la servilleta, pidió silencio y dijo:
-Muchachos, voy a darles una noticia maravillosa que quiero compartir con ustedes.
Introducción eficaz que hizo acallar las voces, suspender los masticaciones y acelerar las degluciones en trámite.
-Muchachos… Voy a ser abuelo.
Más aplausos. Chiflidos por los que conocen la técnica. Abrazos. Y luego, segundos de reflexión en el que todos nos sentimos bastante más viejos de lo que somos, que ya somos lo bastante viejos. El clima ganó en euforia y el vino abandonó más velozmente las botellas. Y eso que era un vino muy malo. A quién se le ocurre encargar la compra de la bebida a uno que es abstemio y además amarrete. No quiero hacer nombres pero el miserable compró un petróleo de dos pesos con cincuenta verdaderamente intomable. No quedó una botella.
Y cuando el peludo comenzaba a desenfundar la mandolina para cantar acaso alguna canción sentimental de Perry Como, dedicada al futuro nieto, o nieta, del oso, se levantó de la silla mi amigo Ricardo Ditro, con su copa enhiesta y declaró, con el rostro algo apocado, achuchado, pachucho:
-Yo también voy a ser abuelo.
Más aplausos, más besos, brindis con ese líquido repugnante productor de futuros dolores de cabeza.
Ricardo Ditro abuelo. Dos abuelos en una misma noche. Y yo que dije que me iba a un asado con los muchachos. ¿Qué muchachos? Un asado con los viejos. ¿Qué hago con este blue jean? Y esta remera con un dibujito en el pecho. Y estas zapatillas multicolores. Para qué me hago el purrete. Me fui a casa con un espantoso recrudecimiento de mis dolores de cintura, espalda, etcétera. No quieran saber cómo estaba Ricardo Ditro, el abuelo.

miércoles, octubre 04, 2006


VISITAS

Mi mujer golpea a la puerta del escritorio en el momento en que me encuentro ordenando una de mis colecciones y escucho en el equipo de música a los T.N.T. En el toc toc de sus nudillos se adivina el resentimiento que aun le queda por no haber podido ir al teatro el último sábado debido a mis dolores de cintura y sí haber ido el domingo a jugar al fútbol, en apariencia,milagrosamente recuperado.
-Está Ricardo ¿lo podés atender o te duele algo?
¿Vieron? El sarcasmo es mal consejero. Mariana me la sigue y me la sigue.
Me vino a visitar mi amigo Ricardo. Quiere conocer el estado de mi cintura, mi lumbago o lumbalgia, en fin, de mis achaques.
-Acá te traigo algo para tu colección de posavasos –me dice-.
Es un hermoso kit de vaso para cerveza, toallita y juego de posavasos traído de Inglaterra en donde estuvo la semana pasada. Estos regalos me colman de felicidad. Especialmente el posavasos, que pasa a engrosar mi apreciada colección de posavasos. Para mayores precisiones remito al capítulo correspondiente al 25 de Agosto de 2006, llamado "Colección de posavasos (47 carpetas)"
-¿Lo que escucho es lo que creo? –me pregunta queriendo evitar los agradecimientos largos-
-Los T.N.T. Estaba ordenando mi colección de vinilos y puse el disco.
-Qué grandes los T.N.T. “Tienes eso eso, eso, que me tiene preso, preso, tienes todo eso, eso, eso que me gusta a mí”. Rompieron todo con esa canción. ¿Qué será de la vida de esos tres?
-Uno se murió de cáncer hace poco.
-Bueno, entonces cambiemos de tema. No quiero cosas negativas. ¿Y éste?
-El Club del Clan.
-Mirá lo que son las minas con ese pelo lleno de spray. Podías tirarte a dormir sobre esas cabezas.
-Esta es Jolly Land. Esta otra, Cachita Galán.
-No la tengo.
-Cachita Galán, la que cantaba cumbias.
-Ah, sí… temas tropicales.
-Ahí vamos.
-La pollera colorá.
-No, ésa la cantaba Perico Gómez.
-Arquerazo.
-No, ese era Perico Pérez. Cachita Galán cantaba Sóplame un beso. Se murió en el 2004, pobre. De cáncer, también.
-Basta, loco. Basta de pálidas. Vengo a sacarme un poco la mufa y vos me hablás de enfermedades.
-¿La mufa después de un viaje a Inglaterra?
-Si, y también estuve en las Malvinas. No te creas que es tan maravilloso. Todo el tiempo arriba de un avión, del avión al hotel, del hotel al restaurant…
-Qué cagada…
-Estar en las Malvinas me puso triste. Será porque son nuestras. Es como si nuestra casa estuviera tomada y tenemos que tocar el timbre para que nos dejen pasar. Eso me da por las pelotas.
Mi amigo Ricardo, creo que ya lo he mencionado, tiene un trabajo que le permite viajar por todo el mundo, y cuando digo todo el mundo digo todo el mundo. Escribe para una publicación especializada que se dedica a calificar a los restaurantes según diversos criterios. El suertudo recorre el orbe para visitar los mejores comederos, morfar gratis, beber igual, para luego hacer la crítica. Quizás no inmediatamente, porque cuando ya ha recorrido la carta de vinos, supongo que cualquier nota sería aprobatoria si la borrachera atravesara por el período complaciente.
-Yo soy un profesional. Tomo lo que toma un catador, gil –me diría después cuando le hice la observación-.
Pero la panza de comer y chupar la tiene.
-En las Malvinas paré en un hotel en Puerto Stanley que se llama Malvina Hotel pero, aunque parezca extraño, no se llama Malvina por Malvinas. El que lo construyó a fines del siglo diecinueve tuvo una hija y la llamó Malvina pero no por las islas sino porque, según dicen los ingleses, en esa época Malvina era un nombre de pila muy común en el Reino Unido. Deben ser patrañas y pamplinas. Un día, después de comer me fui a un pub que está en la calle Philomel. Se llama Victory bar. Tocaba un grupo musical: The fighting pig bands, que viene a ser La Banda de los Cerdos Luchadores. Los tipos tocan, por ejemplo, We will rock you, la de Queen. Y todos los borrachos la cantan. Yo también. Ya estaba fuera del servicio así que un par de cervecitas me tomé. Fue muy lindo. Me hice medio amigote de los chabones. Pero como soy un cobarde les dije que era uruguayo y no argentino. Había tanta buena onda en el ambiente que me parecía que si les decía que era un argie se iba a romper el clima. Parece mentira que uno sea tan miserable. Traete algo para estrenar los posavasos, dale, que no decaiga. Y sacá a los T.N.T., que ya me tienen podrido.
Serví whisky en los posavasos ingleses, que tienen el escudito del club de fútbol West Ham United, donde juegan Tévez y Mascherano, dos jugadores argentinos. Ricardo no parecía estar muy bien de ánimo. Cómo puede estar mal un tipo que tiene un trabajo tan perfecto. Nunca entendí, tampoco, cómo William Hurt en Un tropiezo llamado amor puede ser tan amargado teniendo un laburo como el que tenía. Se lo comenté a mi hijo Matías, que estudia cine y me dijo que Hurt era un amargo porque se le había muerto el hijo. Además, que su trabajo era el de escritor de guías de turismo, no calificador de restaurants para una guía mundial. Y que la película no se llamaba Un tropiezo llamado amor, sino El turista accidental. De cualquier manera, como ocurre siempre, el que tiene el trabajo no lo disfruta y el que no lo tiene se lo envidia. Ricardo siempre dice que conocés un restaurant y los conocés a todos, que siempre es lo mismo, entrar, morfar, anotar en una libreta y elaborar un informe sobre qué tal es la comida, el lugar, la atención. Y para colmo engorda y eso lo perjudica el fin de semana cuando tiene que jugar al fútbol. La mágica palabra nos llevó al triunfo del domingo en el partido que yo no pude jugar por mi lumbago, neuralgia o reumatismo. Eso le cambió el humor. Mi esposa golpeó a la puerta y lo invitó a cenar. Aceptó.
-¿Seguro que estás bien de tu cintura, Julito, como para que se quede Riqui a comer? –dijo Mariana, que seguía en estado de beligerancia-.

lunes, octubre 02, 2006

UN HOMBRE SIN DOBLECES

El sábado, el técnico del equipo del club AFAP (Asociación Fútbol y Amistad en Providencia) donde juego (en diversos puestos según las necesidades y requerimientos), dispuso sobre las bancas del vestuario la ropa de los jugadores y le anunció a cada uno el número que le correspondía a efectos de que tomara su atado y se cambiara para la competencia. Cuando me agaché para agarrar camiseta, pantalón y medias sentí una punzada en la cintura que no me permitió enderezarme más. Fue como una puñalada trapera que me dejó literalmente doblado para siempre lo que obligó al entrenador a reemplazarme prematuramente para felicidad del suplente, que se llevó babeando la casaca tres destinada originariamente a mí. Yo estaba tan dolorido e incapacitado de moverme que entre mis compañeros Ricardo Ditro y Constancio me introdujeron en un remise y me mandaron a mi casa como carta certificada. Imaginen la reacción de Mariana, mi esposa, al verme (doblado), mientras me introducía en la cama con ayuda del gentil remisero:

-Y Julito… yo siempre te lo digo y no me hacés caso: vos ya no estás para esos trotes. Mirá lo que pareces, una bisagra. Tenés que dedicarte a otra cosa. Vos no eras un mal jugador de ajedrez.

Yo estaba doblado, adolorido y con bronca por no poder jugar el partido que uno espera toda la semana. En ese momento lo que yo menos necesitaba eran palabras de desaliento.

-Quedate descansando que te traigo un analgésico, así para la noche estás bien, que tenemos que ir al teatro –dijo mi esposa, lo cual a mí me pareció una advertencia-.

El sábado a la noche no fuimos al teatro. Mi dolor, lejos de alivianarse se había acentuado y seguía doblado.

El domingo me levanté para ir a jugar al fútbol con un grupo de muchachos de mi edad (cincuentones en promedio, pero se admiten futbolistas desde los doce a los setenta y cinco años) Estos deportistas están fuera de todos los torneos oficiales de AFAP, algunos porque han dejado atrás los afanes competitivos, otros porque el fútbol los ha desahuciado y solamente tienen lugar en ese ámbito dominguero y democrático en el que todos pueden jugar y nadie es discriminado por su incapacidad (o discapacidad en algunos casos). Estos hombres argentinos se reúnen los domingos a la mañana con un fin recreativo, juegan mezclados, cada quien está autorizado a lucir orgullosamente la camiseta del equipo del cual es hincha, o bien, alguna de un club extranjero, traída de Europa (ver foto) en la época de un ex presidente de cuyo nombre no me quiero acordar. Así se pueden ver en simpático ayuntamiento a un simpatizante de River Plate departiendo amablemente en la previa con otro de Boca Juniors (ver foto). Incluso se ha dado el caso de que, así ataviados, les ha tocado jugar el partido integrando el mismo equipo, conforme lo determinó el azar del viejo y eficaz pan y queso.

Pero el domingo yo seguía doblado. Salí de casa simulando una cura inexistente. El enojo conyugal del sábado, ahora era furia homicida:

-Ayer no te podías mover y por eso no fuimos al teatro. Y hoy estás lo más bien. ¡Milagro! (había ironía en su tono)

No me dolieron tanto sus palabras como mi cintura.

En el campo de juego yo seguía tan doblado que apenas si les veía a los muchachos la porción inferior de sus cuerpos (ver fotos). Con todo, pude jugar el partido decentemente, aunque a un ritmo liviano, eso sí.

La última foto nos muestra a uno de los futbolistas en plena sesión de elongación post partido, sumamente beneficiosa según las nuevas tendencias en preparación física, aunque no todos estamos en capacidad de elongar a esa alturas del desgaste humano. A algunos nos quedaba movilidad apenas como para jabonarnos las partes nobles (sin fotos disponibles).












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